La generación liberal perdida

Uno de los grandes problemas del liberalismo actual es la que llamamos “generación liberal perdida” de autocomplacientes que pierden su tiempo discutiendo acerca de la esclavitud voluntaria, el paleoliberalismo (¿mande?) y debates varios que recuerdan al juego del teléfono averiado.

Nos referimos a aquellos que creen que es posible medir el índice de libertad de una comunidad con estadísticas económicas y balances contables. Frente a la dictadura sentimental y omnipresente de las izquierdas, en una sociedad infantilizada, esta generación de liberales ha decidido montar un lobby de administradores de fincas. Se contentan con criticar el sistema diciendo que sus cuentas salen mejor, que sus razones económicas –que caben en cualquier dictadura-, son mejores que las de los socialdemócratas de todos los partidos.

La enfermedad del economicismo procede de ese marxismo que explicaba el pasado, el presente y el porvenir sola y exclusivamente por la economía. Y es típico de la socialdemocracia. Por eso son cómodos para las izquierdas.

Lo que no han entendido es que la Economía siempre ha sido y será un conocimiento subsidiario, supeditado a la Política.

Sí; Política con mayúscula, esa que supone la libertad política; esto es, la separación de poderes, la representación, y el reconocimiento y garantía de todos los derechos inherentes al ser humano.

De la diferencia entre Estado y Gobierno, otra de sus grandes confusiones, hablamos otro día.