Crisis en el PSOE

La permanente contradicción del PSOE

La permanente contradicción del PSOE
La permanente contradicción del PSOElarazon

Por Luz Trujillo

Decir que el partido socialista vive la crisis más importante de toda su historia es no conocerla y eso precisamente le ha condenado a repetirla; así ha de entenderse el esperpento de teatrillo y pareado que se vivió el pasado fin de semana dentro y fuera de Ferraz 70, que acabó con la dimisión de Pedro Sánchez y el partido en la UCI. Muerto el perro se acabó la rabia, podría pensarse, y no es verdad, porque el problema del Partido Socialista es su permanente contradicción. No se puede estar en la socialdemocracia y en la revolución, cuyos dos precedentes históricos vienen al pelo: la declaración de intenciones del fundador del PSOE Pablo Iglesias el 7 de julio de 1910, y los pugnaces años treinta del siglo XX con Indalecio Prieto, Francisco Largo Caballero y Juan Negrín, que en su giro al bolchevismo prepararon la revolución socialista encaminada a la dictadura del proletariado, que desembocó en un primer acto de la tragedia como fue la revolución de 1934, efectivo inicio de la posterior guerra civil. Después, en 1936, los llamados caballeristas y prietistas —las dos principales facciones del PSOE— se liaron a tiros no sólo contra los falangistas y derechistas sino también entre ellos.

Conviene conocer estos hechos para entender el por qué del trance que vive el PSOE, que unas veces enarbola la E de España y otras la destierra.

La Transición resucitó las siglas socialistas por el temor al comunismo. Con Felipe González el PSOE abandonó el marxismo para configurarse como un partido de izquierda moderada. Con la muerte de la UCD nacía el primer gobierno socialista en democracia que se mantuvo cuatro legislaturas; la corrupción y el delito de Estado ocupaban por primera vez las portadas de los principales diarios españoles.

En 1996 el PSOE perdía las elecciones y en junio de 1997 Felipe González decía adiós. El final del felipismo abría una nueva andadura en el PSOE que dejaba atrás la socialdemocracia para abrirse de nuevo al camino revolucionario. Joaquín Almunia, hombre del aparato socialista, ocupaba la secretaría general y sin embargo fue Josep Borrell el elegido por la militancia como candidato a la presidencia del gobierno; hasta que la corrupción y un golpe de mano interno truncaron sus aspiraciones. Ahora, en pleno revuelo interno, anda por las televisiones sacudiéndose la espina de su dimisión forzada defendiendo a Pedro Sánchez. Almunia, viendo que tenía difícil ganar las elecciones, pactó con los comunistas de IU, lo que supuso bajar hasta los 125 diputados y la mayoría absoluta de Aznar en el 2000. Cuatro años después, con todas las encuestas a favor del Partido Popular, los atentados del 11-M dieron la victoria al entonces desconocido Rodríguez Zapatero. En el recuerdo de los españoles quedan las imágenes de ese día negro y el vergonzoso comportamiento de la peor izquierda rodeando la sede del PP.

Con la culminación de la obra guerracivilista de Rodríguez Zapatero el PSOE entra en coma y Pedro Sánchez firma su certificado de defunción. Nadie puede salvar al Partido Socialista salvo sus dirigentes, su centenaria historia no debe llevarles a orgullo sino a una profunda reflexión sobre la pérdida del espacio político.