Incendios

Hacerse socio del campo para salvarlo

Pedro Medrano y la Asociación Forestal de Soria recuperan una figura jurídica del siglo XIX para revitalizar zonas despobladas y gestionar áreas forestales para evitar incendios

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Pedro Medrano y la Asociación Forestal de Soria recuperan una figura jurídica del siglo XIX para revitalizar zonas despobladas y gestionar áreas forestales para evitar incendios

La Asociación Forestal de Soria ha recibido este verano el premio internacional Elinor Ostrom, por su proyecto Montes de Socios (los premios se establecen en memoria de esta politóloga estadounidense (1933-2012) que fue la primera mujer en recibir el Premio Nobel de Economía). El galardón reconoce las mejores iniciativas tanto de instituciones, administraciones y particulares que ejercen una labor relevante en defensa de los bienes comunes y la gobernanza. Su fundador Pedro Medrano también ha sido seleccionado por la Red Impulsores del Cambio, una alianza global puesta en marcha por Ashoka y varias instituciones que pretende canalizar la innovación disruptiva, es decir, aquella que tiene una importante repercusión social.

La iniciativa se basa en la creación de un nuevo concepto de comunidad rural, que trabaja para la protección de los montes, recuperando, visualizando y modernizando una forma colectiva de propiedad nacida a raíz de los procesos desamortizadores de finales del siglo XIX. «En España nos creemos muy modernos pero aún subsisten fórmulas comunitarias de propiedad de la tierra», explica el emprendedor. Durante la época de las desamortizaciones cuando se modernizaba el país a base de subastar terrenos que habían pertenecido históricamente a la iglesia o al ejército, los vecinos de muchas zonas rurales se vieron obligados a decidir entre cambiar de propietario o comprar esa tierra. Se generaron entonces estos terrenos privados colectivos. «Estas propiedades pasaron de contar con 30-40 propietarios originales a los 300-400 actuales por derechos de herencia y demás. Para estos terrenos era un problema porque no podían gestionarse legalmente», matiza Medrano.

Dos millones de hectáreas

Esta situación ocupa en España un terreno de entre 1,5-2 millones de hectáreas, es decir, el 7% del total de la superficie de bosque en España. Para solucionar el problema de abandono rural que sufren estas zonas, la falta de gestión y el deterioro que produce mayores riesgos de plagas y de incendios, los fundadores de la iniciativa provocaron en Soria en 2003 un cambio legislativo de forma que un pequeño grupo de personas pudiera tomar decisiones en esos montes de titularidad privada. Se trata de una nueva figura jurídica, las Juntas Gestoras, la que permite gestionar esos montes de propiedad compartida. Cada Junta está formada por al menos 10 copropietarios y se constituye legalmente como una asociación con unos estatutos reguladores y un plan de actuación. Con este nuevo modelo de gestión, Medrano encuentra y saca partido de bosques abandonados para vincularlos a personas, comunidades, y hacer de ellos una fuente de riqueza cultural y natural. «De un colectivo de 10-20 personas que gestionaban de forma ilegal se ha pasado a unos colectivos de cientos de personas que vuelven a vincularse con las actividades de los terrenos en los que tienen participaciones. Ahora mismo el proyecto implica a 15.000 personas y 35.000 hectáreas de terreno», explica.

El proyecto comenzó en Soria pero se ha expandido por Aragón, Asturias, Castilla-La Mancha y Castilla y León. Entre las actividades de dinamización que se llevan a cabo en estos terrenos destaca por ejemplo la creación de cinturones protectores para evitar los incendios forestales. «Pasar de montes abandonados a bien gestionados reduce considerablemente la posibilidad de incendios. Pero no es la única actividad que se realiza en los montes. Por ejemplo, en Royo, Soria, desde 2012 cuando se estableció la Junta Rectora, se ha dividido el terreno y se han otorgado lotes de tierra para cultivar frutos del bosque. En otro pueblo, La Póveda, se ha combatido la despoblación derivada de la desaparición de la actividad ganadera creando un plan de gestión que desbroza el campo de ramitas. Con ellas se fabrican elementos decorativos que luego se comercializan. También se han hecho campamentos campesinos en verano para niños, etc.», puntualiza el emprendedor.