Elecciones municipales

Ante la línea roja del 30 por ciento

En el PP creen que si los resultados no cumplen las expectativas el presidente debería hacer cambios en Génova y en el Gobierno

Rajoy junto a su esposa Elvira Fernández en el cierre de campaña en Madrid
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En el PP creen que si los resultados no cumplen las expectativas el presidente debería hacer cambios en Génova y en el Gobierno

Mariano Rajoy cerró una campaña electoral que se ha desarrollado conforme a lo que había programado. Rajoy ha conseguido que el partido, sin que nadie rompa con el manual de campaña, se ajuste a la estrategia que quería y que se sostiene en la recuperación económica y en la defensa de la estabilidad, junto con una imagen de unidad interna que ha avalado la presencia del ex presidente del Gobierno José María Aznar. Al margen de los matices que en su apoyo expreso a Rajoy haya introducido Aznar en su discurso electoral, en el PP coinciden en valorar su participación como un elemento añadido que puede haber tenido su efecto positivo en una parte de ese electorado más distanciado con algunas de las políticas del Gobierno.

En campaña, los dirigentes de los partidos se meten en una burbuja de convivencia con la militancia más fiel que alimenta la sensación de que su formación está en alza. Esto dificulta las estimaciones sobre el terreno. Pero es que, además, en estas elecciones se mueven factores propios que hacen más difícil que en otros comicios calcular el impacto de la agitación mitinera. Génova sostiene que la campaña les ha ido bien porque les ha servido para remontar posiciones respecto a las estimaciones de los sondeos de hace varias semanas. La última semana de la campaña es decisiva en la movilización del voto útil. Tradicionalmente, es la que mejor sienta a los grandes partidos. En Génova confían en que el domingo mantendrán con mayoría absoluta Castilla y León, La Rioja, Murcia y Castilla-La Mancha, además de Ceuta y Melilla. Y que las urnas también les dejarán en condiciones de gobernar en Madrid y Valencia, por ejemplo.

Pero frente a esta percepción de que la campaña les ha funcionado está la que comparten buena parte de los cuadros territoriales, y que no es tan optimista. En ese nivel son muchos los que creen que la campaña ha servido para poco y que la radiografía actual es muy similar a la que existía a principios de mes: un mapa del voto fragmentado y que deja buena parte de las «plazas» más importantes en manos de alianzas postelectorales.

El domingo por la noche la dirección del PP se fijará, entre otros indicadores, en el porcentaje de voto de las municipales. Con respecto a las series históricas, si está por debajo del 30% sería un severo toque de atención. En los últimos 20 años ese porcentaje se ha movido de media en el 34-35%. El segundo medidor del resultado será el balance del número de comunidades en las que mantienen la mayoría absoluta; y en cuántas se quedan como fuerza más votada y con opciones de gobierno. La respuesta a estos interrogantes será lo más interesante de la noche electoral, y la vara de medir el éxito o el fracaso del resultado antes de que entre en liza el cortejo de los pactos.

Rajoy y la cúpula popular confían en que el PP aguantará y que aunque salga con heridas de las urnas, estará en condiciones de disputar la batalla de las generales con opción de ganarlas. Pero pase lo que pase, el presidente del Gobierno no tiene oposición interna que pueda poner trabas a su hoja de ruta para lo que queda de Legislatura y a su disposición a ser de nuevo candidato a La Moncloa. Rajoy ya trasladó a los suyos que piensa volver a ser el candidato del PP, y esta decisión es inamovible. Incluso aunque el resultado del domingo sea malo, salvo un descalabro mayúsculo, en el PP dan por hecho el cierre de filas con Rajoy y que el «ruido» del descontento tendrá mucho menor alcance interno del que se le quiera dar de puertas afuera del partido. Ni siquiera una Esperanza Aguirre victoriosa en Madrid, frente a una debacle generalizada del resto de barones, tiene hoy nada que hacer contra Rajoy. «Aguirre no es consciente de sus límites y de que fuera de Madrid no podría liderar nada porque el partido no la apoyaría», sostiene un alto cargo del PP. Es verdad que fuera de su reino de Taifas madrileño, Aguirre no tiene apoyos reales con los que plantar cara al jefe del Ejecutivo.

Pero esta falta de oposición interna no quita para que en el partido se estime que en caso de que las elecciones vayan mal, Rajoy debería aprovechar los ministros «salientes» para tomar impulso y lanzar un mensaje de renovación. «Puede hacer como que no pasa nada y mirar a otro lado. Pero lo más inteligente es tomar nota y reaccionar», dice un presidente regional. Si la secretaria general, María Dolores de Cospedal, no consiguiese mantener Castilla-La Mancha, entienden que el cambio debería afectar también a la dirección del partido. Por el contrario, si le va bien, en el PP creen que ella intentará jugar fuerte en la batalla nacional. No ante las siguientes generales, pero sí para después. Por cierto, entre esos ministros que en el PP califican de «salientes» están el titular de Economía, Luis de Guindos, llamado a presidir al Eurogrupo; y el ministro de Educación y Cultura, José Ignacio Wert. Cristóbal Montoro ha insinuado que no seguirá otro mandato en el Gobierno.