Feria de San Isidro

Adame: apostó y ganó

El mexicano Joselito Adame, en un ajustado pase de pecho en su última tarde de San Isidro
El mexicano Joselito Adame, en un ajustado pase de pecho en su última tarde de San Isidrolarazonfreemarker.core.DefaultToExpression$EmptyStringAndSequenceAndHash@7594fd9f

Un trofeo paseó de un gran toro de El Montecillo, que saltó en sexto lugar en la Feria de San Isidro.

Las Ventas (Madrid). Décima de feria. Se lidiaron toros de la ganadería de El Montecillo, serios y bien presentados. El 1º, movilidad sin entrega ni raza; 2º, movilidad y repetición, pero brutote y sin humillar de verdad; 3º, lesionado durante la faena y protestón; 4º, descastado; 5º, noble pero sin ímpetu; 6º, gran toro. Menos de tres cuartos de entrada.

Juan Bautista, de caldera y oro, buena estocada (silencio); buena estocada, descabello(silencio) .

Alberto Aguilar, de verde manzana y oro, media muy defectuosa, aviso, descabello (silencio); estocada (silencio).

Joselito Adame, de lila y oro, tres pinchazos, estocada (silencio); buena estocada (oreja).

Como un soplo de aire fresco en el desierto llegó el sexto. El toro, pero antes de descubrir cómo sería el toro ya nos metió Joselito Adame en faena con la portagayola. Y de ahí el quite por lopecinas, tan vistoso que conquista con facilidad. «Adobero» fue cómplice perfecto. Y lo supo ver Adame que no perdió comba en un comienzo muy torero por estatuarios y pases de desprecio, que conectaron directos con el público en un día tan pobre de resultados que caímos en picado. El de Montecillo fue toro repetidor, de larga arrancada y vibrante viaje. Lo tenía todo para hacer el toreo en Madrid. Y ahí se puso el mexicano para regocijo de los compatriotas que le lanzaron mensajes desde Aguascalientes antes yo creo de que sonara el primer clarín. ¡Qué viva México! Y sí, fue el mexicano el que se llevó a Madrid por delante. Entraron primero en las tandas diestras, templadas, ligadas y rematadas con diversos e inspirados remates y un buen puñado de trincheras. Y encontró el extraordinario ritmo al toro también al natural, aunque tendía a acortar el pase a pesar de que el toro seguía viajando, iba largo y sin rechistar. Tuvo un buen concepto de la medida, y antes de perderse como se pierden muchas faenas que apuntan maneras, se fue a por la espada. Al toro le cabían dos faenas más. Por ello, cuando intentaba acercarse para entrar a matar, se arrancaba el animal. Adame anduvo listo, aprovechó esa virtud del toro, para jugársela y ejecutar la suerte suprema en vez con un volapié en la suerte de recibir. Y ahí le cazó con una buena estocada y llovieron los pañuelos blancos con fuerza hasta que el presidente soltó el pañuelo y la oreja. La única. No sólo la única. Sino en el único toro que hubo un atisbo de triunfo. El sexto tuvo todo lo que adolecieron los demás. El que tuvo movilidad no fue acompañada de la entrega y otros por falta, les faltó de todo para moverse con algo que decir. «Adobero» ya al final reconcilió la décima de feria. En blanco, o casi, si no fuera por esos lances a la verónica de recibo con la rodilla en tierra, pasó Adame con el tercero. Al poco de empezar el animal se lastimó una mano y daba una grima espantosa verle en el ruedo. No había otra resolución que finiquitar la historia y cuanto más rápido mejor.

Juan Bautista quemó dos cartuchos de los cuatro que tiene en San Isidro sin apenas darse cuenta. El primero, muy parado en los primeros tercios, dio de sí algo más de lo que parecía, pero a la movilidad no le acompañó la entrega. Menos interés tuvo un cuarto, que iba y venía con cero ímpetu. Oficio, no había más.

Nos ilusionamos en los comienzos de faena de Aguilar al segundo, que tuvo movilidad aunque mucha aspereza en el viaje. Hizo suave lo difícil en la primera tanda, e incluso en la segunda; una mole sin humillar fue al natural y cuando regresó ambos se habían desinflado. El final de fiesta con la espada no estuvo a la altura de lo que debe ser. Tuvo buena condición el quinto, descolgaba con nobleza y buen aire pero tan soso, con el fuste tan contenido que la faena no logró que nadie dejara de comer pipas. Madrid es tela de difícil, aunque de pronto ocurre que el querer y querer tiene resultados, como supo Adame ayer. Luego las sensaciones, las emociones son variopintas e íntimas.