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Golpe contra la democracia: ¿y ahora qué?

La Razón
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A última hora del domingo, incluso antes de conocerse los supuestos resultados definitivos del referéndum ilegal, esa mascarada reaccionaria, Puigdemont anunciaba que estos supuestos resultados serían trasladados al Parlamento de Cataluña para que se produzca en los próximos días la declaración unilateral de independencia. Los golpistas catalanes pretenden que se materialice la ruptura de España con el voto emitido por menos de la mitad de los catalanes en una consulta claramente contraria al ordenamiento jurídico, ilegal e inconstitucional, celebrada sin garantías democráticas y claramente fraudulenta, en la que decidieron participar fundamentalmente los independentistas y unos cuantos despistados. Por delante existen varias posibilidades para reinstaurar el Estado de Derecho en Cataluña: quizás la más posible, la aplicación inminente del artículo 155 de la CE y la convocatoria de elecciones generales si el PP observa que no cuenta para este embate con el apoyo del PSOE, que ayer pidió dialogar e incluso negociar con los golpistas. De solo imaginarlo, me imagino la desmembración del Estado... pero esperaré a los acontecimientos de las próximas horas. Me consta que hay división en el PSOE y la paciencia se está acabando.

Para atisbar posibles soluciones, es necesario analizar (otra vez) qué se ha hecho durante largos años para llegar a este esperpento. Y el resumen es que, en España, durante largos años, tanto los gobiernos de la nación como los principales partidos políticos supuestamente nacionales, en lugar de hacer pedagogía política y democrática en defensa de la unidad y del interés general frente a los separatistas, les han dado al menos en parte la razón, han asumido parte de sus tesis, han pactado con ellos, han mirado para otro lado ante sus excesos ilegales e inconstitucionales y, lo más grave en mi opinión, se han negado a enarbolar un discurso progresista en defensa de la unidad de España, la igualdad, el republicanismo cívico, el laicismo identitario, los derechos de ciudadanía y el bien común. No se ha dicho por activa y por pasiva que no hay nada más reaccionario que cualquier nacionalismo y que no se puede pretender romper la comunidad política.

Se dejó la competencia de Educación en manos de separatistas y separadores, se traspasó el IRPF (33%), el IVA (35%) y los impuestos especiales (40%), se permitieron vulneraciones flagrantes de la legalidad vigente como la inmersión lingüística, se trató como hombres de Estado a algunos de sus dirigentes, se blindaron asimetrías fiscales y privilegios flagrantes como el Concierto Económico vasco o el Convenio navarro... se abandonó la batalla del relato y se ausentó el Estado, dejándoles cancha libre para extender sus ideas en lugar de las nuestras.

Ahora hablan de dialogar con los golpistas, como si no fuera obligatorio llevarlos ante la Justicia. Y de modificar la Constitución Española para incorporar algunas de sus reivindicaciones, en lugar de sumar medidas que garanticen más igualdad y más bienestar para todos. De lo ocurrido en la jornada del domingo son responsables los golpistas antes que nadie... pero si los demócratas tuviéramos algunas ideas y algunos principios claros, ni se hubiera celebrado ni nos encontraríamos ahora en la situación en la que nos encontramos. El Estado tendría que haber estado presente en Cataluña y tendría que haber protegido los derechos ciudadanos, en lugar de, por miedos o por complejos, bajar los brazos. Y, hoy resulta obvio, hace ya algunos meses, se tendría que haber aplicado el artículo 155 de la CE. En lugar de eso, tuvimos que sufrir una actuación claramente delictiva de los Mossos mientras se mandaba a la Policía Nacional y a la Guardia Civil para resolver lo que no habían resuelto antes el Gobierno de España y los principales responsables políticos.

Esperemos a las próximas horas a ver cómo evolucionan los acontecimientos... pero es indispensable recuperar la unidad democrática y el orden constitucional, descartar cualquier diálogo con los golpistas, proteger a todos los ciudadanos y especialmente a los que habitan en Cataluña y... y cumplir y hacer cumplir la legalidad vigente. Debemos igualmente descartar cualquier atajo imaginativo para salir de este atolladero. Claro que el diálogo político es indispensable en democracia... pero tal cosa no puede implicar enterrar principios consustanciales a cualquier Estado de Derecho ni tener que asumir los postulados de los nacionalistas. Ni dialogar con quienes se han saltado la ley y la CE, de momento, impunemente.

La batalla que queda por delante es extraordinaria. Y muchos vamos a darla. Otra vez, como siempre, apelando a la razón y utilizando la voz y la palabra.