Madrid

Un mundo mejor es posible

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Vivimos inmersos en una sociedad que, a pesar de pertenecer al denominado mundo occidental, padece una violencia que nos resulta atroz y de la que ni siquiera los niños pueden escapar. El maltrato infantil, la trata de menores, los abusos sexuales y las luchas entre iguales están a la orden del día. También, por desgracia, los asesinatos de menores están resonando diariamente, como si de tambores que hieren y no cesan se tratase, en los medios de comunicación. Si en mi entrada de la semana pasada hablaba del acoso escolar con todo lo que supone para un niño, no puedo olvidar tampoco a las pequeñas criaturas que están perdiendo la vida, como consecuencia de la violencia de los adultos. Pienso en el padre que saltó con su hija al vacío, en el padre que asesinó a su pareja y a su hijo, por citar lo más reciente. Espeluznante... Este es un tema al que no estábamos habituados, los niños nos gustan, representan la ternura y la inocencia, nos aportan alegría, nos dan vida y esperanza en el futuro, lo último que podemos pensar es en hacerles daño, en arrebatarles sus sueños, sus sonrisas y sus fantasías de un plumazo, por todo esto debemos pensar en el asunto, para conocerlo, prevenirlo, identificarlo y poder abordarlo, tanto desde las familias como desde las administraciones.

Según la última estadística del Registro Unificado de casos de sospecha de Maltrato Infantil (RUMI) hay 13.818 menores que están sufriendo abusos y malos tratos en su familia en España, pero como toda herramienta, no es lo exacta que desearíamos y precisa de un seguimiento continuado y riguroso porque aborda un problema poco visible para la sociedad en el que debemos seguir profundizando. No olvidemos que existen muchos tipos de maltrato difíciles de diagnosticar. Por mi cargo actual recibo a menudo estudiantes universitarios que me entrevistan para sus trabajos académicos, se asombran cuando me oyen explicar mí preocupación sobre los menores madrileños.

El hacer visible la problemática de los niños-víctima es nuestra responsabilidad porque es imprescindible sensibilizar a una sociedad que debe saber que se trata de una realidad, que afecta a miles de niños y adolescentes , en muchas ocasiones dentro de su hogar, lugar que debería ser su refugio y que acaba siendo un infierno. El aumento de violencia y no hablo sólo de la violencia contra la mujer, aparece ante nuestros ojos como una especie de daño colateral de las malas relaciones de la pareja y de los problemas de casa, pensamos que los niños acaban pagando las desavenencias de los padres sin tan siquiera entender el porqué de las mismas. ¿Qué está fallando nuestra sociedad para que esto suceda? Un aumento de violencia tan intenso debe hacernos reflexionar sobre las causas que la producen y plantearnos en qué estamos fracasando, solo así podremos trabajar después trabajar por remediarlo.

¿De dónde surge este maltrato? Los motivos son variados y afectan a todos los sectores sociales, como explican los expertos en la materia: problemas económicos, desempleo, divorcios litigiosos, estar en una vivienda inadecuada, padecer alguna de las múltiples situaciones de la exclusión social, adopciones que van mal, son causas evidentes. Pensemos en las repercusiones que las situaciones de violencia suponen para la víctima en su personalidad, en las alteraciones de la conducta, en su salud mental. Todas estas circunstancias deben motivarnos para desarrollar una investigación más rigurosa que ayude a sensibilizar a los ciudadanos. El interés superior del menor debe prevalecer sobre todas las decisiones y no podemos olvidar nunca que los niños son uno de los grupos más vulnerables de la sociedad. Las reformas legales han sido claves. El reconocer a los menores como víctimas de violencia de género ha supuesto un paso adelante. Aun así, nos queda mucho por hacer sin olvidar el papel de las familias como mecanismo de protección del menor y de su desarrollo. Debemos ayudar en primer lugar a todas aquellas que tengan un riesgo especial y coordinar a las instituciones y todas las redes asistenciales posibles para alcanzar nuestro objetivo que no es otro que luchar por nuestros más pequeños.