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La esencia de nuestro país

La esencia de nuestro país
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Es el nuestro un país de contrastes geográficos y culturales donde la fuerza de la tradición y el caminar unido de sus habitantes a través de los siglos han conformado una España fuerte y próspera. Es lógico pensar que una nación evoluciona con el paso del tiempo, se transforma su sociedad y se renuevan las expectativas, los retos y los anhelos. Resulta perturbador, por contra, que esa revisión periódica afecte de lleno a los símbolos como el himno, la bandera y el escudo que representan la esencia de un país.

La celebración del Día de la Hispanidad cada año enlaza a las diversas de las tierras de España y sus pueblos a la vez que reconoce la contribución al progreso mundial que nuestro Estado lleva realizando desde hace siglos. Esa efeméride es clave para saber de dónde venimos, lo que logramos al conectar dos mundos como la actual Europa y América que hasta entonces no se conocían y cómo nuestra querida lengua española se convirtió en protagonista del entendimiento entre civilizaciones.

Hay quien pretende ignorar todo eso. El Ayuntamiento de Badalona se ha negado este año a celebrar el día grande de España alegando que resalta el colonialismo. Los responsables políticos de ese Consistorio desoyeron el auto judicial (incluso lo rompieron) e incentivaron a los funcionarios para que trabajaran en esa jornada cometiendo una clara ilegalidad. Mi partido ha presentado una denuncia que esperemos que tenga recorrido para no agraviar al resto de los ciudadanos que sí cumplen la ley.

¿Me pregunto qué sentido tiene comparar una sociedad del año 1492 con la mentalidad, la tecnología y la sabiduría adquirida cinco siglos después? Los nacionalistas no quieren mirar hacia atrás para contemplar que España es la nación de Europa que más tiempo ha permanecido junta pero sí lo hacen cuando se trata de ensalzar valores que dividen y distorsionan esa visión que los historiadores han retratado más allá de la transmisión de generación a generación.

Pitar el himno nacional o esconder la bandera que cobija a todos los españoles para justificar la diferencia no denota inteligencia sino una visión sectaria y dogmática de la sociedad que se ha construido desde antaño. La verdadera revisión del Estado autonómico no radica en cuestionar las raíces sino en actualizar las tres administraciones territoriales para eliminar duplicidades y posibilitar una gestión más eficaz que concurra en una mejoría de la vida de los ciudadanos.

En la Comunidad Valenciana disfrutamos del autogobierno y las instituciones propias pero desde el PP de nuestra región reclamamos una reforma del sistema de financiación para evolucionar hacia un modelo que priorice las personas por encima de los territorios. También perseguimos reformar la disposición adicional primera de nuestro Estatuto, que defendimos recientemente en el Congreso de los Diputados, para que las inversiones del Estado en la región sean proporcionales al peso de nuestra población.

Estas reclamaciones son fruto del análisis de la coyuntura que vivimos desde hace décadas y en absoluto menoscaban la posibilidad de seguir caminando juntos todos los españoles. Sí estamos en contra desde el PPCV de aquellos que camuflan su incapacidad para gobernar culpando al Gobierno de todos sus males. En Cataluña escogieron esa vía que ha tenido perversas consecuencias económicas, políticas y sociales para sus habitantes, afectando desde la sanidad hasta la seguridad ciudadana. Y en la Comunidad Valenciana el tripartito que gobierna se ha convertido en un triste imitador de ese victimismo.

Hay municipios gobernados por Compromís y otros donde los nacionalistas gobiernan con el PSOE en la Comunidad Valenciana que se han negado a desplegar la bandera de España en el día de la Hispanidad. Apuestan también por menospreciar la Real Senyera, bandera de todos los valencianos, en la fiesta del 9 d’Octubre. Ese odio continuo a lo que somos es una muestra de actitudes antisistema que pretenden violentar el marco de convivencia que nos hemos dado todos desde el año 1978.

Resulta descorazonador que en España se pueda denostar tanto su médula cultural y que al otro lado, quienes quieren vivir con normalidad el hecho de sentirse parte de un gran país, sean continuamente señalados por los adalides del nacionalismo, los herederos de Stalin y los que se ven encorsetados en el PSOE al considerarlo un partido que busca puentes de entendimiento con el centro-derecha.

Convendría, a veces, mirarse en el espejo de otras naciones vecinas como Francia donde la Marsellesa une a sus habitantes en los momentos de felicidad, solemnidad y tristeza, como durante los ataques terroristas del Estado Islámico. Ese himno se compuso en 1792 tras declarar en París la guerra a Austria y llevó por nombre original: Chant de guerre pour l’armée du Rhin («Canto de guerra para el ejército del Rin»). Desgraciadamente vivir con normalidad estas cuestiones es hoy impensable en nuestro país.