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Charlas TED

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Tal y como afirma el ensayista y profesor de Harvard Steven Pinker, las charlas TED han reinventado el arte de la retórica en este siglo XXI. Por su escenario han desfilado los más grandes pensadores de nuestro tiempo y todos bajo una premisa común: compartir en un máximo de 18 minutos aquellas “ideas que merece la pena propagar”, que es a su vez el lema de las charlas TED.

Desde su fundación en 1984 se han organizado más de 2.300 charlas, las cuales han sido vistas, en su formato online, por millones de personas. Quienes han tenido el privilegio de verlas en directo suelen referirse a ellas como “el mejor balneario del cerebro” y, también, como “un viaje de cuatro días al futuro”.

Pero lo que ha convertido a TED en el paradigma de las conferencias no es sólo lo que se dice en ellas, o quien lo dice -ya sea Bill Clinton, Bill Gates, Jane Goodall, Frank Gehry, Paul Simon, Sir Richard Branson, Philippe Starck o Bono-, sino cómo se dice lo que se dice. Nada en ellas es casual y todo está perfectamente estudiado y preparado. Dar una charla y que ésta genere un impacto en el espectador no es, pues, casual, sino que se debe a una serie de patrones que el conferenciante ha sabido seguir.

Una charla bien planificada puede electrizar a todo un público y transformar su visión de las cosas, generar empatía, suscitar emoción, intercambiar conocimiento y promover un sueño compartido. Su poder, a menudo, puede ser muchísimo mayor que cualquier palabra escrita.

Para compartir este modo de proceder, Chris Anderson, responsable de TED desde 2001, ha escrito recientemente Charlas TED. La guía oficial para hablar en público (Deusto, 2016). En él nos explica todos los secretos de las charlas TED para que los lectores sepamos también comunicar nuestras ideas y generar impacto cuando debamos hablar en público.

A continuación reproducimos el prólogo del libro de Chris Anderson.

Prólogo

Las luces se apagan lentamente. Aparece en el escenario una mujer con las manos sudorosas. Le tiemblan un poco las piernas. Un foco le ilumina la cara y mil doscientos pares de ojos se clavan en los suyos. El público nota que está nerviosa. Hay una tensión palpable en la sala. Ella carraspea y empieza a hablar.

Lo que ocurre a continuación es asombroso.

Los mil doscientos cerebros alojados en el interior de las cabezas de mil doscientos individuos independientes pasan a comportarse de un modo muy extraño. Comienzan a sincronizarse. Un hechizo mágico tejido por la mujer atrapa a todos y cada uno de los asistentes, que se sorprenden al unísono, se ríen a la vez, lloran juntos. Y mientras lo hacen, también ocurre otra cosa: unos patrones complejos de información, encriptados neurológicamente, pasan de algún modo, se copian, se transfieren, a los mil doscientos cerebros de las personas que conforman el público.

Esos patrones permanecerán en esos cerebros el resto de su vida, y posiblemente sigan influyendo en su comportamiento muchos años después. Lo que la mujer del escenario teje no es brujería, sino asombro. Pero sus habilidades son tan poderosas como las de una hechicera.

Las hormigas dan forma al comportamiento de las demás hormigas intercambiando componentes químicos. Nosotros lo hacemos plantándonos los unos frente a los otros, mirándonos a los ojos, agitando las manos y emitiendo unos sonidos extraños por la boca. La comunicación entre seres humanos es una de las auténticas maravillas del mundo. La ponemos en práctica todos los días, de manera inconsciente. Y alcanza su forma más intensa sobre una tarima, en un escenario público.

El propósito de este libro es explicarte cómo se consigue el milagro de hablar bien en público, y equiparte para hacerlo lo mejor posible. De todos modos, conviene hacer hincapié en algo desde el principio.

No existe sólo una manera de pronunciar una gran conferencia, una gran charla. El mundo del conocimiento es demasiado amplio, y el espectro de conferenciantes, de públicos y de entornos resulta demasiado variado como para que algo así sea posible. Es muy probable que todo intento de aplicar una única forma predeterminada desemboque en fracaso. El público se da cuenta al momento y se siente manipulado.

De hecho, incluso si hubiera una fórmula de éxito para un momento dado, ésta no seguiría siéndolo durante mucho tiempo. Y eso es así porque un elemento clave del atractivo de una gran charla está en su frescura. Somos humanos, y no nos gustan siempre las mismas cosas. Si tu charla se parece demasiado a otra que alguien ya ha oído, seguramente le impactará menos. Lo que menos nos interesa es que todo el mundo suene igual, o que alguien suene a falso.

Así pues, no debes pensar en los consejos de la presente obra como en reglas que «recetan» una única manera de hablar. Plantéatela, más bien, como un conjunto de herramientas pensadas para alentar la variedad. Y limítate a usar las que te vayan bien a ti y a la ocasión a la que te enfrentas. En realidad, tu única ocupación a la hora de pronunciar una charla es tener algo valioso que decir, y decirlo con autenticidad, a tu manera, que es única.

