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El EI nos quiere devolver al siglo VII

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“Alá atrajo a los cruzados, a los apóstatas y a los ateos a su muerte, a su última campaña y pronto saquearemos sus tierras (...) Alá dijo: lucha contra ellos, Alá los castigará con tus manos (...) No peleas con un pueblo poderoso. Más bien luchas contra las sombras que buscan refugio detrás de los muros. Por lo tanto, sé resuelto en la campaña contra ellos. Apártalos. Mátalos dondequiera que los encuentres. Búscalos en cada pedazo de tierra, debajo de cualquier cielo”.

Estas frases forman parte de uno de los primeros mensajes del nuevo portavoz del Daesh, el Estado Islámico (EI), Abu al Hassam al Muhajir, que sustituyó al poderoso y “carismático” (para ellos) Abu Mohamed al Adnani, muerto como consecuencia de una acción militar de la Coalición Internacional el pasado mes de agosto. A este siniestro personaje, que pedía a sus combatientes que asesinasen a los “cruzados” (cristianos), con piedras, cuchillos, automóviles, camiones...lo que tuvieran a mano, dedicó su portada la nueva revista del EI, “Rumiyah”, (Roma en árabe), por aquello de que uno de sus objetivos prioritarios es la conquista y destrucción del Vaticano.

El contenido de los mensajes de quien llegó a ser la mano derecha del “califa” Abu Bark al Bagdadi y su sucesor no podían variar mucho. El objetivo que se han marcado no lo ocultan y supone retrotraer a la sociedad, la musulmana y la cristiana, al siglo VII, a los comienzos del Islam, mediante la aplicación de la rigorista Sharia.

Existe entre algunos sectores la peligrosa tendencia a considerar que una cosa es lo que dicen los terroristas y otra lo que hacen. Craso error. Si lo escriben, o lo proclaman en las mezquitas, es porque están dispuestos a llevarlo a cabo y la respuesta debe ser contundente y tenaz. Cualquier muestra de debilidad, de división en las sociedades occidentales (tan dadas a culpar de los atentados, no al que los cometió sino al que no los evitó) es aprovechada por los terroristas para avanzar.

Después de tantos años escribiendo de lucha antiterrorista no ha llegado comprender cómo los que se autoproclaman “bien pensantes” tratan de hacernos creer que todo lo que se salga de lo “políticamente correcto” (en unas normas dictadas por ellos y que en muchos casos están alejadas de lo que contemplan las leyes) no se puede aplicar al combate contra los liberticidas.

Aquí no se trata de nuestra sociedad trate de imponer su modelo al de los musulmanes, como falsamente repiten los yihadistas en sus escritos, sino justamente al revés. La tolerancia de occidente con todas las religiones está acreditada; no así, en sentido inverso. Si el lector no lo cree, no tiene nada más que reunir el dinero necesario para construir una pequeña iglesia, llenar varias maletas con Biblias y presentarse en la aduana del aeropuerto de algunos de los países en los que la religión musulmana es única, amparada por el Estado con todas sus consecuencias. Si tiene suerte, será embarcado en el vuelo de regreso a casa. Pero no siempre se tiene suerte.

Viene este comentario a cuento del problema del crecimiento del yihadismo en nuestra sociedad. Las continuas, y necesarias, operaciones que realizan las Fuerzas de Seguridad contra los que utilizan las redes sociales para radicalizarse o convencer a terceros, no pueden hacer olvidar, como han advertido expertos en una reunión celebrada recientemente en Marrakech (Marruecos), que muchas mezquitas, probablemente fuera de los días de rezo, son auténticos centros de adoctrinamiento (ya sé que me estoy deslizando por lo políticamente incorrecto). También las casas particulares. Y, por supuesto, internet.

Después de los últimos atentados, Francia ha cerrado una treintena de mezquitas y oratorios y anunció la expulsión de los imanes. El que fuera ministro del Interior y hoy primer ministro, Bernard Cazeneuve, señaló en su día que en territorio galo “no hay lugar... para aquellos que en oratorios o en mezquitas siembran o provocan el odio y no respetan un cierto número de principios republicanos, en particular, me refiero a la igualdad entre hombres y mujeres”. Según algunas fuentes, de los 2.500 centros de cultos musulmán que hay en el vecino país, al menos 120 difunden una ideología extremista.

No hay que mirar el mapa de Europa para saber que Francia no es una isla. ¿Qué ocurre? Ese problema no existe en otras naciones, incluida España. La respuesta está clara. Sigamos con el combate del yihadismo telemático, por supuesto, pero no dejamos pasar mucho tiempo sin afrontar la columna vertebral del problema. En España ya se han dado casos que han llegado a la Audiencia Nacional. Los autores del 11-M se reunían a veces en la mezquita de la M-30 de Madrid y venía un imán desde Argelia a aleccionarlos. Una buena manera de empezar a acabar con este aspecto del problema es evitar la implantación de mezquitas ilegales y, las que se detecten, cerrarlas, siempre bajo la supervisión de la autoridad judicial. Una cosa es ser garantistas, que forma parte de nuestra sociedad democrática, y otra ser peligrosamente tontos.

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