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Cómo evitar el próximo, e inminente, colapso financiero

Cómo evitar el próximo, e inminente, colapso financiero
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La crisis financiera global que sacudió el mundo entre 2008 y 2009 dejó paso a una frustrante «nueva normalidad» dominada por una economía mundial que opera muy por debajo de sus posibilidades y obstaculiza la creación de puestos de trabajo, alimenta el mal funcionamiento de las instituciones políticas, contribuye a las tensiones geopolíticas y agrava las desigualdades. Todo ello pese a unas intervenciones políticas masivas por parte de los bancos centrales.

Ahora hay señales inequívocas de que esta etapa de mediocridad económica y precios artificiales en los mercados financieros se acaba. Estamos llegando a la bifurcación del camino: una ruta nos lleva hacia el crecimiento, la prosperidad y la estabilidad financiera; la otra hacia la recesión y el caos en los mercados. En consecuencia, tenemos la posibilidad, y la obligación, de decidir hacia dónde queremos dirigimos.

Sobre todo ello versa Lo único importante.-lo-unico-importante/213704" target="_blank">Clibro-lo-unico-importante/213704" target="_blank">ómo evitar el próximo, e inminente, colapso financiero, el último libro del economista Mohamed A. El-Erian y recientemente publicado en castellano por Ediciones Deusto. Aplicando su exquisita combinación de conocimientos sobre economía, finanzas y ciencias del comportamiento, El-Erian nos proporciona las herramientas necesarias para entender adecuadamente este punto de inflexión, prepararnos para superarlo y salir reforzados del mismo.

Partiendo de su respuesta a esta crisis global, El-Erian explica cómo y por qué nuestros bancos centrales se convirtieron en los principales actores políticos y, sobre todo, por qué no pueden seguir ocupando esa posición en solitario. Tal y como defiende en las páginas del libro, salvaron el sistema financiero del colapso y de una depresión económica durante varios años, pero carecen de los instrumentos necesarios para impulsar un retorno al crecimiento inclusivo sostenido y a la estabilidad financiera duradera. Ha llegado el momento, a su juicio, de dejar este periodo prolongado de experimentos en política monetaria y encarar una estrategia que aborde mejor los males que aquejan a las economías y distorsionan el sector financiero antes de que nos veamos abocados a las puertas de otra crisis.

Mohamed A. El-Erian es asesor económico jefe de Allianz, empresa matriz de PIMCO, donde previamente ejerció como consejero delegado y codirector de sistemas de información. Asimismo, fue director adjunto del Fondo Monetario Internacional, director gerente de Salomon Smith Barney y presidente y consejero delegado de Harvard Management Company. Su libro anterior, Cuando los mercados chocan, fue bestseller del New York Times y del Wall Street Journal, ganó el premio Financial Times y Goldman Sachs al mejor libro del año.

A continuación reproducimos el preámbulo de su Lo único importante. Cómo evitar el próximo, e inminente, colapso financiero.

Preámbulo

“Lo que hace falta no son más finanzas, sino unas finanzas mejores”.

-Martin Wolf

“El mundo agotó hace tiempo las posibilidades de la improvisación de los bancos centrales como estrategia de crecimiento”.

-Larry Summers

Durante estos últimos años, la economía mundial ha evolucionado de maneras que antes considerábamos sumamente improbables, por no decir impensables. Se trata de un fenómeno que continúa en nuestros días y que, como quedará claro en el presente libro, se agudizará en los tiempos que vienen.

La crisis financiera global que sacudió prácticamente todos los países, gobiernos y hogares del mundo entre 2008 y 2009 dejó paso a una frustrante “nueva normalidad” de bajo crecimiento, desigualdad creciente, disfunción política y, en algunos casos, tensiones sociales –todo ello pese a unas intervenciones políticas masivas por parte de los bancos centrales y a unas innovaciones tecnológicas transformadoras.

