París

Quieren que sientas miedo

Turistas en la Torre Eiffel de París tras los atentados.
Turistas en la Torre Eiffel de París tras los atentados.larazon

Miedo. Quieren que sientas miedo. Nos quieren atemorizar. Y lo están consiguiendo.

Desde el viernes por la noche, cuando nos enteramos de la trágica noticia de los atentados en París, no hemos dejado de estar alerta, de ver noticias, de escuchar historias de víctimas y testigos, de leer prensa, blogs, ver vídeos de la tragedia sucedida.

Dolor, sufrimiento, barbarie. El terror se expande por Europa. Esta vez les tocó a nuestros vecinos franceses. Mañana podemos ser nosotros. Sentimos miedo.

Pero también hemos sentido rabia e impotencia. También hemos sentido tristeza y desesperación. Y también hemos mostrado la solidaridad y empatía.

La polémica de la bandera francesa sugerida por Facebook

Muchos hemos colocado la cortinilla con los colores de la bandera francesa, sugerida por Facebook. Era una manera de decir que nos dolía lo que ha sucedido. Después muchos retiramos la cortinilla. Se supone que estábamos siendo hipócritas, pues no habíamos hecho lo mismo con las banderas de otros países del mundo donde el terror campa a sus anchas día sí y día también.

¿Es lícito empatizar con nuestros vecinos franceses y no hacerlo con vecinos más lejanos? ¿Estamos siendo egoístas, porque pensamos que nos puede tocar a nosotros, por estar tan cerca? ¿Es ético temer por nuestra vida y la de nuestros seres queridos? ¿Es nuestra solidaridad auténtica?

No sé vosotros, pero yo estoy inmersa en un cúmulo de emociones, muchas de ellas contrarias, en estos días convulsos. Diariamente suceden tragedias de este tipo en países que están en guerra: atentados, muertes violentas, injusticias de todo tipo. Y de alguna forma, y no lo digo para justificarme ni justificarnos, muchos nos hemos acostumbrado a recibir noticias de este calibre. Nos hemos vuelto casi inmunes a ver muertos y sangre en la pequeña pantalla.

La dieta informativa

Es verdad que desde hace tiempo apenas enciendo la tele, y de hecho, muchos especialistas en desarrollo personal recomiendan justamente eso: una dieta informativa. Dejar de estar pendientes de todas esas noticias terribles, que nos afectan al ánimo, que nos deprimen o nos enfurecen. Pero a veces no es suficiente. Las redes sociales se han convertido ahora en una réplica constante de la información, llegando a la infoxicación o sobrecarga informativa, a veces verdaderamente tóxica.

Como lo contaba en el artículo anterior, algunos vivimos enganchados al dolor y a los problemas. Necesitamos nuestra dosis de negatividad diaria para reafirmarnos en nuestro sufrimiento.

Sin embargo, algunas noticias terribles calan más que otras. Si sucede una tragedia a gran escala en nuestro país y además en nuestra ciudad, ¿no nos sentiremos todavía más afectados por lo ocurrido?

Sí, somos seres humanos y empatizamos, pero también nos mueve o nos paraliza el miedo. Cuando oímos que en un país vecino, un país que no está en guerra, una ciudad donde no suelen suceder hechos de esta magnitud, se producen atentados masivos y mueren cientos de personas, lo primero que sentimos es estupor e incredulidad, y acto seguido, rabia, impotencia y miedo.

A partir de ahora estamos enganchados al horror vivido tan cerca. Compartimos noticias en las redes sociales, debatimos acaloradamente acerca de las posturas políticas y morales implicadas en lo que rodea la tragedia, discutimos el futuro que nos espera y los posibles desenlaces con nuestros amigos y familiares. ¿Debemos estar preocupados? ¿Se elevará el nivel de emergencia nacional? ¿Llegarán o no a España? ¿Los capturarán?

¿Entonces qué podemos hacer?

¿Debo dejar de ver noticias y seguir con mi vida? ¿Puedo cambiar algo yo de esta situación de emergencia a nivel mundial (y no me refiero únicamente a los atentados recientes)? ¿Cuál es mi parte de responsabilidad? o ¿qué está en mi mano, por pequeño que sea?

Por paradójico que parezca, lo único que está en mi mano es cambiar yo misma. Es replantearme mis ideas, es revisar mis valores. Ya lo decía el propio Gandhi, un verdadero ejemplo de lucha por la paz mundial: “para cambiar el mundo, empieza por cambiar tú mismo”.

¿Significa eso que debemos volvernos egoístas y olvidarnos de ayudar a los que lo necesitan? ¿Apagar la tele y dejar de leer prensa? En absoluto. Pero hagámoslo desde el amor, no desde el miedo. Hagámoslo desde la calma, no desde el pánico. El pánico no ayuda en absoluto, sólo empeora las cosas.

Y, si como muchos de nosotros, tú también sientes miedo en estos momentos, te recomendaría que no te expongas con tanta frecuencia a las noticias negativas. Esto no significa que te alejes de la información y vivas ajeno a la realidad que está sucediendo. No dejes de estar informado, pero no te obsesiones, no busques compulsivamente historias y demostraciones de que el Apocalipsis está cerca.

Tanto si está cerca como si no, lo único que conseguirás exponiéndote constantemente a lo negativo es llenarte de la negatividad y del miedo. Y eso es lo que precisamente quieren los terroristas: que sintamos miedo de ellos, que no salgamos de nuestras casas, que suframos y dejemos de vivir libremente.

¿Por qué si no difundirán todos esos vídeos, algunos preparados con gran esmero, mostrando imágenes inhumanas de los horrores que cometen con inocentes? Quieren atemorizarnos, infundirnos terror, sembrar el pánico. Porque cuando alguien tiene miedo, es mucho más fácil dominarle.

El miedo es necesario, qué duda cabe. El miedo nos indica que debemos protegernos y proteger a los nuestros. Pero seguro que te suena la mítica frase de Yoda, de la Guerra de las Galaxias:

“El miedo es el camino hacia el Lado Oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio, el odio lleva al sufrimiento.”

No cedas al miedo, no caigas en un ataque de pánico, no conviertas tu vida en un pozo lleno de rencor y negatividad. Recuerda que tener miedo es normal, todos vivimos con una pequeña dosis de miedo y más cuando la amenaza parece estar cerca. Pero sé sincero contigo mismo: ¿te ayuda el miedo a estar mejor?

Si la respuesta es no, tal vez sea hora de replantearnos nuestra actitud.