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¿Espíritu navideño o estrés navideño?

¿Espíritu navideño o estrés navideño?
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Llegan unas fechas muy esperadas: es el momento de reunirse con la familia, con los amigos; momento de compartir, de regalar, de celebrar. Y sin embargo, muchos nos sentimos totalmente estresados en estas fechas.

En lugar de enfocarnos en esas cosas positivas, nos agobiamos con los regalos, la preparación de cenas y celebraciones, hacemos compras exageradas de última hora, por las que pagamos precios elevados porque está todo más caro. Nos atiborramos de comida, alcohol y dulces en cenas de empresa, en reuniones con grupos de amigos, en comidas familiares interminables... y el cuerpo después nos pasa factura. Unas fechas tan señaladas se acaban convirtiendo en momentos de estrés, ansiedad, atracones, resaca y a veces derivan en depresiones en esa temporada tan especial.

Si sumamos a esto que los niños están de vacaciones y queremos dedicarles más tiempo, llevarles a ver espectáculos o simplemente queremos dar un paseo por el centro de la ciudad... el estrés está servido. Las tiendas y supermercados están abarrotados de personas comprando, las calles del centro tomadas por aglomeraciones de gente, ansiosas de disfrutar de las luces de navidad y escaparates, dar una vuelta, divertirse y sentir ese espíritu navideño. Pero más que espíritu estamos presenciando y viviendo el agobio navideño.

Y es que sufrir el estrés es bastante normal en estas fechas, pues en tan sólo 2 semanas tenemos ni más ni menos que 6 días de celebración: Nochebuena, Navidad, Nochevieja, Año Nuevo, Noche de Reyes, Día de Reyes. Y eso sin contar las reuniones de amigos, de empresa, etc. Si pretendemos celebrar cada una de estas fiestas, ¡no es de extrañar que terminemos agotados!

En este artículo quiero proporcionar unas claves muy sencillas para hacer más llevadera esta época de la Navidad.

Planificar con tiempo y de forma realista las celebraciones

Decidir con antelación con quién cenamos, hablarlo con la pareja, con la familia... poniendo especial cuidado si tenemos hijos adolescentes o somos padres separados. Hay tantos escenarios como familias en el mundo. Y es que decidir con quién y dónde vas a celebrar cada evento puede convertirse en una auténtica locura, sobre todo si te tienes que desplazar a otra ciudad o incluso país.

Dejar fuera la perfección

Si queremos que todos nuestros planes, comidas, reuniones salgan perfectos, estamos exponiéndonos a una situación de gran estrés. Nos suele pasar que queremos controlarlo todo, pero siempre habrá planes que no salgan como esperábamos. Dejar de exigirnos demasiado es clave para pasar las fiestas de la forma más relajada posible.

Involucrar a toda la familia en la preparación de las fiestas

Aquí entra en juego la comunicación con los hijos (especialmente hijos adolescentes) y la pareja. Y es que ocurre muchas veces que una sola persona se encarga de todos los preparativos, siendo éste un motivo de discusiones, falta de apoyos, etc. Es bueno repartir las tareas, para que todos puedan participar de la forma más equitativa posible.

Planificar las compras

Tanto para el menú de navidad y nochevieja, como regalos y decoración, es mejor prepararlo todo con antelación; pues si vas a realizar las compras en el último momento, vas a encontrarte con supermercados abarrotados, precios exagerados e incluso productos agotados.

Además es muy fácil caer en la pulsión consumista en estas fechas. La televisión y los carteles publicitarios nos atacan con anuncios agresivos y muy sugerentes. Para no caer en la tentación, a la hora de comprar, es bueno llevar una lista de compra y ceñirte al presupuesto.

Regalos diferentes

Es recomendable ser imaginativos en este aspecto, para no caer en el consumismo y gasto inútil. Hay que tener especial cuidado con los regalos para niños: darle prioridad a regalos educativos, artesanales o regalar experiencias (realizar actividades juntos, jugar, hacer excursiones). Internet actualmente ofrece multitud de blogs y tutoriales en vídeo DIY (Do It Yourself: Hazlo tú mismo).

Además esto último no sólo se aplica a niños, sino también a personas cercanas y que nos importan. Y es que hacer regalos no tiene por qué equivaler a gastar. La generosidad no se mide en términos económicos, sino en la intención y en la personalización.

Actitud positiva y desconexión

Se trata de quitarnos el peso de las obligaciones (debo, tengo que), dejar de querer impresionar a los suegros, los primos. Ser nosotros mismos, no pretender buscar el lujo ni lo exagerado, sino seguir siendo fieles a nuestra manera de ser.

También deberíamos encontrar esos momentos de desconexión, de tranquilidad, momentos a solas o con nuestra pareja, sin estar continuamente expuestos a estímulos externos, tan presentes en estas fechas. Dar paseos, hacer algo de deporte o meditar pueden ser buenas ideas para sentirnos a gusto y en paz con nosotros mismos.

Y es que el estrés no es otra cosa que exceso de carga, de presión, de obligaciones, de estímulos.

La Navidad es una fecha especial que tiene que ver con lo más humano de cada uno: reunirte con las personas que quieres, compartir, estar a gusto, celebrar. Lo externo (comida, ropa, regalos) debería ser lo de menos, un mero ritual. No confundamos el espíritu consumista con el espíritu navideño. Es verdadero espíritu de la Navidad es el amor, el compartir, los lazos, la familia y la amistad.

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