Terrorismo yihadista

No hay espectadores

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Los teléfonos no se pueden convertir en armas en manos de terroristas. Las compañías que se encargan de fabricarlos; de dotarlos de sistemas de encriptación; los responsables de las redes sociales, deben tener claro (hechas las salvedades de los que ya colaboren y cuya contribución no debe ser publicitada), que en la lucha contra el terrorismo no pueden ser meros espectadores, agentes objetivos, sino que deben colaborar porque la seguridad del conjunto de los ciudadanos está en juego. Ésos mismos que les hacen ganar ¿cada año? ¿cada mes? ¿cada día? ¿cada hora?... ingentes cantidades de dinero.

Las Fuerzas de Seguridad no están integradas por agentes que tratan de colarse en la intimidad de las personas. Cuando solicitan colaboración es porque tratan de avanzar en las investigaciones que tienen en marcha, de las que dependen desde la localización de una joven desaparecida, como Diana Quer; hasta conocer los contactos de los terroristas para poder detener a sus “dinamizadores” y posibles colaboradores.

No es de extrañar el enfado de las autoridades inglesas tras saber que no puede acceder a los mensajes del terrorista que cometió el atentado de Londres. Alguno fue recibido o emitido minutos antes de la acción criminal.

No hay que dudar que quien se niega a facilitar los datos a las Fuerzas de Seguridad lo haga en función de sus propios, y cuestionables, sistemas de funcionamiento. Pero si no hubiera tantas vidas por medio habría que calificar esta actitud, como decía uno de aquellas tierras del norte donde nací, de “absurdez”.

Está demostrado, por más que les duela a los que se creen paladines de la seguridad cibernética, que cuando alguien ha querido acceder de forma fraudulenta a un teléfono o a un aparato similar, lo ha conseguido mediante el correspondiente hackeo.

Después de tantos años haciendo información de terrorismo, permítanme quienes mantienen políticas ajenas a la colaboración con las Fuerzas de Seguridad, recordarles que los terroristas no son nada agradecidos; y que sus grandes compañías, figuran entre los objetivos de los malos por el mero hecho de pertenecer a empresarios occidentales. Ante este grave problema, no caben espectadores sino jugadores activos si se quiere ganar el partido.