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Great Ormond Street

Great Ormond Street
Great Ormond Streetlarazon

A los británicos les gusta designar los edificios por el nombre de su calle, Great Queen Street, Oxford Street, Downing Street, son nombres que definen muchas cosas más que si se dice Gran Vía, o Septi KaleaK o Berria Platza. Matices supongo, que solo Londres puede aportar mientras que Bilbao es la capital del mundo.

Great Ormond Street, es hoy la calle del hospital de Charlie Gard. Y Charlie es un bebé, y sin él saberlo, es un problema porque tiene una cabecita chiquita, sobre cuyo diámetro los científicos de este mundo, por ahora, no se ponen de acuerdo.

Nuestro problema es importante, porque la vida de Charlie depende de 2 centímetros de diámetro. Nunca se había medido la vida, parece que se había pesado, pero ya tenemos medida de la vida en centímetros.

Y esos centímetros están nada menos que en el Tribunal Supremo de Londres y en discusiones en las comisiones de bioética.

Uno puede esperar que sean los padres de CG los que estén en pleitos con el hospital y con el estado, para desconectar vitalmente a nuestro pobre problemita; pero no, es justo al revés, es el estado y el hospital los que contra la opinión y el deseo de los padres, desean desconectar al chiqui.

Para mí, el derecho de Familia, y lo he dicho en reiteradas ocasiones debe ser algo en el que el Estado ocupe un papel secundario. Sin embargo, no es así, ya que vemos una creciente intervención pública en materia de menores en supuestos no extraordinarios supliendo en muchas ocasiones la voluntad de los padres. Soy muy restrictivo en cuanto a esto. A mí personalmente me parece una aberración jurídica y ética o bioética que unos padres tengan que estar luchando porque el Estado ingles, cualquiera que sea el motivo, quiere matar a C.G. Leo que los padres de un menor, desde el punto de vista de la bioética representan un principio de “beneficencia” mientras que el Estado en el ejercicio de sus potestades de salvaguardia del menor actuaría como una institución de no maleficencia. Ello se traduce, sigo leyendo, en que nadie mejor que los padres pueden determinar cuál es el mejor interés del menor, sin embargo, cuando la decisión de los padres es claramente maleficente el estado, se concluye en lo que leo, debe suplirlos adoptando la solución que prime el mejor interés.

Y el mejor interés parece ser que es desconectar al niño, a menos que los padres consigan resolver el problemilla de los 2 centímetros.

Pienso que pensamos tanto que nos pasamos en pensar.

Mi diámetro craneal me permite pensar desde un punto de vista legal y bioético que los 2 centímetros de la cabecita de Charlie se pueden ir por Great Ormond Street adelante, y ya saben lo que quiero decir, y que a mí lo que me importa es Charlie entero. El derecho de familia, es el derecho del amor y del desamor, es un derecho que siempre busca la vida. Aún en los peores momentos del ser humano, en sus mayores conflictos, el buen derecho de familia, es aquel que se convierte en un instrumento para conservar lo que se pueda de las cenizas del amor y para dar una nueva oportunidad a la vida, una esperanza. El buen abogado de familia ha de moverse en el terreno de los Derechos Humanos de todos los actores, especialmente en el de su cliente, y en el terreno de lo positivo y no de lo negativo.

Vida y amor son los principios para Charlie y no beneficencia o maleficencia.

Cuando se priman aplicados conjuntamente estos principios, “los charcos” en los que continuamente nos metemos, como el aborto, el matrimonio homosexual, el testamento vital, los niños de “la casa de las muñecas”, la adopción, las custodias, la eutanasia, la pena de muerte, los vientres de alquiler o la maternidad subrogada o la gestación por encargo, tienen una más fácil respuesta.

La respuesta para Charlie, pues es fácil, y no depende ni de un milímetro: Vida y amor.

No convirtamos al Estado en un aprendiz de brujo, y no abramos la caja de Pandora, pues ya se ha abierto anteriormente y acabamos en las cámaras de gas de los campos de concentración. El Estado tiene una función equilibradora dentro de la sociedad del siglo XXI, sobre las desigualdades sociales y de la explotación de los capitalistas, que siguen existiendo, sobre la clase trabajadora en cuanto al acceso a los medios de producción, para permitir o facilitar ese acceso a los más frente a los menos, en mejora de sus condiciones de vida y trabajo y la de sus familias. El Estado ha de facilitar el acceso a la cultura y la educación; pero no tiene una función decisoria sobre los Derechos Humanos, salvo para protegerlos y respetarlos.