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Como perros

Como perros
Como perroslarazon

Muchas veces no sabemos valorar lo que tenemos hasta que lo perdemos, aunque yo creo que en ocasiones lo sobrevaloramos de tal manera que su ausencia puede llegar a perjudicarnos fuertemente, tanto a nivel físico como psíquico.

La tecnología se ha convertido en una –¿mala?– compañera de viaje, en concreto, los smartphone. Todo avance y progreso es bien recibido si se sabe acoger con los brazos de la estricta racionalidad, aunque el problema surge cuando preferimos agarrar estos elementos dejando de lado el abrazo cariñoso, personal y sincero. Pasa el tiempo y cada vez somos más dependientes, creemos que no, pero la realidad es que vivimos conectados a un aparato que consideramos un mortal más, un amigo, un hermano, incluso una prolongación de nosotros mismos. Pero nos olvidamos de que es una máquina y puede fallar.

Con la caída de WhatsAppde esta semana algunos han descubierto que realmente sienten adicción por su uso, consumo y abuso. La preocupación comenzó a sentirse cuando en los mensajes los tick se convertían en relojes a la espera de contestación. Fue en ese momento cuando la humanidad entró en pánico, como si el mundo se hubiera acabado o ya no tuviera sentido continuar con el día y lo mejor era un ‹‹habrá que irse a dormir...››. Me dio rabia encontrarme en esta situación, y es que en contra de mi voluntad acabé siendo cómplice del malestar general que se respiraba en el ambiente, pues éramos bastantes en la terraza donde nos encontrábamos, pero poco a poco fue descendiendo el número en busca de sus respectivas habitaciones donde allanar las penas o desear un ‹‹buenas noches›› a través de otra pantalla desde otra aplicación semejante.

No obstante, esa noche fueron pocos los elegidos que volvieron a tomar contacto con la tierra, incluso algunos se miraron a la cara y se dijeron ‹‹cuánto tiempo, qué cambiado te veo››. La triste realidad es que sí, que cambiar cambiamos todos, y que preferimos ver ese desarrollo a través de un cristal luminoso que en vivo, sintiendo y palpando como ese ‹‹envejecimiento›› pasa factura.

Sin ninguna duda, la factura más cara nos la cobramos nosotros mismos todos los días cuando en vez de salir a pasear con el móvil –que siempre está bien llevarlo, el Smartphone se convierte en nuestro dueño y nos pasea como un perro atado a una correa. Ahora entiendo lo de ‹‹teléfonos inteligentes››.