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Enmarcando la medicina

Enmarcando la medicina
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El Arte y la Medicina tienen mucho más en común de lo que parece. Ambos son capaces de mostrarnos las transformaciones en la naturaleza del ser humano, sus enfermedades, sus pasiones, su esperanza por la vida y hasta la misma muerte. La expresión “el arte de la medicina”, se la debemos a Aristóteles al considerarla como arte, equiparando la ciencia de Hipócrates a la arquitectura, y prácticamente a cualquier otra disciplina que nos haga sentir, como pueden ser la música, la poesía, la pintura, etc. Aunque son estas últimas las que se han apropiado del término y las que generalmente todos entendemos por arte.

En el mundo de la medicina, que yo concibo, mitad arte y mitad ciencia, para realizar un buen diagnóstico médico es necesario tener amplios conocimientos científicos y un gran dominio del campo de la medicina. El diagnóstico lo podemos considerar como un arte, y hacer un buen diagnóstico, es como mirar un cuadro.

Son muchos los pintores que en cualquier época nos han mostrado en sus pinturas “lecciones de anatomía” y cuadros relacionados con el mundo de la medicina. Todos tenemos en la memoria uno de los más importantes, la de Rembrandt. El pintor nos muestra al cirujano con unas pinzas en la mano mostrando a sus alumnos la disección de un brazo, los tendones y los músculos. Detrás de él, sus alumnos que escuchan la lección, representando con un gran realismo las expresiones de sus rostros: sorpresa, ilusión, atención, pasión, etc. Recuerdo que hubo un programa de TV que nos enseñaba como enfrentarnos a un trabajo pictórico, se trataba de «Mirar un cuadro», y la principal característica del programa es que diferentes personas realizaban su interpretación del cuadro. La gente de a pie se situaba enfrente del cuadro y señalaba lo que le inspiraba la obra, esos interpretes tenían los rostros parecidos a los que nos mostraba el pintor holandés en sus lecciones de anatomía: sorpresa, ilusión, pasión...

La pintura es posiblemente la actividad artística que ha dejado los testimonios más impresionantes de la personalidad de los hombres, y mirar a un personaje de un cuadro nos permite hacer un diagnóstico también sobre sus enfermedades. Muchos cuadros han reflejado la cara oculta de un personaje, unas veces con una simple pincelada se nos muestra el interior de un personaje, por ejemplo, en la obra pictórica de Francisco de Goya. Los críticos de arte lo definen excesivamente realista por sus figuras, con una capacidad de penetración psicológica tan grande que va desnudando a sus personajes, mostrando sus vicios y sus miserias llegando incluso a poder diagnosticar enfermedades.

Un buen diagnóstico podemos realizar gracias a Goya, al mirar el cuadro “La familia de Carlos IV”, donde nos muestra a la reina María Luisa de Parma, con un semblante poco grato, y se adivina en ella que, usaba dentadura postiza, como más tarde nos confirmó la historia. En épocas anteriores, los retratos sobre el último rey de los Austrias, Carlos “el hechizado”, nos muestran el prognatismo, esa deformación de la mandíbula, causado por los elevados coeficientes de consanguinidad de los Habsburgo, ya acusado en el emperador Carlos. Por los cuadros y su postura en la mayoría de ellos, sabemos que Napoleón Bonaparte padecía de ulceras gástricas, su mano eternamente en el estómago era más una dolencia que una pose. Leonardo da Vinci en el retrato más famoso del mundo, nos mostró una joven hermosa, no sabemos si sonriendo o interiorizando un mundo de tristezas. Sin duda, una de las pinturas sobre la que más libros se han escrito; no sólo por la indiscutible calidad de la obra, o por la genialidad de su autor. También los médicos se han ocupado abundantemente, desde su particular perspectiva, de los posibles problemas de salud que la señora del cuadro hubiera podido padecer y es increíble la cantidad y variedad de “diagnósticos” que ha recibido. Con relación a su aspecto, varios investigadores señalan que la joven modelo presentaba un bruxismo por estrés, otros identifican su sonrisa como típica de la sordera y otros la interpretan como una manifestación de debilidad mental. Hasta últimamente han acusado a la pobre Lisa Gherardini de una patología de las llamadas vergonzantes como es la sífilis. Un cuadro, mil diagnósticos.

El el Louvre tenemos un cuadro Domenico Ghirlandai “el abuelo y el niño” donde se aprecia una rinofima, aumento de espesor de la dermis de y glandulas sebaceas de la nariz que conlleva a la deformidad de esta.

En el descendimiento de Rogier van der Weyden es un claro ejemplo de bocio de María y de Salomé, en muchos cuadro del renacimiento aparecen mujer con bocio posiblemente por la falta de iodo en las aguas.

El cuadro de Gustav Klimt “ la dama dorada” la rojez de la cara acompañada de la deformidad de las manos nos sugiere un lupus eritematoso sistémico o alguna enfermedad del tejido conectivo

Son cientos las enfermedades que han quedado en las pinturas de muchos de los artistas a través del tiempo y gracias a esos diagnósticos, el arte es una fuente inagotable del conocimiento de las enfermedades a través del tiempo, llegando a convertirse en una herramienta para la reconstrucción de la historia de la medicina. Pero poco les importa ya a estos personajes y a sus pintores, los múltiples diagnósticos que los médicos han querido atribuirles y las patologías reales que sufrieron. Su paso por la historia se debe a cada una de las decisiones que tomaron en cada momento e indudablemente sus enfermedades afectaron a su personalidad como nos afectan las nuestras a diario.

La pintura, arte sentido, sensibilidad, técnica, tiempo y profesionalidad , que es la medicina, entonces?