Estados Unidos

América dorada

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El fotógrafo Nadav Kander y el periodista de TimeMichael Scherer, subieron al penthouse de la Trump Tower, para dar a conocer el perfil del nuevo Presidente de Estados Unidos, elegido por la revista como personaje del año 2016. Kander ha realizado el reportaje fotográfico en una habitación de cuento de hadas de la planta 66. Lujosa, alfombrada, con columnas de mármol y lámparas suntuosas. Decorada en tonos ocres y dorados. Tal como imaginamos los colores de la fiebre del oro, pasada y errante. Como símbolos del éxito, en la interpretación de nuestro tiempo.

Dicen que desde allí apenas se distingue a los ciudadanos caminando por las calles. Pero se pueden imaginar, casi de igual a igual, similares edificios en Dubái, Shanghái, Kuala Lumpur y Sao Paolo. Se puede reflexionar sobre la emergencia de Asia. Se puede criticar la lentitud en la recuperación económica y omitir la necesidad de saneamiento de las cuentas quebradas por los excesos del sistema. Y achacar el retraso del crecimiento en Estados Unidos a la exigente misión de la potencia americana al asumir el impulso globalizador y el combate multilateral contra el Daesh y el terrorismo.

Al igual que un moderno Gran Gatsby, el magnate comparte en los decorados del rascacielos, un momento de ilusión con los lectores y con los aspirantes al triunfo en los próximos cuatro años. En su artículo, Scherer reflexiona sobre la distancia entre la lujosa torre y las vidas de sus votantes de Michigan, Ohio y Pensilvania que nunca pisarán las alfombras sobre las que se pasea el nuevo líder de la América deprimida. Cansada de no comprender la globalización ni la política. “Los trabajadores me aman y yo les amo a ellos”, asegura el Presidente. Y promete darles la oportunidad de trabajar.

Donald Trump va a poner a América a trabajar por un salario digno. Para reconstruir las infraestructuras del país y modernizar las ciudades. En empresas que no huyan hacia mercados desregulados donde la mano de obra barata permite elevar los beneficios y el número de plantas de los rascacielos. Cegado por el resplandor del oro, no distingue ningún otro atributo del progreso que no sea el crecimiento económico. Wall Street ha entendido su mensaje. Como lo ha entendido Nadav Kander al subir en el ascensor para retratarle.