Elecciones en Estados Unidos

De espaldas al mundo

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Es comprensible que Trump no se resista a la contemplación del mundo en términos localistas y proteccionistas. Cerrado al entendimiento de la globalización, el pionero triunfador que él mismo representa se siente más seguro entre los bosques americanos, protegidos por muros infranqueables y modernos rifles de repetición. Más extraño resulta, sin duda, que una mujer como Hillary Clinton, comprometida con el progreso de los derechos y las libertades de los ciudadanos en una sociedad globalizada, se empeñe en rebañar unos cuantos miles de votos cuestionando las condiciones del Tratado firmado por el Presidente Barack Obama con los países asiáticos más desarrollados.

St. John de Crevecoeur señala que en los orígenes de Estados Unidos la tierra era un espacio abierto al alcance del pionero y del inmigrante, para quienes representaba una propiedad accesible, que no estaba parcelada por privilegios ancestrales como ocurría en Europa. Se repartía entre los colonos y a partir de ahí, se convertía en el pilar de su estabilidad. Simbolizaba la oportunidad de iniciar una nueva vida de prosperidad. La tierra, representaba además la grandeza del territorio nacional sobre el que escribía el Presidente Lincoln: “Se dice que una nación está formada por su territorio, su pueblo y sus leyes. El territorio es lo único que es de algún modo imperecedero. Una generación pasa, otra más llega, la tierra empero permanece por siempre”.

Ese carácter trascendentalista de propiedad y territorio lo recoge el historiador Jackson Turner llegando a afirmar que “la democracia nace en los bosques americanos”. La obra de Henry David Thoreau, Walden o la vida en los bosques (1854), mitifica el contacto con la naturaleza y la fascinación que ocasiona la colonización de tierras vírgenes. El poema Hojas de Hierba (1855) de Walt Whitman y la obra Hiawatha de Henry Wardsworth Longfellow de ese mismo año, completan la génesis literaria de una verdadera pasión americana por el medio ambiente que probablemente origina la aparición de los movimientos ecologistas en el siglo XX.

El profesor H. Sánchez Barba sitúa la primera fase de expansión hacia el Oeste en el periodo 1824-1865, la época simbolizada por el concepto de frontera, que se iba extendiendo progresivamente hacia el Pacífico. Cuando en la filosofía americana el idealismo trascendentalista es sustituido o complementado por un ferviente pragmatismo, el avance hacia el Oeste se vuelve más frenético: las guerras indias se radicalizan; el ferrocarril arrasa pastos y plantaciones; las ciudades del medio oeste crecen y se industrializan en la segunda mitad del siglo XIX.

Aquella mítica idea de frontera se convertiría, en el último tercio de aquel siglo, en otro concepto, el Destino Manifiesto. La grandeza de Estados Unidos no eran ya sus inmensas praderas sino su inmensa riqueza, población, tecnología y capacidad de progreso. El destino de la nación era expresión de un nuevo espíritu que tras un siglo de vida independiente, no se limitará exclusivamente a conquistar el Oeste, sino que se propondrá tomar parte, como la gran nación libre que ha llegado a ser, en el concierto internacional. Los 14 Puntos de Wilson y la Sociedad de Naciones fueron la primera gran contribución americana al impulso del libre comercio y de la libre determinación de los pueblos.

Tras la segunda guerra mundial, las circunstancias y motivaciones políticas y económicas, propiciarán la presencia americana a escala planetaria, mediante una concepción geopolítica de la seguridad, mediante la creación de alianzas e influencias diplomáticas y mundializando sus mercados. El proceso de globalización puede ser interpretado como la expansión, digitalizada, de esa dinámica exterior. Cuando Donald Trump reclama el proteccionismo frente a la invasión de productos y personas procedentes del mundo abierto que la nación americana ha contribuido a construir, olvida a los hombres y los pueblos que han luchado para implantar un progreso basado en el intercambio y el respeto por la libre competencia y la diversidad. Encarar el mundo con principios liberales significa dar la espalda al proteccionismo. Evitar la guerra y someter a la barbarie. Este es el trascendentalismo del siglo XXI.