Es posible que te resulte más natural de lo que crees. Hablar en público es un arte antiguo, profundamente arraigado en nuestra mente. Se han realizado hallazgos arqueológicos de centenares de miles de años de antigüedad en los que aparecen lugares de encuentro donde nuestros antepasados se congregaban alrededor del fuego. En todas las culturas que han existido en la Tierra, a medida que el lenguaje se desarrollaba, la gente iba aprendiendo a compartir sus historias, sus esperanzas y sus sueños.

Imagina una escena típica. Ha caído la noche. La hoguera del campamento arde con fuerza. La leña crepita y ruge bajo un cielo estrellado. Un anciano se pone en pie y todas las miradas se vuelven y se clavan en el rostro sabio y arrugado que la luz parpadeante ilumina. Inicia el relato, y a medida que el narrador habla, quienes escuchan imaginan los hechos descritos. Esa imaginación trae consigo las mismas emociones compartidas por los personajes de la historia. Se trata de un proceso profundamente poderoso. Consiste en el alineamiento literal de múltiples mentes en una conciencia compartida. Durante un período de tiempo, los participantes de ese fuego de campamento actúan como si fueran una única forma de vida. Pueden levantarse al unísono, bailar al unísono, entonar cánticos al unísono. Con ese telón de fondo, no tardará en surgir el deseo de actuar juntos, de decidir emprender juntos un viaje, participar en una batalla, construir un edificio, formar parte de una celebración.

Y lo mismo sucede hoy. Para un líder (o para el defensor de una causa), hablar en público es la clave para despertar empatía, suscitar entusiasmo, compartir conocimientos e ideas nuevas, y promover un sueño compartido.

De hecho, la palabra hablada ha adquirido nuevos poderes. Nuestro fuego de campamento es hoy el mundo entero. Gracias a Internet, una sola conferencia en una sola sala de actos puede acabar siendo vista por millones de personas. Así como la imprenta amplificó inmensamente el poder de los autores, la Red está amplificando masivamente el impacto de los hablantes. Permite que cualquiera que cuente con una conexión a Internet, en cualquier parte del mundo (y en el transcurso de la siguiente década cabe esperar que casi todas las aldeas de la Tierra estén conectadas), convoque a los mejores profesores a sus casas y aprenda de ellos directamente. De repente, un arte muy antiguo adquiere un alcance global.

Esta revolución ha propiciado un renacimiento en la comunicación oral pública. Muchos de nosotros hemos padecido años de largas y aburridas clases magistrales en la universidad, de sermones interminables en las iglesias, o de discursos políticos manidos y predecibles. Pues no, no hace falta que las cosas sean así.

Si está bien dada, una charla puede entusiasmar a una sala de conferencias y transformar la visión del mundo del público. Si está bien dada, una charla es más poderosa que cualquier cosa que se presente por escrito. La escritura nos da las palabras. El habla trae consigo una caja de herramientas totalmente nueva: cuando miramos a los ojos de quien habla, cuando escuchamos su tono de voz, cuando detectamos su vulnerabilidad, su inteligencia, su pasión, tenemos acceso a unas habilidades inconscientes que se han ido perfeccionando a lo largo de centenares de miles de años. Habilidades capaces de asombrar, fortalecer, motivar.

Es más, hoy podemos potenciar esas aptitudes de maneras que los antiguos ni imaginaban siquiera. Contamos con la capacidad de mostrar ―ahí mismo, en alta resolución― cualquier imagen concebible o salida de la cámara de cualquier fotógrafo; de intercalar un video, un fragmento musical, de recurrir a herramientas de búsqueda que ofrecen el grueso del conocimiento humano a cualquiera con acceso a un teléfono inteligente.

La buena noticia es que esas aptitudes pueden enseñarse. Son absolutamente transmisibles, lo que implica que existe un nuevo superpoder del que cualquiera, joven o viejo, puede beneficiarse. Se denomina «competencia en exposición oral». Vivimos en una era en la que el mejor modo de influir en el mundo tal vez no sea ya escribir una carta al director o publicar un libro sino, sencillamente, ponerse en pie y decir algo..., porque tanto las palabras como la pasión con la que se expresan pueden viajar hoy por todo el mundo a una velocidad de vértigo.

En el siglo XXI, la competencia en exposición oral debería enseñarse en todos los colegios. Lo cierto es que, antes de la era de los libros, se consideraba parte esencial de la educación, aunque con un nombre anticuado: «retórica». Hoy, en la era de la conexión, deberíamos resucitar ese noble arte y añadirlo a los otros tres instrumentos básicos: lectura, escritura y aritmética.

El significado real del término es, simplemente, «el arte de hablar eficazmente». Y ése es, en esencia, el propósito de este libro. Adaptar la retórica a la nueva era. Ofrecer peldaños que nos conduzcan a una nueva competencia en la expresión oral.

