Médicos

Fernando Fabiani: «El teatro es un magnífico antidepresivo»

Publica «Vengo sin cita» (Aguilar), un anecdotario de la Sanidad pública y sus pacientes con mucho humor y casos muy reales.

Fernando Fabiani: «El teatro es un magnífico antidepresivo»
Fernando Fabiani: «El teatro es un magnífico antidepresivo»larazon

Publica «Vengo sin cita» (Aguilar), un anecdotario de la Sanidad pública y sus pacientes con mucho humor y casos muy reales.

Compagina la medicina de familia en un centro de salud, «que sí es una especialidad aunque no termine en -ología», con la dirección de la compañía de teatro Síndrome Clown, seguramente los cómicos más rompedores de la escena andaluza actual. Por si fuera poco, Fernando Fabiani (Sevilla, 1975) se ha atrevido con la literatura. «Vengo sin cita» (Aguilar), con ilustraciones de Laura Santolaya y citas de la cuenta @dijoelpaciente, es más que un recorrido sobre las vicisitudes diarias del doctor Teo Jarcia, alter ego del actor. Es, sobre todo, un botiquín cargado con el mejor de los remedios: el humor.

–Antes que nada: viniendo de camino he notado un dolorcillo en la espalda. ¿Es grave?

–Cuando eres médico, incluso desde que estudias primero de medicina, sabes que en todas las conversaciones de tu vida te van a terminar pidiendo un diagnóstico. Es una de las cosas con la que debemos convivir. Una persona adulta experimenta un síntoma nuevo, de media, cada cuatro días. Y si tienes un médico a mano, pues le preguntas.

–¿Todos los casos que cuenta en su libro son verídicos?

–Absolutamente. Es verdad que algunos están pasados por la mirada de Teo y entiendo que otros, de tan increíbles que parecen, pudiera pensarse que los ha inventado un guionista, pero están sacados de la realidad.

–Es que un centro de salud es como un cuartel cuando había mili, el espejo de la sociedad.

–Cierto. Todo el mundo va al médico, sin distinción de clases sociales. Y al de familia, como para él no existe información irrelevante, le cuentas las cosas que antes se le contaban al confesor. Es que si un tío lleva seis meses parado, ¡claro que se vuelve propenso al dolor de cabeza! Los médicos de familia, aunque no tengamos el glamur de otros especialistas, somos un termómetro social bastante fiable.

–Repite en su libro lo de la falta de eso, de glamur. ¿Tan escaso reconocimiento tienen?

–La salud es un asunto lo suficientemente serio como para tomárselo con humor. Es verdad que, en una reunión de amigos, mola mucho menos decir que eres cardiólogo, pero no creo que ni mis compañeros ni yo nos sintamos poco reconocidos. Lo que sí es verdad es que esa fascinación por especialidades más vistosas se refleja, por ejemplo, en las inversiones. Cualquier estudio serio concluye que el euro invertido en atención primaria es diez veces más rentable que el que se gasta en otro tipo de tecnología y, sin embargo, es donde hay más recortes porque los médicos de familia ni los centros de salud salimos en los telediarios y los políticos, por desgracia, invierten para generar titulares.

–También se lee entre líneas cierto hartazgo por el abuso del sistema público de salud.

–Cuidado con la palabra «abuso» porque tiene connotaciones negativas. Yo no diría que un paciente abusa porque para ello tendría que tener conciencia de estar abusando. Pero sí es cierto que hay un mal uso, por desinformación, que redunda en una sobrecarga del sistema. Mi consejo es: vayan al médico lo menos posible, disfruten de la vida, no dejen que nadie los asuste y obsérvense antes de requerir un tratamiento.

–Las citas de @dijoelpaciente que jalonan los fines de capítulo parecen las notas de un monologuista.

–Porque la realidad siempre supera a la ficción. Lo primero que un médico hace cuando llega un paciente es entrevistarlo y no siempre es fácil describir sensaciones con palabras. Una infección de orina, por ejemplo, escuece o provoca picores, pero hay gente que no sabe expresarlo exactamente y te suelta: «El pipí me da tirititraun». Yo eso lo entiendo a la perfección, es pura economía del lenguaje.

–Su grupo de teatro, Síndrome Clown, suele hacer montajes temáticos. ¿Es este libro el anticipo de su próxima obra?

–No está pensado así, aunque nunca se sabe porque no soy de hacer planes. Es verdad que mi experiencia a la hora de escribir guiones ha impregnado este libro, que he querido que sea muy dinámico, con diferentes secciones que rompan el ritmo... Pero no, no está en los planes inmediatos hacer una obra así. Lo que sin embargo resulta incuestionable es que ver una buena obra de teatro mejora la salud.

–¿Existe entonces el teatro de autoayuda?

–Sin duda. Ahora la gente quiere ir al teatro, o al cine, a pasárselo bien, y yo he recomendado a veces a los pacientes que fuesen a ver una comedia. Es el mejor antidepresivo. Se me ha dado el caso de que un paciente haya venido a una obra nuestra y el fin de semana siguiente ha vuelto con medio vecindario. Es muy sano estar dos horas viendo a unos tíos hacer el payaso.

–Doctor, ¿cuál es el estado de nuestro sistema público de salud?

–Bueno, incluso muy bueno, pero en absoluto hay que caer en la autocomplacencia. Toda la población española, con independencia de sus recursos económicos, recibe una atención sanitaria más que aceptable, aunque ello no significa que haya motivos para presumir ni para sacar pecho porque existen muchísimas cosas que mejorar, sobre todo en lo tocante a la atención primaria. En el barrio donde trabajo, construyeron un centro de salud que es como un palacio de congresos. Nada más con lo que se gasta en aire acondicionado durante los tres meses de verano, habría dinero para contratar a dos médicos más. Se tira mucha pasta en tonterías.