Ahora esta nueva normalidad se está agotando por momentos. Quienes se toman la molestia de mirar observan cómo los signos de tensión se multiplican, hasta el punto de que la ruta seguida por la economía mundial tiene visos de interrumpirse pronto, y posiblemente de modo brusco.

A medida que nos aproximamos a este punto de inflexión histórico, lo impensable será cada vez más habitual y las inseguridades aumentarán, especialmente cuando vaya quedando claro que, en lugar de una transición progresiva y automática, la ruta actual podría desembocar en uno de dos caminos nuevos y muy diferentes entre sí. El primero nos promete un crecimiento mayor e inclusivo, junto a una verdadera estabilidad financiera. En cambio, el segundo nos atrapará en un crecimiento aún menor, con recesiones periódicas y el retorno de la inestabilidad financiera.

Afortunadamente, no hay nada predestinado sobre lo que nos espera cuando la nueva normalidad se haya agotado. El camino por el que saldremos de la bifurcación a la que estamos llegando todavía puede verse influido decisivamente por las decisiones que tomemos en cuanto que hogares, empresas y gobiernos. Pero para elegir mejor, necesitamos comprender los factores que intervienen y su evolución más probable. No hay mejor modo de lograrlo que examinar el pasado, el presente y el futuro de los principales bancos centrales del mundo.

Estas instituciones, en su momento formales y aburridas, se han situado como los principales diseñadores de políticas y a menudo los únicos. Tras haberse quedado dormidos mientras la asunción irresponsable de riesgos financieros se disparaba, pivotaron a un modo de intervención agresiva durante la crisis financiera global. Con ello salvaron al mundo de una depresión multianual que habría devastado vidas y favorecido la agitación social.

Al detectar que otros diseñadores de políticas estaban paralizados por unas políticas disfuncionales, a continuación los bancos centrales descubrieron maneras experimentales de mantener la economía global en la senda del crecimiento, por artificial que éste fuera, y lo consiguieron pese a que los motores subyacentes de la prosperidad económica seguían sin ser remozados.

Ahora se espera de estas instituciones monetarias que sigan produciendo milagros. Pero su capacidad para continuar sacando conejos de sus chisteras políticas está llegando al límite.

Este papel protagonista es nuevo y poco habitual para los bancos centrales. Han pasado décadas funcionando en la sombra. La mayoría de quienes se molestaban en seguir a estas instituciones orgullosas y tradicionales -que eran muy pocos más allá del reducido círculo de los economistas monetarios y los estudiosos de la política-- consideraban que estaban formadas por tecnócratas sumamente convencionales que trabajaban discretamente entre bastidores utilizando instrumentos técnicos complejos.

La fundación del primer banco central se remonta a Escandinavia en el siglo XVII, un siglo en el que también se creó en 1694 el Banco de Inglaterra, considerado generalmente como el padre de la banca central moderna. Pese a la desaparición del Imperio Británico, la “Vieja dama de Threadneedle Street”, como se conoce afectuosamente al banco –después de todo, ha influido en el diseño de la mayor parte de los demás bancos centrales del mundo-- sigue siendo uno de los miembros más influyentes de este club tan exclusivo como enigmático.

Aun así, su poder y su alcance palidecen frente a los de otras dos instituciones que aparecen destacadamente en este libro: la Reserva Federal de los EE UU, el banco central más poderoso del mundo, y el Banco Central Europeo (BCE), emisor de la moneda común de Europa (el euro), actualmente utilizada por 19 estados miembros y el componente más avanzado del histórico proyecto de integración de la región.

Ambas instituciones son muchísimo más jóvenes que el Banco de Inglaterra.

La Fed no fue creada hasta 1913, en respuesta a la tormenta financiera. En la actualidad, como banco central de los 50 estados de EE UU y sus territorios, y operando bajo la autoridad que en ella delega el Congreso, la Fed tiene la misión de “proporcionar a la nación un sistema monetario y financiero seguro, flexible y estable”.

