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De por qué Pablo Iglesias no quiso pactar y Pedro Sánchez sí contempló la abstención

De por qué Pablo Iglesias no quiso pactar y Pedro Sánchez sí contempló la abstención
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Ni Podemos quiso pactar con el PSOE y con Ciudadanos para desalojar a Mariano Rajoy de La Moncloa tras las elecciones del 20 de diciembre ni Pedro Sánchez descartó desde un primer momento la abstención del PSOE tras los comicios del 26 de junio. Estas son dos de las tesis que defiende Jordi Sevilla en su libro Vetos, pinzas y errores, recientemente publicado por Ediciones Deusto.

Escrito en clave de crónica periodística y testimonial, Jordi Sevilla recupera las notas escritas en su diario personal e incluye asimismo los informes y documentos internos que escribió o bien en cuya redacción participó y que guiaron los movimientos de Pedro Sánchez y de su equipo de confianza a lo largo del pasado año en las diferentes rondas negociadoras para tratar de formar gobierno.

Jordi Sevilla, como responsable del programa económico del PSOE, fue uno de los participantes en esas reuniones con Ciudadanos, Podemos y otras fuerzas políticas para alcanzar un acuerdo de investidura y, con ello, testigo privilegiado de los intereses cruzados, pinzas y vetos que se produjeron y que no siempre llegaron a las páginas de los periódicos. En este libro cuenta todo lo que ocurrió de puertas adentro y que, hasta la fecha, nadie relatado. Asimismo, analiza las consecuencias posteriores, los acontecimientos que tuvieron lugar y la crisis interna del PSOE que llevó a la abstención y posibilitó el gobierno del PP.

Tal y como indica el título del ensayo, Jordi Sevilla estructura el relato alrededor de los vetos, las pinzas y los errores que tuvieron lugar a lo largo del extraordinario proceso electoral pasado año y que culminaron con la investidura deMariano Rajoy para una segunda legislatura.

La primera de las pinzas hace referencia a lo ocurrido en la investidura del mes de marzo, en la que tanto PP como Podemos votaron no a la candidatura de Pedro Sánchez, en una pinza que recordó a la que veinte años antes habían protagonizado José María Aznar y Julio Anguita con el objetivo de finiquitar el gobierno socialista de Felipe González. A juicio de Sevilla, no obstante, esta pinza se alargó en el tiempo, y tal y como señala en su texto, a lo largo de tres meses hubo más de seis ocasiones en los que, pudiendo existir un acercamiento entre Podemos y el PSOE para formar un gobierno alternativo con Ciudadanos, Pablo Iglesias se ocupó de dinamitar todos los puentes posibles y ello, como sabemos ahora, en contra de la opinión de Íñigo Errejón y de otros destacados dirigentes podemitas y con el objetivo nunca confesado de provocar unas segundas elecciones en las que superar electoralmente al PSOE, el famoso sorpasso, y convertirse en líder de la oposición. No fueron los barones del PSOE quienes no dejaron a Pedro Sánchez alcanzar un pacto con Podemos, como sigue defendiendo Pablo Iglesias, ni tampoco supuestos movimientos de las élites económicas y empresariales.

Defender tales argumentos, escribe Sevilla, no es otra cosa que tratar de establecer una “posverdad”. A su juicio, Podemos votó no a la investidura de Pedro Sánchez por “inmadurez, soberbia, obsesión y deudas pendientes con el PSOE. Nada que ver con el programa de ese gobierno como siguen diciendo algunos en Podemos: no quisieron sentarse a negociar para que un socialista fuese Presidente del Gobierno porque su estrategia era «la negación obsesiva y el choque frontal con el PSOE» (Errejón dixit) para conseguir el sorpasso”.

Hubo también otra pinza, quizá menos tangible, en opinión de Jordi Sevilla: la que se estableció entre Mariano Rajoy y miembros del PSOE dispuestos a que Pedro Sánchez modificara su hoja de ruta. En este sentido, Jordi Sevilla escribe: “Hubo pinza entre Rajoy y aquellos que desde el ámbito socialista estaban a favor de provocar un giro importante en la estrategia política de Sánchez aunque ello significara llegar al extremo de deponerlo como secretario general”.

Otro elemento que nos permite entender los motivos por los cuales no se llegó, en sus distintas oportunidades, a un gobierno alternativo al del PP fueron los vetos que se produjeron entre partidos políticos. Uno de ellos fue el que se impusieron Ciudadanos y Podemos. Otros, y también recíprocamente, el de Ciudadanos con el PNV y el de Ciudadanos con los independentistas catalanes. No obstante, el más significativo fue el veto del PSOE a Rajoy y al PP, aprobado por el Comité Federal del partido tras las elecciones de diciembre y ratificado más adelante tras los comicios de julio. Respecto a esta cuestión, Jordi Sevilla sale en defensa de Pedro Sánchez al recordar que no se trataba de la obstinación de éste por el “No es no”, sino que ésta fue “la línea política aprobada por los máximos órganos del partido y defendida por la práctica totalidad de sus dirigentes”. Y añade: “Hasta que dejaron de hacerlo, por razones superiores”. Razones de las que se ocupa a lo largo de varias páginas del libro.