Nuestra experiencia en TED en los últimos años puede contribuir a señalar el camino. TED empezó como congreso anual en el que se unían los campos de la tecnología, el entretenimiento y el diseño (de ahí su nombre). Pero en años recientes se ha ampliado para cubrir cualquier tema que sea de interés público. Los conferenciantes TED persiguen que sus ideas resulten accesibles a las personas ajenas a su campo pronunciando charlas breves y cuidadosamente preparadas. Y, para alegría nuestra, esa manera de hablar en público ha resultado ser todo un éxito online, hasta el punto de que, en 2015, las TED Talks tuvieron más de mil millones de visionados.

Mis colegas y yo hemos trabajado con centenares de conferenciantes TED, ayudándoles a afinar sus mensajes y a compartirlos. Todas esas personas asombrosas nos han llevado a cambiar por completo nuestra manera de ver el mundo. Durante la pasada década, hemos debatido apasionadamente entre nosotros sobre de qué manera, exactamente, esos conferenciantes han conseguido lo que han conseguido. Desde el privilegio que nos otorgan nuestros asientos en primera fila, nos hemos sentido intrigados, furiosos, informados e inspirados. También hemos tenido la ocasión de pedirles directamente consejo sobre cómo preparar y pronunciar una charla asombrosa. Gracias a su brillantez, hemos aprendido miles de ideas sobre su manera de conseguir algo tan extraordinario en apenas unos minutos.

Ello hace de este libro un esfuerzo colectivo. Es una colaboración con esos conferenciantes, así como con mis talentosos colegas, especialmente con Kelly Stoetzel, Bruno Giussani y Tom Rielly, que organizan y acogen conmigo los principales eventos TED, y que a lo largo de estos años han desempeñado un papel básico a la hora de dar forma al planteamiento y la estructura de las TED Talks, y de atraer a unas voces tan destacadas a nuestra plataforma.

También hemos bebido del saber colectivo de los miles de eventos TEDx autoorganizados. Los contenidos que surgen a partir de ellos suelen sorprendernos y entusiasmarnos, y han contribuido a ampliar nuestra comprensión de lo que es posible llevar a cabo en una charla pública.

La misión de TED es alimentar la expansión de ideas poderosas. No nos importa que ésta se dé a través de algo que se llame TED o TEDx, o que implique cualquier otra forma de expresión oral pública. Siempre que nos enteramos de que otras conferencias deciden organizar charlas tipo TED, nos sentimos entusiasmados. En el fondo, las ideas no tienen dueño. Cuentan con vida propia. Nos encanta asistir a este renacimiento actual del arte de hablar en público, ocurra donde ocurra y sea quien sea quien lo protagonice.

Así pues, el propósito de este libro no es sólo describir cómo pronunciar una TED Talk, sino algo mucho más amplio. Su finalidad es apoyar cualquier forma de comunicación oral pública que busque explicar, motivar, informar o convencer, ya sea en los negocios, en la educación o en el ámbito público. Sí, muchos de los ejemplos que aparecen en este libro están tomados de las TED Talks, y ello es así no sólo porque son los ejemplos con los que estamos más familiarizados. Las TED Talks han suscitado mucho entusiasmo en años pasados, y creemos que tienen algo que aportar al mundo más amplio de las charlas públicas. Creemos que los principios que las sustentan pueden actuar como una base muy potente para ampliar la competencia en la exposición oral.

De modo que aquí no encontrarás consejos específicos para el momento del brindis en una boda, ni para una demostración destinada a una venta, ni para una clase magistral en la universidad. Pero sí encontrarás herramientas y planteamientos que tal vez te resulten útiles en esas ocasiones y, de hecho, siempre que tengas que hablar en público. Es más, esperamos persuadirte para que pienses de otro modo en relación con las presentaciones orales, para que las veas como algo emocionante y fortalecedor.

Las hogueras de antaño han engendrado una nueva clase de fuego. Un fuego que se propaga de mente a mente, de pantalla a pantalla: la ignición de unas ideas para las que ha llegado la hora.

Eso es lo que importa. Todo elemento relevante del progreso humano se ha producido sólo porque los seres humanos han compartido ideas los unos con los otros y después han cooperado para convertir esas ideas en realidades. Desde la primera vez que nuestros antepasados se agruparon para abatir a un mamut hasta la primera pisada de Neil Armstrong en la luna, la gente ha convertido las palabras habladas en asombrosos logros compartidos.

Se trata de algo que hoy es más necesario que nunca. Las ideas que podrían solucionar nuestros problemas más difíciles se mantienen a menudo invisibles porque las personas brillantes en cuyas mentes residen carecen de la confianza o de la habilidad para compartirlas de manera eficaz. Y eso es trágico. En un momento en que la idea adecuada presentada de la manera adecuada podría recorrer el mundo entero a la velocidad de la luz, generando copias de sí misma en millones de mentes, sería inmenso el beneficio de hallar la mejor manera de ponerla en circulación, tanto para ti, el hablante a la espera, como para el resto de nosotros, que necesitamos saber qué es lo que tienes que decir.

¿Estás listo?

Pues vamos a encender una hoguera.

Chris Anderson

Febrero de 2016