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La economía no lo es todo

La economía no lo es todo
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Corre por algunos liberales una idea perversa que hace, a mi parecer, más daño del que se suele creer. Y es el desprecio a la política, centrándose única y exclusivamente en la economía. Algo así como que si la economía funciona, el resto da igual. Craso error.

La batalla de las ideas, esa que debemos dar frente a la izquierda, estatistas todos, también tiene su parte en las ideas políticas. Si abandonamos ese camino no debe extrañarnos el consenso socialdemócrata que impera desde hace varias décadas. Tan solo algunas excepciones, como la era Thatcher y Reagan en Reino Unido y EE.UU. respectivamente.

Y es que un marco institucional que proteja al individuo, los derechos de propiedad privada, la libertad (que no libertinaje) es tan importante como bajar el gasto público, reducir los impuestos y liberalizar el mercado. Si no damos la batalla de las ideas en lo primero, lo segundo será algo en vano, en manos de la arbitrariedad del político en función de sus intereses electorales y no como el reclamo de una sociedad con mentalidad liberal.

Esto es algo de lo que hablan mis admirados liberales Almudena Negro y Jorge Vilches en su libro ‘Contra la socialdemocracia’, al referirse a la derecha en las últimas décadas, principalmente europea y estadounidense en su versión liberal y liberal-conservadora, perdiendo gran parte de sus valores, dando paso al populismo nacionalista y teniendo en cuenta cómo el consenso socialdemócrata ha extraído la esencia de esas derechas, que ya no defienden libertad y democracia en el sentido de Berlin, Hayek o Tocqueville, por ejemplo, sino en términos de democracia social y un fuerte Estado benefactor.

Otro gran liberal que ha escrito sobre esto es Axel Kaiser. En su libro ‘La fatal ignorancia’ refleja la necedad de políticos liberales (en este caso chilenos) de ignorar la política y el mundo de las ideas para centrarse exclusivamente en el crecimiento económico, mientras que la izquierda es consciente de tomar ese elemento para lograr su objetivo; esto es, como dice el propio Kaiser: «el abandono de la lucha por las ideas ha sido consecuencia de un optimismo que adormeció a todo un sector del país, mientras el otro avanzaba gradualmente para lograr la instalación de un auténtico y renovado proyecto “progresista” en los referente a los valores y en lo económico».

Una cosa hay que tener clara: la izquierda sabe cómo llegar a tomar el Poder, y lo quiere para siempre, no soltarlo, en su espíritu revolucionario, contra la democracia de los “burgueses capitalistas”. Así, no dudan en usar la hegemonía cultural gramsciana y lanzar sus eslóganes cortos y concisos, prevaleciendo la emoción y los sentimientos (“lo que no emociona no moviliza”, Monedero dixit) antes que la razón y los datos. Por eso, mientras que la izquierda habla de sentimientos, no tiene sentido que desde el liberalismo respondamos con datos del PIB o del mercado laboral, porque la emoción y los sentimientos no saben de economía y en muchos casos, lo general no sirve para algo particular.

Como digo, hay que dar la batalla de las ideas para aspirar a un marco institucional liberal, que no desprecie la política (el desprecio es allanar el camino a la izquierda), que defienda al individuo, la propiedad individual, la libertad, el Derecho y la ley en el sentido del liberal Bastiat. Esto no viene desde el mercado por gracia divina, si no desde la acción política, previa hegemonía cultural, no para moldear las mentes como hacen socialistas y demás, si no para que la sociedad se dé cuenta de que el liberalismo respeta mejor que nadie la libertad y los derechos humanos y es lo más óptimo para una convivencia pacífica. La economía no lo es todo, aunque es parte importante; pero la política y saber cómo llegar a la gente para que gane la razón y no la emoción también lo es, mucho.