Enfermedades

Así son las enfermedades «latentes»

La Razón
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Vivimos con enfermedades sin darnos cuenta. Unas, dormidas, pueden brotar en cualquier momento. Otras apenas dan síntomas hasta que es tarde.

Convivimos con multitud de enfermedades sin darnos cuenta. Unas están latentes en nuestro organismo, como ocurre con la tuberculosis o la varicela. Otras son silenciosas, van minando poco a poco el organismo sin mostrar síntomas hasta que ya es demasiado tarde, como ocurre con el VIH o la hepatitis C, pues los análisis clásicos no las detectan.

En el caso de las latentes, como la mencionada varicela (en la que, tras la infección inicial, el virus queda latente a nivel de los ganglios espinales y de los nervios craneales), «se produce una infección aguda sintomática (la varicela propiamente dicha) y luego el virus se acantona (se esconde) y puede estar toda la vida así, sin causar ningún problema, hasta que se dé un cuadro de inmunosupresión (bajada de defensas), que provoca una nueva enfermedad aguda, el herpes zóster. En el caso de la tuberculosis, la infección primaria no es sintomática, pasa desapercibida y el bacilo pasa a mantenerse también latente y, en algunos pacientes, no en la mayoría, llega a causar una enfermedad aguda», explica Juan Antonio Pineda, presidente del Grupo de Estudio para la hepatitis C de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (Seimc).

En la actualidad, un tercio de la población mundial presenta infección tuberculosa latente (ITL), y los análisis estiman que en los dos primeros años de la infección, del 5 al 10 por ciento de los individuos infectados desarrollará enfermedad tuberculosa.

Silentes

Por el contrario, las infecciones por VIH y VHC «no permanecen latentes en un sentido estricto, sino que son progresivas en la casi totalidad de los pacientes, de tal modo que, a mayor o menor velocidad, la primera va causando la devastación del sistema inmune y, la segunda, fibrosis hepática progresiva que, en muchos caos, si se mantiene tiempo suficiente, causa cirrosis hepática, pérdida de la función hepática y enfermedad hepática terminal», continúa Pineda.

Otros ejemplos, tal y como explica Ángel Nieto, internista del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, son «la hemocromatosis, en la que el hierro se acumula en la sangre sin dar síntomas en el organismo, y si no se hace una analítica puede llegar a afectar al hígado, corazón, páncreas; y la EPOC en los fumadores, porque inicialmente el paciente no se siente mal, lleva vida activa normal, pero pasado el tiempo, si no se ha hecho una espirometría de control, no se ha diagnosticado, ni tratado, y, por supuesto, no ha dejado de fumar, el paciente empeora considerablemente».

Qué hacer

En el caso de las patologías verdaderamente latentes, hay que prestar especial atención a las personas inmunodeprimidas, «especialmente las que sufren inmunosupresión farmacológica, ya que son más propensas a las infecciones, y un simple resfriado hace que las defensas dirijan todas sus fuerzas a éste, descuidando otras líneas celulares. Es entonces cuando puede brotar dicha enfermedad, que estaba latente en nuestro organismo», especifica Nieto.

Una analítica de control es básica y puede detectar muchas enfermedades. No obstante, se debe hacer un «traje a medida» a cada paciente, según sus factores de riesgo particulares.

Pero no todo el mundo acude siquiera a las revisiones más generales que, si bien no detectan algunas de estas dolencias silentes, sí pueden dar alguna pista. «Estas pruebas son válidas como “screening” o rastreo básico de salud. Sirven para comprobar si el organismo en general tiene una disfunción pero pueden no detectar las enfermedades previas. En el caso de la hepatitis, la mayoría de las revisiones de empresa, por ejemplo, no la determinan, pero sí se hacen pruebas de función hepática, y si ésta es normal, puede haber una hepatitis latente y no ser detectada. Pero si la función hepática está alterada, es un signo de alarma que obliga a determinar la hepatitis», matiza el internista del Clínico San Carlos.

En la actualidad, Pineda aclara que «el test de cribado para la infección por VHC (e incluso la determinación de transaminasas, más sencilla e inespecífica, pero que es más habitual en las revisiones de empresa) y por VIH sólo se hacen en España cuando hay sospecha clínica y en contados casos más, como en las embarazadas, donantes de sangre y órganos, etc. Dado que se trata de enfermedades crónicas progresivas, muchos pacientes se diagnostican muy tarde».