El BCE comenzó a funcionar en 1999. En colaboración con los bancos centrales nacionales que también forman parte del Eurosistema, su objetivo consiste en mantener la estabilidad de los precios, salvaguardar la moneda común y supervisar a las entidades de crédito (predominantemente bancos).

A fin de cumplir sus objetivos, todos los bancos centrales han sido investidos con el poder de administrar el suministro de moneda y dinero del país con el fin de alcanzar unos determinados objetivos macroeconómicos –que en todos los casos incluyen una inflación baja y estable, y en algunos el incremento del empleo y el crecimiento económico. En los últimos años han sido cada vez más los bancos a los que se ha encomendado que supervisen algunas partes del sistema financiero y aseguren la estabilidad financiera general.

En el nivel más básico de sus operaciones, los bancos centrales controlan el precio y la cantidad de dinero en circulación, ya sea directamente (modificando los tipos de interés que cobran a los bancos y la cantidad de crédito que los bancos están autorizados a crear) o bien indirectamente (influyendo sobre el apetito del sistema por el riesgo y sus condiciones financieras generales). Al hacerlo, a lo largo del tiempo se les ha otorgado una mayor autonomía operativa respecto a sus jefes políticos.

Tanto si intervienen directamente como si lo hacen a través de un proceso parlamentario, son los gobiernos los que fijan los objetivos macro de los bancos centrales. Hecho lo cual, muchos quedan libres para alcanzar dichos objetivos utilizando los instrumentos que consideren oportunos. Generalmente este proceso ha sido valorado de manera favorable porque aísla a los bancos centrales de las aventuras políticas a corto plazo de unos gobiernos que tienen la vista puesta en sus posibilidades de reelección. Y el poder y la influencia que de ello se derivan para los bancos centrales ha aumentado enormemente.

Tomemos el ejemplo de la Fed. Al igual que otros bancos centrales, ha experimentado un incremento extraordinario en su lista de tareas, herramientas e influencias, pasando de algo tan simple como ser el emisor único de moneda a gestionar y regular el sistema bancario, que es mucho más complejo. En concreto, y citando la misión declarada que figura en su sitio web, actualmente la Fed es responsable de:

• Poner en práctica la política monetaria de la nación mediante la influencia en las condiciones monetarias y de crédito de la economía, en busca del máximo nivel de empleo, de unos precios estables y de unos tipos de interés a largo plazo moderados.

• Supervisar y regular las entidades bancarias con el fin de asegurar la seguridad y la solvencia del sistema bancario y financiero de la nación y de proteger el derecho de los consumidores al crédito.

• Mantener la estabilidad del sistema financiero y contener el riesgo sistémico que pueda surgir en los mercados financieros; y por último

• Prestar servicios financieros a las instituciones de depósito, al gobierno de los EEUU y a instituciones oficiales extranjeras, lo que incluye jugar un papel destacado en el funcionamiento del sistema de pagos de la nación.

Pese a tan notable ampliación de sus responsabilidades, su poder y su impacto, los bancos centrales no estaban preparados para la conversión sin precedentes que han experimentado en estos últimos años, tanto durante la crisis financiera global como en las secuelas de la misma.

Forzados a abandonar su misterioso anonimato y su orientación extremadamente técnica, los bancos centrales se han visto empujados a la primera línea de la actualidad como responsables supremos del destino de la economía mundial. Tras responder a una emergencia tras otra, han dejado de lado sus enfoques convencionales y en su lugar han evolucionado a experimentadores de políticas en serie.

A menudo, contra lo que se esperaría de instituciones tan obsesionadas con la tradición, se han visto impulsados a recurrir a instrumentos políticos no verificados. Y como a menudo sus expectativas de unos mejores resultados no se han cumplido, muchos han sentido (y todavía la sienten) la necesidad de aventurarse aún más a fondo en terrenos y papeles políticos desconocidos.

