El desafío independentista

Constitucionalistas: dejen de hablar de secesión

Constitucionalistas: dejen de hablar de secesión
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La cuestión catalana ha puesto de moda la palabra “secesión”. No solo los independentistas, sino también sus contrarios la utilizan a todas horas demostrando así una gran ignorancia sobre lo que hablan. La independencia o separación de una fracción de una nación puede producirse por un acto de fuerza o por acuerdo en caso de debilidad del Estado o nación al que pertenece. Pero detrás de ello se esconde siempre una incompatibilidad absoluta.

En cambio, la secesión es un concepto que políticamente sólo tiene sentido cuando una parte de una nación, no Estado sino nación, se separa de ella para ganar algunas libertades, de las que siente que carece. Evidentemente, este no es el caso de Cataluña, en donde los gobiernos nacionalistas han eliminado las libertades. En Cataluña las libertades de los propios naturales de la región y todos los que habitan en ella están en entredicho si no aceptan las imposiciones de la oligarquía política, económica, financiera y eclesiástica, que quiere independizarse para poder vivir sin estar sujeta a control alguno. Quieren una vuelta de tuerca para consolidar los poderes y las libertades que han absorbido durante cuarenta años ante la inoperancia, pasividad o complicidad del gobierno de la nación.

Una consecuencia de la confusión del término separación/secesión por parte de los biempensantes y constitucionalistas es que si la oligarquía consigue ganar el plebiscito golpista del 1-O, los independentistas podrían pedir el reconocimiento como un Estado-nación por parte de la comunidad internacional. Esto consumaría de facto la independencia hasta que se produjese, probablemente, una guerra entre los propios independizados. Así que, por favor, dejen de hacerles el juego. Dejen de hablar de secesión.