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Asesinado por seguir a Cristo

La Razón
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Si uno se dejara llevar por corrientes de pensamiento sesgadas, o por la simple ignorancia de los hechos, podría concluir que Óscar Romero fue asesinado porque representaba una seria amenaza para los privilegios de clase de sus asesinos. Sin embargo, si esa hubiera sido la única razón de su muerte, la Santa Sede no la habría reconocido como martirio. Todo sería muy diferente si las causas de su asesinato hubieran sido simples condiciones de conveniencias políticas, sociológicas o económicas, y no el amor a Dios que lo impulsó a no escatimar en servicio de todos el don más grande que los hombres tenemos: la propia vida.

Poco a poco ha ido quedando clara una idea que se barajó desde el principio por personas expertas, y que en los últimos días ha ocupado muchos espacios en los medios de El Salvador: no fue asesinado por promover la teología de la liberación, ni por estar a favor de los grupos revolucionarios (que no lo estaba), como tampoco por ser un «buen tonto útil» (que de tonto no tenía un pelo) engañado por los intereses del comunismo internacional. Fue asesinado por predicar y por seguir a Cristo, defender a los más pequeños, ser la voz de los que no tienen voz, con fidelidad al Evangelio y al Magisterio de la Iglesia. Fue martirizado por dar supremo testimonio del Dios de la vida, del Dios que veía en los ojos de los pobres, muchísimos, con quienes se cruzaba a diario.

Afirmar el martirio no es ni exculpar ni condenar a los asesinos, sino exaltar y hacer más visible la riqueza del Evangelio y la grandeza de los límites a los que el amor al prójimo pueden hacer llegar a los santos. Es inevitable que veamos las cosas con la óptica de nuestros intereses, y no es de extrañar que quienes acostumbran a opinar desde los extremos intenten llevar a su terreno la muerte y beatificación del Pastor. Pero podemos unirnos al bando de los sensatos, que ven en todo esto una real ocasión de unidad, de reconocer los méritos de Óscar Arnulfo Romero por encima de los defectos de sus asesinos, y procurar al menos conocer un poco más de la vida, de los dichos y hechos, de este salvadoreño universal.

*Columnista de «El Diario de Hoy» en San Salvador