Por último, fueron los errores cometidos por los distintos partidos en liza los que motivaron que los acontecimientos se dieran como se finalmente se produjeron. Entre los errores del PSOE destaca tres, a saber: hacer público, precipitadamente, el acuerdo entre PSOE y Ciudadanos, dado que dio la excusa perfecta a Pablo Iglesias para mostrar su rechazo a un pacto con ambas fuerzas; el error de cálculo acerca de las opciones del PSOE (del “No es no” a la abstención) y, por último, la mala gestión del conflicto interno en el partido socialista.

Sobre el primer error escribe: “El primero es un error de apreciación y tiene que ver con el acuerdo suscrito con Ciudadanos para apoyar la investidura de Pedro Sánchez. Es obvio que defiendo plenamente el acuerdo tanto en su contenido como en su intención. Y es obvio que quienes lo menosprecian, diciendo cosas como «es de derechas», simplemente no lo han leído, repiten la consigna que les han dado o son malintencionados. Me refiero a algo que cuento en el libro: constatados por las delegaciones negociadoras los puntos más difíciles en los que no había sido posible el acuerdo, los dos líderes, Pedro Sánchez y Albert Rivera, se encerraron a solas y cerraron por sí mismos las discrepancias finales. En ese momento nosotros teníamos abierta la mesa negociadora con IU, Compromís y Podemos con sus confluencias. Aunque era evidente que Podemos no tenía voluntad de llegar a un acuerdo, que sí habíamos alcanzado ya con IU y Compromís, es posible que precipitar el acuerdo público con Ciudadanos en ese momento fuera un error”.

Sobre el segundo apunta: “El segundo es un error de cálculo. Jamás pensamos que la lógica pugna entre las opciones políticas del «no es no» y la abstención pudieran llegar tan lejos como para tener las repercusiones que tuvieron en el seno del propio PSOE. Sobre todo porque, como he dicho, tras los resultados de las segundas elecciones empezamos contemplando la posibilidad de la abstención en tres vertientes: negociada, no negociada y lo que se dio en llamar «abstención técnica», de sólo aquella parte del grupo parlamentario necesaria para evitar el bloqueo. Ante el silencio o el apoyo de la mayoría de los barones socialistas, nuestra posición se fue endureciendo hacia el voto en contra conforme nuestros militantes, o eso entendíamos, se iban posicionando en ese sentido debido a la actitud de Mariano Rajoy, a quien cada vez veíamos como menos merecedor del esfuerzo que se nos pedía. Un movimiento que finalmente desembocó en confundir la posición política del partido con un pulso por el poder interno, en el que, además, participaban otros actores desde fuera. Un debate político en el que cualquier opción tenía pros y contras se dogmatizó al transformarse en una batalla sobre la autonomía del PSOE y los poderes, e incluso la capacidad, de su secretario general”.

Y, sobre el tercer error, opina que “fue un error en la gestión del conflicto interno en el PSOE, en el cual se confundieron de manera interesada por todas las partes las diferencias políticas con la pugna por el poder orgánico. Y no hablo sólo del secretario general, sino de todos los protagonistas en liza, aunque la responsabilidad del primero haya de ser mayor por el puesto que ostentaba. Durante los meses en que volví a trabajar en Ferraz viví situaciones que no había vivido en largos años de militancia —incluidos algunos momentos de confrontación como los que hubo entre renovadores y guerristas, partidarios de Borrell y partidarios de Almunia, etcétera—: enconamientos personales llevados al terreno político, incomunicación entre los dirigentes, desconfianza... Sólo así se explica que nadie enseñase todas sus cartas y el secretario general no explicara públicamente cuál era la consecuencia del «no es no», ni que quienes se le oponían reconocieran públicamente que el «trilema» acordado en el Comité Federal de diciembre («no al PP, no a los independentistas y no a terceras elecciones») sólo tenía solución mediante un gobierno apoyado por Podemos y por Ciudadanos como el que intentamos, pero resultó imposible. A partir de ahí, mi tesis es que Sánchez optó por romper el trilema yendo a terceras elecciones, pero no lo dijo, mientras que los barones críticos decidieron romperlo recurriendo a la abstención con Rajoy, pero tampoco lo dijeron. El Comité Federal que forzó la dimisión de Sánchez no trató, de hecho, ninguno de estos asuntos, sino una propuesta de convocatoria del Congreso del partido. El legítimo debate político entre distintas opciones se sumergió y ocultó detrás de un conflicto de puro poder orgánico, evidenciado un problema no previsto en el choque de legitimidades entre un secretario general elegido por los militantes mediante primarias y un partido cuya organización depende de unos líderes territoriales con mucho poder orgánico. Sánchez era el secretario general con más legitimidad democrática interna y con menos control de la organización. Y esta realidad acabó en profunda disfunción porque los protagonistas de esa nueva situación no la supieron gestionar: ni el secretario general podía estar al dictado de los barones territoriales, ni podía dirigir el partido como si no existiesen otros focos importantes de poder interno con los que había, necesariamente, que contar”.

Vetos, pinzas y errores que nos permiten entender lo ocurrido durante los 314 días que median entre las elecciones del 20 de diciembre de 2015 y la investidura el 29 de octubre de 2016 de Mariano Rajoy y, con ello, entender los motivos por los cuales, aun siendo posible, no se llegó a un pacto entre PSOE, Podemos y Ciudadanos que permitiera un gobierno alternativo al de Mariano Rajoy. Cuestiones todas ellas que, en paralelo, nos permiten entender también los acontecimientos que desembocaron en el fatídico Comité Federal del PSOE del 1 de octubre y que acabó con la dimisión de Pedro Sánchez al frente de la secretaría general.