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Trumprealidad

El presidente norteamericano, Donald J. Trump
El presidente norteamericano, Donald J. Trumplarazon

La intensidad de los primeros cuarenta días de Donald Trump en la Casa Blanca es prácticamente inédita. Pueden establecerse algunos paralelismos con el rechazo inicial de la izquierda norteamericana al presidente Ronald Reagan, pero la habilidad del magnate inmobiliario de crear polémica y abrir conflictos

resulta extraordinaria. Trump, probablemente sin saberlo, se ha convertido en un alumno aventajado del filósofo francés Jean Baudrillard. Una de sus tesis más extendidas sostenía que en el mundo posmoderno no existe una realidad sino un simulacro de la realidad, una especie de realidad virtual creada por los medios de comunicación, que fija el relato colectivo. Para Baudrillard la representación de la realidad, esto es, el espectáculo televisivo se impone a la realidad misma; la realidad, por lo tanto, no es aquello que se puede reproducir, sino lo reproducido. He aquí dos ejemplos que ilustran cómo el 45º presidente norteamericano se mueve bajo estos parámetros.

El primero ocurrió el mes pasado en Orlando, Florida. Ante una audiencia de 9.000 personas defendió una restricción de la inmigración, en especial la musulmana, para evitar que Estados Unidos se convierta en una copia de Europa o “Euroarabia”. Para reafirmarse en sus palabras, tiró de la lista de atentados que han sacudido el viejo continente. “Mirar lo que pasa en Alemania, mirar lo que pasó ayer por la noche en Suecia, ¿quién lo habría creído?. Suecia, ellos han acogido a muchísimos refugiados y ahora están sufriendo problemas que jamás habrían imaginado”. ¿Suecia?, ¿qué ha pasado en Suecia? Fue la pregunta que se hicieron periodistas e internautas en ese momento. Para sorpresa de todos a 7.675 kilómetros, en Suecia, esa noche no ocurrió nada. ¿Mintió, entonces, Trump? Sí y no. Menos de 24 horas después reconoció vía Twitter que su comentario sobre supuestos atentados o altercados en Suecia hacía refería al documental de Ami Horowitz que fue difundido por la cadena FOX News ese fin de semana. En la pieza, Horowitz vincula la acogida de refugiados sirios a un supuesto desorden social con reverberaciones violentas. No es del todo cierto que Trump mienta, pero sí valida una información televisiva sin contrastarla -probablemente porque no le interese- para a la postre emitir un juicio de valor o una advertencia pública.

No es la primera vez que el líder norteamericano incurre en esta práctica. Cinco días después de jurar su cargo como presidente, Trump amenazó al alcalde de Chicago, el demócrata Rahm Emanuel, de enviar a los federales si no arreglaba “la carnicería” que sufre la ciudad de los rascacielos. “Chicago no arregla la horrible ''carnicería'' -228 tiroteos en 2017 con 42 asesinatos (un 24% más que en 2016), ¡Enviaré a los Feds!”. Se da la circunstancia de que los datos que citó el presidente se estaban discutiendo en el mismo momento en el programa matutino “Factor O Reilly” y hacían referencia a un artículo del “Chicago Tribune” (prensa escrita, by the way). Los datos de inseguridad y crimen en Chicago son alarmantes y es encomiable que capten la atención y el interés del presidente norteamericano pero resulta poco ortodoxo que Trump aborde un asunto de este calado como respuesta a un reportaje. En esta ocasión, tampoco se aprecia un filtro entre los contenidos televisivos que consume el líder norteamericano y sus posiciones políticas. Trump como antigua estrella de los “realities” reacciona de acuerdo a una realidad mediática que no necesariamente corresponde a la realidad física. Como predijo Baudrillard la televisión no es más que una red compleja que envuelve al individuo, sustituyendo las formas de interlocución hasta convertirse en una fuente única de percepción de aquello que nos interesa o conviene que suceda. A Trump le interesa o le conviene que suceda la realidad publicada en cuanto le sirve para ilustrar unas supuestas preocupaciones sociales o miedos ciudadanos que le permitirán después argumentar o acompañar sus políticas. Sorprende cómo Baudrillard se adelantó a las modificaciones que los mass media podían producir en la conducta humana sin importar la condición ni el estatus social del hombre. Trump se mueve cómodamente en el terreno de la realidad virtual, tanto que en ocasiones no parece un ser de este planeta.