Televisión

Televisión pública, no gracias

Televisión pública, no gracias
Televisión pública, no graciaslarazon

Por Carlos Navarro Ahicart

Las televisiones públicas son, desde hace un tiempo, un tema bastante recurrente en los debates políticos de nuestro país. Más específicamente desde el cierre de RTVV por el gobierno valenciano del popular Alberto Fabra, como parte de su programa de reducción de empresas públicas en la Comunidad Valenciana y debido al insostenible gasto que generaba el organismo, sobretodo en concepto de salarios.

Los amantes de lo público claman a los cuatro vientos que la existencia de televisiones y medios de comunicación estatales es “un derecho fundamental” (término al que recurren cada dos por tres cada vez que quieren pedir algo a papá Estado), ya que la información que reciba el ciudadano debe ser “objetiva e independiente”, cualidades de las que, según ellos, no gozan los medios privados. Y yo me pregunto: ¿es que el Estado se rige por una moral neutra y totalmente ajena a los intereses de aquellos que lo dirigen? ¿No será, más bien, que las ansias de adoctrinamiento de estos individuos solo pueden florecer por medio de la estructura coactiva del Estado?

Es evidente que sí. La única forma que existe para que todo el mundo esté obligado a nutrirse de una única corriente de pensamiento es mediante el establecimiento de un monopolio sobre el sector de la información. Y no hay mayor monopolio que el Estado, al fin y al cabo. Poseyendo la totalidad de los medios de comunicación de un país, los estatistas pasan a tener el control absoluto de lo que la gente lee, escucha y ve día a día. Los periódicos, la radio y las televisiones pasan a ser máquinas perfectas de propaganda del régimen de turno, actuando como el abono que trata de nutrir, inútilmente, el yermo terreno de la mente colectiva y ajena a la crítica individual.

La libertad de expresión es el único instrumento que permite a la prensa libre abrirse camino entre la maraña aleccionadora del Estado, dando lugar a una multiplicidad de medios de comunicación distintos que ofrecen información de todo tipo y a gusto de todas las ideologías. Es por ello por lo que hoy pueden ustedes leer este artículo de opinión aquí, las noticias del día en otro periódico, y la actualidad financiera en una web especializada. Porque el mercado es el único entorno capaz de proveer un producto customizado y de calidad para cada consumidor, sin importar sus ideas o su posición.

Sí, evidentemente, no seré yo quien niegue que los medios privados también responden a unos intereses concretos. Sería absurdo no reconocerlo. La diferencia esencial, como en cualquier otro caso, es que nadie obliga a un comunista a leer un digital de corte liberal, ni a un conservador leer un blog progresista. El Estado sí obliga a la totalidad de la población a nutrirse de la información sesgada ofrecida por el régimen correspondiente al momento del que hablemos. O, como mínimo, obliga a financiarlo coactivamente. Porque, de acuerdo, nadie obligaba a los valencianos a ver Canal 9. Pero todos pagábamos por una información que, tal vez, no era lo que buscábamos.

Dejemos actuar al mercado. Dejemos que la iniciativa privada cubra nuestras necesidades. Está demostrado: lo hace de manera más eficiente y en total libertad.