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Nacionalistas contra la democracia

Nacionalistas contra la democracia
Nacionalistas contra la democracialarazon

Ayer los independentistas catalanes se posicionaron en contra de cumplir la legalidad vigente y contra el Estado de Derecho, es decir, a favor de seguir saltándose nuestra Constitución Española y las resoluciones del TC o, dicho de otro modo: al insistir en su vía ilegal y defender la consulta independentista del 9 de noviembre de 2014 y apoyar a Mas, se posicionaron contra la democracia que sustenta nuestra convivencia.

Siendo esto así (y lleva siendo así demasiado tiempo), el Gobierno de España y todos los partidos políticos deberían ser contundentes ante este desafío que, lejos de atenuarse, se incrementa. Y ser contundente es ser claro. Y, más allá de las acciones concretas que correspondan, desplegar argumentos jurídicos y políticos para defender los derechos de ciudadanía. Cuando hablo de desplegar argumentos políticos no me refiero a sumarnos a la moda de tratar de contentar a los insaciables nacionalistas sino, precisamente, a cumplir y hacer cumplir la ley y ganar la batalla política y, además, llevar a cabo las reformas políticas, institucionales y constitucionales que correspondan... para defender la igualdad y el Estado frente a quienes quieren lograr más ventajas políticas y privilegios económicos cuando no, directamente, romper nuestro marco de convivencia.

Llama la atención la obsesión que determinados dirigentes políticos muestran últimamente por hablar de las infraestructuras que necesita Cataluña: el corredor mediterráneo por aquí o una nueva (y mejor, claro) financiación por allá, cuando no la sandez de llevar el Senado a Barcelona u ocurrencias semejantes. Algunos partidos políticos parece que comparten argumentarios mañaneros y otros, que además se llaman progresistas, ni están ni se les espera: el PSOE defiende el Estado Federal asimétrico o que España sea una nación de naciones y Podemos es ya nacionalista en buena parte de España. No es ese el camino correcto (el de intentar caer simpático a los que pretenden romper el Estado y mucho menos a los que han hecho del incumplimiento de la ley su forma habitual de comportarse en política) sino el de denunciar y evidenciar sus falacias, dicho con toda humildad pero con toda claridad.

Debemos explicar, sin complejos que nos amilanen, que nuestras ideas son mejores ideas que las ideas nacionalistas y que nuestros argumentos son mejores que los argumentos nacionalistas. Que es mejor derribar fronteras que levantarlas y que es mejor unir que separar. Que, en el mundo globalizado en el que vivimos, el futuro es ampliar nuestro espacio de convivencia en lugar de parcelarlo para darnos mutuamente la espalda. Y que no hay nada más reaccionario que pretender separar a conciudadanos que pretenden vivir juntos. Que la ley es igual para todos y que todos debemos cumplirla, más allá de que legítimamente quiera cambiarse. Que no hay Estado del Bienestar sin Estado y que lo que nos afecta a todos lo decidimos entre todos.

Sin duda, una tarea apasionante la que nos queda por delante: no es la única pero, seguramente, la más importante de todas las que tenemos entre manos.