Reforma de la Justicia

Irresponsables

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No voy a generalizar, sería muy injusto, pero por desgracia se dan más de lo deseable decisiones de funcionarios públicos erróneas y de tremendas consecuencias para quien las sufre.

Naturalmente la gravedad va en consonancia con las injustas consecuencias que produce. Errores médicos, judiciales, policiales, funcionarios de la Agencia Tributaria,...todos conocemos, a veces por propia experiencia, y otras en cabeza ajena que nos llegan por los medios de comunicación o que alguien nos cuenta.

Repito que la inmensa mayoría son excelentes profesionales, pero con que haya algunos irresponsables, que no son capaces de medir las terribles consecuencias de sus decisiones, es suficiente. El daño muchas veces es irreparable.

Para que no digan que no se de lo que hablo les cuento algunas experiencias propias de las que la primera es incomparablemente la más grave.

Han pasado muchos años, pero eso no quita gravedad a lo acontecido: En un pueblo veraniego del levante español, mis padres pasaban unos días de descanso. Paseando por sus calles, mi padre sufrió un infarto y mi madre le llevó hasta un ambulatorio. Informó de la situación al funcionario del mostrador, quien le dijo que se sentara y esperar su turno, que en ese momento no había urgencias, estaban en horario de consultas. A los pocos minutos mi padre fallecía en la sala de espera. Supongo que ese funcionario no habrá dejado de recordar ni un momento su irresponsable decisión.

A veces saltan a la prensa casos de errores judiciales de terribles consecuencias. Cerca de donde vivo, hace unos años salió de prisión, reconocido el error judicial, una persona que había pasado entre rejas casi VEINTE AÑOS condenado por violación. Una vida desecha para siempre por mucho que el Estado le indemnizara.

En un pueblo de Cataluña, unos campesinos interpusieron una demanda contra una compañía eléctrica que había hecho unas instalaciones en sus terrenos. Aquello supuso la ruina para personas que vivían del campo y que estuvieron DIECIOCHO AÑOS pleiteando contra la empresa. Cuando la justicia, por fin, tras muchos años y mucho dinero, les dio la razón, la mitad de los litigantes había fallecido.

Leer algunas sentencias y disposiciones judiciales causa vergüenza ajena por su redacción y por su contenido, evidenciando una total falta de análisis, de no haber entrado en la argumentación, de quitarse un tema de encima por la vía rápida, sin “perder” un minuto en analizar en profundidad los argumentos, un salir del paso sin medir las consecuencias, sin calibrar el daño que pueden causar. Luego, con mucha suerte, en instancias superiores se corrige el error, aunque no siempre, como relato a continuación.

He visto sentencias que son copia literal de sentencias anteriores de otras instancias y dictadas sin haber siquiera visto las pruebas (y así reconocido en el propio escrito) evidenciando, en este caso, lo inútil del recurso a instancia superior.

Los humanos no somos infalibles, cometemos errores, hay que contar con ello, pero la trascendencia de estos errores en función de las responsabilidades que tengamos debería obligarnos a contrastar las decisiones, una segunda opinión, una consulta siempre factible por urgente que sea la cuestión, porque si no, si nos equivocamos, el daño infligido a personas inocentes puede ser muy grave. Además de irresponsables ¿Serán conscientes da la gravedad del daño causado?

Deberían existir organismos de composición plural que analizaran estos comportamientos de los funcionarios profesionales para, si se está a tiempo, corregir el error cometido y, cuando las consecuencias sean irreversibles, al menos para deshabilitar a los causantes.

Un organismo al que se pudiera acceder muy fácilmente desde la ciudadanía, directamente, sin necesidad de abogados y procuradores, un “defensor del pueblo” con medios y capacidad para intervenir en estas cuestiones graves, sin miedo a los siempre temibles corporativismos.