Ciudadanos

Amago de rebelión en Ciudadanos: «¿Para qué subimos, para no gobernar?»

El líder de Ciudadanos, Albert Rivera, el día que presentó la tercera parte de su programa económico
El líder de Ciudadanos, Albert Rivera, el día que presentó la tercera parte de su programa económicolarazon

Sucedió en la Real Casa de Correos, en una cita con mucho morbo, bajo tintes de cambio y despedida en el Gobierno de la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid. Por vez primera, en el luminoso palacio de cristales de la Puerta del Sol, acudieron dos estrellas emergentes: los candidatos de Ciudadanos, Ignacio Aguado y Begoña Villacís. Muy tieso y envarado él. Monísima y risueña artificial ella. Aguado esquivaba a la Prensa más que la dama aspirante al Ayuntamiento de la capital. Se ve que la abogada, experta en tertulias varias, tiene más tablas mediáticas. Al socaire de las encuestas y la vertiginosa subida de C’s, algunos periodistas se arremolinaban. «¿Y si a vosotros os ofrecen una consejería potente o una concejalía de peso, qué?» Las caritas de ambos eran satisfechas y su respuesta era contundente: «Todo está abierto». A lo que un veterano del PP apostilló: «Cuidado, que vuestra bisagra puede oxidarse».

La escena revela la situación actual en el partido de Rivera. «Mucho ejercer de bisagra neutral hasta que te den un puesto», dice un veterano diputado el PP, buen conocedor de lo que está pasando. Porque a Rivera se le llena la boca de invocar la transversalidad, su abstención a favor de la lista más votada y su posición aséptica hasta las elecciones generales. Pero tiene en los cuadros y bases de su partido una auténtica rebelión interna. «¿Para qué estamos subiendo, para no gobernar?», se preguntan muchos dirigentes de Ciudadanos, críticos con el pacto que permitirá la investidura de Susana Díaz como presidenta de la Junta de Andalucía, «sin un chupito», en palabras de uno de ellos. El llamado «Espíritu de Sanlúcar», integrado por militantes del Ayuntamiento gaditano que apoyaron la coalición con el PSOE, liderada por el actual portavoz y ya hombre fuerte en el Parlamento andaluz, Juan Marín, están que trinan. Si la sientan en San Telmo, quieren puestos y poder.

En la hora de la verdad, cuando hay que retratarse, Rivera afronta una triple división, admitida por los propios dirigentes. Los que quieren una diplomática abstención frente a las alianzas con el PP o el PSOE. «Albert tiene que llegar inmaculado a las generales de fin de año, sin hipotecas», aseguran en este sector, núcleo duro de Rivera. Los segundos, más radicales, son partidarios de negarse a cualquier paso abierto a los dos grandes partidos. «Ni abstención ni contemplación», afirma este grupo de críticos. Y en tercera posición se sitúan los llamados «arribistas». Es decir, quienes pretenden utilizar sus votos para favorecer la lista más votada y escalar puestos de poder en los nuevos organismos. «Albert no va a poder impedir estas ambiciones legítimas, porque somos nosotros los que hemos ganado y votaremos en ayuntamientos y parlamentos autonómicos». Un aviso a su propio líder.

El avance vertiginoso de C’s, su decisiva influencia como partido bisagra, puede volverse en contra. La famosa cantinela de «Pactaremos ideas, no sillones», parece que ya no vale. «¿Alguien piensa en rechazar un puesto sólo porque el niño quiere ser presidente del gobierno?», se preguntan con malicia en la cúpula de Génova trece. Una cosa es presentarse como «el gran partido transversal» en campaña y otra bien distinta «mojarse» tras los resultados. Para el PP, una formación de momento ambigua ideológicamente, aunque se defina de centro-izquierda, con el claro objetivo de no quedar condicionado a cualquier alianza, queda desdibujada con su abstención en Andalucía. Aunque todos coinciden en que el examen definitivo pasa por Madrid. La auténtica plaza de poder y antesala a los resultados en unas generales a La Moncloa. De hecho, Rivera ha enviado un documento a sus líderes regionales que impide alianzas que no sean autorizadas por la dirección nacional. Pero muchos se han negado a firmarlo. «Nosotros ganamos, nosotros decidimos», afirman varios dirigentes de C’s, que han pasado a engrosar las filas del partido desde otras formaciones como UPyD, incluso del PP y PSOE. «Nos fuimos por descontentos y no vamos ahora a permitir insolencias de otro tipo», dicen desafiantes. Rivera no quiere atacar frontalmente ni al PP ni al PSOE, pero su fulgurante ascenso y su posición en Andalucía «pueden ser un caramelo envenenado de ida y vuelta», según un experto en sociología política.

El joven que militó durante cuatro años en el PP catalán prepara el gran salto político a toda España y quiere consolidar posiciones como decisiva llave de gobierno. Pero la bisagra tiene sus riesgos. «No podrá controlar a los que quieren medrar», reconocen incluso en su entorno. «Si Podemos recoge el voto cabreado, Ciudadanos, el aseado», dicen estos expertos en sociología política para explicar que el trasvase de votos desde el PP, el PSOE y de nuevos electores puede irse al traste con alguna metedura de pata. Su talón de Aquiles es la nula experiencia de gestión y un discurso economicista aún lleno de incertidumbres. «Una cosa es predicar y otra gobernar», afirman dirigentes del PP. «Que se moje ahora si tiene programa».

Pero lo cierto es que el fenómeno Ciudadanos está ahí y Rivera ya cocina su estrategia para entrar en varios parlamentos regionales y lograr un buen puñado de concejales. «Abrimos el melón hacia toda España», dice Fran Hervías, secretario de organización y uno de los hombres fuertes de Rivera. En su núcleo duro están también José Manuel Villegas, jefe de gabinete, ahora negociador en Andalucía, y que empieza a ser cuestionado en otras regiones. Matías Alonso, secretario general; Antonio Espinosa, de acción política, y Fernando de Páramo, responsable de comunicación. Y, sobre todo, Juan Carlos Girauta, un experto en medios de comunicación, uno de los puntos clave de su estrategia, admiten los colaboradores del líder de Ciudadanos.

Hasta ahora, el partido ha sido claramente personalista, es difícil imaginar otro rostro en C’s que no sea el de Rivera, pero esto ya no funciona. «Nuestros candidatos se han hecho y no es fácil desautorizarles», admiten en la dirección. La «transversalidad» de Ciudadanos, donde acuden votantes conservadores, socialistas y de formaciones como UPyD, en evidente descomposición, puede ser un arma de doble filo. Según fuentes de la dirección, el goteo de afiliados no cesa, lo que aleja a C’s de ser exclusivamente catalán y lo sitúa ya en un plano nacional, con el desafío de ofrecer un programa consistente. De momento, el económico elaborado por Luis Garicano ha levantado todas las alarmas de los sectores empresariales y financieros del país. «Recetas insulsas», opinan.

El antiguo campeón de natación en Barcelona, que saca tiempo de donde puede para seguir yendo al gimnasio, se aferra al mensaje de la unidad de España, otra de las claves de su éxito. Pero ya el horizonte está mucho más allá de Cataluña. Hace unos días, en el Parlamento catalán, Artur Mas se le acercó y le dijo: «Sé que me pisas los talones, pero te queda lo peor». Algunos diputados convergentes que lo escucharon recordaron la figura de Miguel Roca y aquella «operación reformista», llena de apoyos políticos y económicos para que un catalán lograra el Gobierno de España. Fue un rotundo fracaso. Rivera se volvió, les invitó a un café y pronunció su pronóstico: «A mí esto no me va a pasar». El tiempo lo dirá.