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Millonarios gracias a sus fans

Millonarios gracias a sus fans
Millonarios gracias a sus fanslarazon

Ya he hablado en alguna ocasión de la extraña afición que tiene la sociedad de querer imitar todo lo que ve a través de las pantallas. Por ejemplo, antes de que salieran los concursos culinarios en nuestras televisiones, muy poca gente, comparado con el número actual, quería ser cocinero.

Ahora se están poniendo muy de moda los concursos de talentos. A mí me parece correcto que estas personas capaces de bailar, cantar o hacer reír lo demuestren y reciban remuneraciones por ello, pero ¿por qué se discrimina al otro talento? Al talento del saber y del aprender. ¿Qué pasa? ¿Por qué este talento no vende tanto? ¿Por qué está tan desprestigiado y tan abandonado?

Veamos un ejemplo: Marie Curie acumuló un sinfín de éxitos llevando una vida muy humilde. Fue la primera mujer en toda la historia en dar clase en la Universidad de París, fue la segunda mujer en licenciarse y la única persona que ha ganado dos Premios Nobel en dos campos distintos. Gracias a ella conocemos hoy en día el polonio y el radio. Y a pesar de todo esto, necesitó la ayuda de un millonario y un periodista para poder seguir con sus investigaciones en EEUU.

Sin embargo, tenemos a cantantes y a futbolistas, adorados y perseguidos por sus fans hasta rayar lo enfermizo, y que sin tener ninguna formación extraordinaria, ganan una lluvia exagerada y desproporcionada de millones que invierten en compras desorbitadas como mansiones, coches de lujo, yates, aviones privados... Solo ellos consiguen que se hagan colas de kilómetros y kilómetros, vender millones de entradas -después de haber dormido no sé los días a la intemperie-, llenar estadios, hacer llorar y gritar a una masa histérica y eufórica, y hasta provocar una mejoría en los enfermos a los que visitan. ¿No os parece que el mundo está muy descompensado? ¿Quién quiere ser científico?

Introduciéndonos en el mundo de la música, no todos los cantantes de verdad cantan tan bien como nos imaginamos. Gracias a la gran tecnología que lanzan algunos investigadores e informáticos anónimos, estos “pseudocantantes” son capaces de grabar discos y llenarse los bolsillos de billetes. Detrás de todos estos fenómenos juveniles se esconde el “fenómeno fan” y multitud de empresas expertas en mover a las masas de ovejas a su antojo.

La palabra “fan”, que proviene del inglés “fanatic”, en su acepción latina «fanaticus», significaba «un servidor del templo, un devoto». El término ha ido evolucionando y adaptándose. Mariana Galdós, directora y psicóloga de la Consulta Psicológica Madrid, apunta que «cada época fabrica sus propios ídolos, los cuales suscitan una gran admiración popular y se construyen modelos de los valores dominantes de un tiempo».

De hecho este fenómeno puede llegar a tener una explicación científica: la excitación que provocan los logros de los admirados hace que el cerebro libere grandes dosis de dopamina, el neurotransmisor portador de la sensación de placer. Hace algún tiempo también fueron descubiertas las llamadas “neuronas espejo” que parecen estar relacionadas con los comportamientos empáticos, sociales e imitativos. Su misión es reflejar la actividad que estamos observando, por esta causa muchas marcas comerciales utilizan como reflejo a estrellas de todos los ámbitos (músicos, futbolistas, presentadores...) y desembolsan grandes cantidades de dinero, para que la marca quede relacionada con estos ídolos que en nuestro interior deseamos ser.

La sociedad debe asumir el papel de transformarnos en personas más cultas y con mejores valores. Si gastáramos nuestras fuerzas en apoyar a científicos, historiadores, arqueólogos, investigadores... para después querer vernos reflejados en ellos, nos iría a todos mucho mejor y no solo a unos pocos, ¿no creen?