De hecho, aunque es difícil saberlo, «se estima que hay unas 150.000 personas infectadas por el VIH, de las que estarían diagnosticadas 100.000 y unos 450.000 personas con una infección activa por VHC, de las que estarían diagnosticadas unas 150.000», aclara Pineda.

La «Criba» del Gobierno

Con el objetivo de reducir estas cifras, y al estar en pleno año electoral, comienzan a aflorar las buenas intenciones, como la de la Administración al reconocer la necesidad de los programas de cribado para «evitar la progresión silenciosa» como en el caso de la hepatitis C. Y, según se desprende el Plan Estratégico Nacional de Abordaje de la Hepatitis C, se quiere incluir en dicho cribado a usuarios de drogas inyectadas y esnifadas, los pacientes tratados con productos sanguíneos de antes de 1990 y los expuestos a infección nosocomial por hepatitis C, los convivientes con pacientes con esta dolencia, personas con tatuajes o piercings y los expuestos a procedimientos que utilicen instrumental punzante sin los controles higiénico-sanitarios adecuados (acupuntura y mesoterapia). Nieto se pregunta: «¿El grupo de riesgo de hepatitis C cuál es? ¿Toda la población nacida antes de 1980? ¿Contactos sexuales múltiples?¿Transfusiones recibidas antes de introducir la determinación de VHC? Es muy difícil determinarlo, y al final acabas cayendo en grandes grupos poblacionales. Siendo año electoral, las propuestas afloran, y a veces son poco realistas».

Y es que, acabar en grandes grupos poblacionales sería inviable, ya que los nuevos medicamentos combinados cuestan unos 45.000 euros por tratamiento de 12 semanas. Nieto añade que «se pretende determinar a la población general con la finalidad de diagnosticar los casos latentes u ocultos de hepatitis C para tratar aquellos que sean necesarios. Esto ya se ha hecho con otras enfermedades. Recuerdo que en la universidad nos hacían en 1º a todos la prueba de Mantoux (tuberculosis) para detectarla».

Pero, el problema de estas campañas de cribado es el precio. Nieto aclara que «muchos especialistas dudan de que sean coste-efectivas. Lo mejor, más eficiente y barato, es determinar hepatitis C a personas con transaminasas altas y tratarlas aunque de forma algo tardía, que coger a la población y pasarla por el análisis, cuando no vas tratar ni mucho menos a todos. Generalmente estas campañas suelen valer en grupos de riesgo pero son muy poco coste-efectivas en la población general. Se han hecho muchas con el VIH, pero en población de riesgo».

Por su parte, Pineda considera que «síise hace de forma adecuada, puede ser coste-efectiva. En este sentido, no tengo muchos datos de cuál es el plan de trabajo, ya que en el documento que se ha hecho público no se concreta mucho y, desgraciadamente, se ha decidido no contar con ningún miembro de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica para la elaboración y desarrollo de éste, pese a que somos los especialistas responsables del tratamiento de una tercera parte de los enfermos diagnosticados en nuestro país (todos los coinfectados por VIH y VHC y muchos infectados sólo por VHC) y de la totalidad de los procedimientos diagnósticos usados en la hepatitis C».

Opción inútil

Una de las premisas de hacer un cribado es tomar una intervención al respecto, de lo contrario, no sirve de nada. En el caso de la hepatitis actualmente existen tratamientos muy efectivos, pero en otros casos, si no se va a tomar ninguna medida al respecto, fuentes sanitarias consultadas aseguran que «el cribado es inútil porque se empezaría a diagnosticar a gente y no se podría ofrecer nada a cambio, sólo la angustia de saber que lo tienen, hacer un seguimiento y decirles que el pronóstico es variable». Por ejemplo, durante el embarazo, «se hace cribado a las mujeres de hepatitis B (porque si la madre es positiva, existe vacuna y tratamiento con gamma globulina para el neonato, eficaz), VIH (tratamiento antirretroviral en la madre y en el recién nacido que evita la transmisión), sífilis (antibióticos a la madre que evitan la transmisión). Sin embargo, no se hace por ejemplo de citomegalovirus, ya que no hay tratamiento ni intervención que evite la transmisión al bebé, y su pronóstico es tan variable que va desde asintomático y sano por completo, hasta afectación importante, por lo que, queriendo “hacer un bien” por diagnosticar, sólo se genera angustia al no poder dar un mensaje claro».