Para alguien acostumbrado al funcionamiento convencional de las economías y los sistemas financieros, todo lo dicho constituye poco menos que una transfiguración impensable de los bancos centrales. Pero los cambios estructurales no acaban ahí.

Lo que los bancos centrales han venido experimentando forma parte de un cambio significativamente más amplio cuyos efectos vamos a notar todos nosotros, nuestros hijos y, probablemente, también nuestros nietos. Se trata de un cambio que responde a evoluciones mucho mayores –y consiguientes-- de la economía mundial, del funcionamiento de los mercados y del panorama financiero. Y sus implicaciones se extienden más allá de la economía y las finanzas, alcanzando también la política nacional, las negociaciones regionales y globales y la geopolítica.

Comprender la conversión de los bancos centrales –tan imprevista como incómoda para ellos y para muchos otros-- de instituciones prácticamente invisibles en los únicos responsables políticos que cuentan nos proporciona una perspectiva única de los cambios aún mayores que afectan a nuestro mundo. Responden al cómo, al por qué y al y qué, porque:

• Explican cómo el sistema mundial ha fracasado en el cumplimiento de las aspiraciones legítimas de cientos de millones de personas de varios continentes, incluidas las vinculadas al progreso económico, el empleo remunerativo y la seguridad financiera.

• Detallan por qué al mundo le está costando tanto crecer, por qué los países son cada vez más desiguales y por qué tanta gente vive con esta sensación permanente de inestabilidad financiera e incluso de angustia; y por último,

• Aclarar por qué a tantos sistemas políticos les cuesta comprender en la práctica las realidades que cambian con rapidez y ponerse a la altura de las mismas, y ya no digamos orientarlas hacia un destino mejor.

Viviendo en este mundo la mayoría de nosotros ya hemos observado, sea directa o indirectamente, un conjunto de cambios poco habituales, por no decir improbables. Es un fenómeno que se nota a diversos niveles. Y hasta ahora no ha hecho más que comenzar.

Durante los años que vienen, es probable que este mundo tan sumamente fluido en el que vivimos nos haga salir de nuestras zonas de confort; y que nos desafíe a responder en consecuencia. Y no deberíamos limitarnos a esperar que los gobiernos mejoren las cosas.

A menos que comprendamos la naturaleza de las fuerzas perturbadoras, los puntos de inflexión y las bifurcaciones, nuestras reacciones probablemente no estarán a la altura de las circunstancias. Y cuanto más ocurra, más probable es que perdamos el control de un destino económico, financiero y político ordenado, tanto para nuestra generación como para las venideras.

Mirando el mundo desde el punto de vista de los bancos centrales, el propósito de este libro es incrementar la probabilidad de que usted gestione mejor lo que le espera a la economía mundial. Analizando las causas y las implicaciones de la transformación histórica e inesperada de los bancos centrales, y especialmente vinculándolos a los cambios sociales, mucho más amplios, el libro explica brevemente cómo y por qué hemos llegado a esta encrucijada tan importante. Aun así, éste no es un libro de historia, y ciertamente tampoco es sólo sobre los bancos centrales. Más bien, al aportar un diagnóstico del mundo en el que vivimos hoy, es predominantemente sobre lo que le espera a la economía mundial que compartimos entre todos, y de lo que cabe hacer con ella, especificando pues lo que hace falta para sacar al sistema mundial de su estancamiento, hasta qué punto es probable que eso suceda, y lo que es probable que ocurra en caso de fracaso.

Por todos estos motivos, y por algunos más que irán saliendo a la luz durante la lectura del libro, mi esperanza es que sus conclusiones principales se extiendan mucho más allá de la comprensión del papel crucial de los bancos centrales, incluyendo hasta qué punto está entrelazado con el destino de la economía mundial. El lector obtendrá también unos cuantos marcos de análisis que son factibles y que le ayudarán a mejorar las probabilidades de unos resultados mejores.