Familia

La gratitud genera felicidad

La gratitud genera felicidad
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Gracias. Una palabra que usamos todos los días, algo que muchas veces hacemos de forma automática, sin siquiera pensar de verdad en su significado. ¿Pero qué es agradecer realmente, a quién debemos en verdad agradecer y sobre todo por qué?

Hace ya algún tiempo vi de casualidad un vídeo en el que se hacía un experimento. Se escogió a varias personas y se les pidió que pensaran en la persona a la que más agradecida estaban, que más influyó en su vida. Después les dijeron que escribieran una carta como si fueran a dársela a esa persona especial, agradeciéndole todo su apoyo y describiendo lo que significa para ellos.

El siguiente paso fue decirles a los encuestados que llamaran a esas personas y les leyeran la carta. Estas personas especiales resultaron ser sus hermanas, madres, amigos, maestros. No todos estaban disponibles en aquel momento, los hubo que ya ni siquiera vivían. Sólo la mitad de los encuestados logró transmitirles sus palabras a través del teléfono. Finalmente se midió el estado de felicidad de aquellos que habían logrado contactar con sus seres queridos y los que no. El resultado fue sorprendente: el índice de la felicidad de los que no pudieron contactar con sus allegados subió del 2 al 4%, mientras que el de los que sí pudieron hacerlo creció del 2 al 19%.

No sé exactamente qué técnica emplearon para la medición, pero me parece de sentido común. No es lo mismo pensar o incluso expresar en un papel lo que sientes, que decírselo a la otra persona, ver su reacción y crear esa interacción tan especial entre ambos. Los que llamaron a sus seres queridos para darles las gracias simplemente lloraban de emoción, los que no lo consiguieron, se quedaron a mitad de camino, aunque también se emocionaron a la hora de escribir sus cartas y también mejoraron su estado interno.

La conclusión era simple: dar las gracias, darlas de verdad, en persona, genera felicidad. Lo cierto es que muchas veces nos olvidamos de ello. Creemos que todos saben lo agradecidos que estamos, cuando tal vez no sea así. Lo damos todo por hecho y olvidamos lo maravilloso que es el mundo que nos rodea: podemos respirar, caminar, ver las cosas, los colores y las formas, usar nuestra voz para transmitir nuestros sentimientos o simplemente información, podemos acariciar las superficies de las cosas, sentirlas, tenemos la capacidad de oír, nos llega la música y la melodía y el susurro de los árboles movidos por la brisa, u oímos un huracán, el peligro e intentamos protegernos, proteger a los demás, echar a correr, ayudar a otros.

El ser humano es ante todo un ser social. Y la humanidad, esa esencia de la que estamos hechos, es bondad, es cooperación, es interacción con otros, aunque a veces nos cueste creerlo en medio de las barbaridades incomprensibles que suceden a diario en el mundo entero. Se dice que el peor castigo para una persona es la soledad. El sentirnos aislados, incomprendidos, olvidados... nos hace perder la fe, esa fe que necesitamos para seguir viviendo, la que mueve el mundo. El dar las gracias a otros es una manera de romper con esa soledad, es abrirnos el paso. Es apreciar lo que tenemos que muchas veces ignoramos o simplemente no queremos ver. La vida es ya un regalo. La salud es otro regalo. Nuestro cuerpo, nuestros logros, nuestra familia... hay tanto que agradecer.

Si te sientes apático, si crees que la vida no tiene sentido, que no hay nada bueno en tu vida... o simplemente tienes un día malo, de esos en los que estás de bajón, te propongo un ejercicio muy poderoso para elevar tu nivel de felicidad. Pero antes, te voy a pedir que escribas en un papel, ahora mismo, un número del 1 al 10, equivalente a tu nivel de bienestar actual(siendo 1-2 mal, 3-4 regular, 5-6 normal, 7-8 bastante bien y 9-10 genial y pletórico).

Después en este mismo papel te invito a que escribas todo aquello por lo que estás agradecido en tu vida: ¿qué agradeces a nivel de salud?, ¿qué persona especial tienes cerca?, ¿tu familia, padres, hermanos, hijos?, ¿tus amigos, clientes, conocidos?, ¿y en tu trabajo, qué puedes agradecer, aunque no todo sea perfecto?, ¿tienes una casa donde vivir, aunque no sea tuya, un techo, ropa, comida que llevarte a la boca todos los días? Agradécelo todo, escríbelo, siéntelo. Agradece que puedes respirar, moverte, correr... porque pese a nuestras dificultades y limitaciones siempre hay algo por lo que estar agradecidos.

Cuando termines el ejercicio, comprueba de nuevo tu nivel de satisfacción interna del 1 al 10. Lo normal es que haya aumentado aunque sea un poco.

Viviendo en el día a día nos olvidamos de sonreír, de pensar que somos afortunados. No hablo de los momentos más duros en la vida de cada uno, sino de esa enemiga silenciosa que nos aborda sin que nos dé tiempo a reaccionar: la rutina. La rutina tiñe nuestra vida de gris, de inactividad, de desánimo. A veces creemos que no tiene sentido sonreír, simplemente no nos sale. Pero no es así. Siempre hay maneras de ser más felices. Y aunque suene muy típico, no lo olvides: hoy es un día único en tu vida y no habrá otro igual.