Ayuntamientos

Torpezas compartidas

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Los ciudadanos siempre han percibido a los ayuntamientos como su administración más cercana, aquella en la que los gestores conocen de primera mano sus problemáticas, sus anhelos y sus necesidades. La escuela municipal es un auténtico máster para cualquier político que desee adquirir experiencia y aprender cómo responder a los compromisos que su formación ha plasmado en el programa electoral.

Desde la atalaya que supone haber sido alcaldesa observo con estupor cómo las alianzas entre diferentes partidos de izquierda en municipios de primer orden en España están fraguando en un fracaso colectivo y un fraude a las expectativas que generaron a través de sus programas electorales y, sobre todo, de sus agresivas maneras opositoras.

El PP de Valencia ha comenzado una tarea de acercamiento progresivo a los ciudadanos donde la interactuación con los colectivos sociales es clave y también lo es compartir experiencias con otros compañeros de partido que ejercen tareas de oposición en ciudades españolas. Llevamos ya consumida el 35 por ciento de la legislatura en el ámbito municipal y resulta impactante comprobar como los alcaldes y alcaldesas de Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza, La Coruña o Córdoba están cortados por el mismo patrón de la torpeza.

Las ocurrencias, los titulares grandilocuentes, las pancartas y la crítica destructiva se diluyen cuando uno sostiene por primera vez la vara de mando y nota el peso de la responsabilidad que conlleva. El alcalde es el referente más cercano para los vecinos y en las ciudades antes mencionadas la conjunción del PSOE y Podemos y, en otras, con los nacionalistas, está resultando una fórmula explosiva para los españoles.

Es una combinación que ha ahuyentado a los inversores, ha supuesto la fuga de sumas millonarias y la posibilidad de crear 150.000 puestos de trabajo que se han esfumado por el sectarismo. La operación Chamartín en Madrid, el hospital del grupo Quirón en Zaragoza o la Marina Real en el Puerto de Valencia han sido proyectos damnificados por esta forma de hacer política y, en La Coruña, también se han dejado en el cajón proyectos del anterior gobierno municipal con 22 millones de euros que se han ido al limbo.

Llevan un año y medio gobernando como cuando diseñaban su asalto al poder desde una cafetería. Son alcaldes y alcaldesas que prometen el cielo y hablan desde una superioridad moral que coloca a cualquiera que no piense igual en un plano inferior. La suciedad creciente de las calles y la falta de mantenimiento son lugares comunes en estas cinco urbes y también en muchas otras de menor calado poblacional que están bajo la órbita de los bipartitos, tripartitos o cuatripartitos.

Es hora de denunciar que, cuando se acercan a la mitad de su mandato, aún no han aportado casi nada. La falta de iniciativas es alarmante y la paralización de las que ya estaban en marcha por motivaciones puramente ideológicas no se sostiene. Viajar con la bicicleta en el maletero del coche oficial y sacarla a pocos metros del lugar del encuentro con los medios de comunicación es un postureo infumable y Joan Ribó, alcalde de Valencia, sabe mucho de eso.

En Zaragoza han provocado huelgas interminables en el transporte y un endeudamiento que ha obligado al Ayuntamiento a mantener el vergonzante plan de ajuste; en Barcelona la búsqueda del estallido social por parte del populismo y en Madrid los baches, las aceras rotas, la persecución a las actuaciones de la policía local y el crecimiento de la venta ambulante son escenas cotidianas junto al nacimiento de “radio Carmena”.

Los gestos y los desaires de los gobernantes contra la Iglesia Católica forman parte también de ese hilo conductor de los nuevos comunistas que se plasma en actitudes intolerantes como las de Rita Maestre –condenada por los tribunales y pese a ello con responsabilidad pública y política–. También Ribó prohibió la tradicional entrada de la Real Senyera en la Catedral de Valencia o retiró los símbolos cristianos del Cementerio General.

Ada Colau se ha caracterizado por su desdén frente a las Fuerzas y Cuerpos de seguridad del Estado y personajes como Zapata se ríen en las redes sociales y hacen burla de cuestiones como el genocidio nazi con los judíos o los atentados de ETA. Es un mosaico deprimente.

Los ciudadanos ya han tomado la matrícula de estos gobiernos en apenas año y medio y vamos a perseverar para que queden retratados en su integridad y no mantengan el poder de gestionar la vida de millones de españoles. La creación de empleo, la seguridad ciudadana, la erradicación de la pobreza, la certidumbre jurídica o la mejora de la calidad asistencial son materias que el PP no piensa abandonar a nivel municipal y retomará con fuerza en cuanto las urnas ofrezcan la posibilidad de rectificar todo el daño que está provocando la incapacidad de estos gobernantes sin rumbo.