Estados Unidos

Por qué echaremos de menos a Michelle

Por qué echaremos de menos a Michelle
Por qué echaremos de menos a Michellelarazon

por Ana Rubio Jordán

Ape in heels, que viene a ser traducido como chimpancé, simio o mono en tacones, es el insulto que recibió Michelle Obama en las redes sociales y que fue alabado por la ya ex alcaldesa del estado de Virginia Occidental. La noticia produce un absoluto estupor y rechazo pero no sorprende, ya que no esta no es la primera vez que la mujer de Obama es comparada con un personaje de la película “El Planeta de los Simios”.

Lo triste es que estos comentarios claramente racistas fueron secundados por mujeres que, tras confesar que les habían “alegrado” el día, afirmaban anhelar ver a una first lady con “estilo, belleza y dignidad”. Sin importar, claro está, la formación intelectual o la preparación de que dicha persona disponga para ocupar un puesto y una responsabilidad como es el de ser la esposa del presidente de Estados Unidos que, recordemos, no posee obligaciones oficiales y no percibe salario y, sin embargo, debe acudir a numerosas ceremonias oficiales junto o en representación de su marido.

Con su metro ochenta de estatura y una tez más oscura que la de su esposo, Michelle ha demostrado ser un ejemplo de la mujer estadounidense moderna. La historia de su vida, como ella misma ha contado, es muy “estadounidense”, con un padre que pasaba largas jornadas fuera de casa y una madre al cuidado de sus hijos. Tras estudiar Derecho en Harvard, llegó a la Universidad de Chicago dispuesta a establecer vínculos entre el campus y la comunidad. De hecho, desarrolló el primer programa de servicio comunitario en dicha universidad, y fue ahí donde descubriría su verdadera vocación, la de servicio social, una vocación que seguiría ejerciendo durante la presidencia de su marido, visitando albergues y comedores de beneficencia y siempre mostrándose al lado de los más desfavorecidos.

Independiente, trabajadora y segura de sí misma, Michelle es ante todo una mujer ejecutiva. Como primera dama ha cubierto todos los frentes: esposa cariñosa, madre protectora, hija ejemplar (se llevó a su madre a vivir a la Casa Blanca), entusiasta de los jardines y defensora de la salud y de la vida sana. En la visita que hizo Melania Trump para conocer la que será su nueva residencia, hubo una parada especial en el jardín, donde la esposa de Obama ha construido su “famoso” huerto, y es que ante los índices alarmantes de obesidad infantil en EE.UU., la primera dama ha tratado de concienciar a los estadounidenses de la importancia de una alimentación sana. Y lo ha hecho dando ejemplo, ya que ha sido notable su cambio físico en los últimos años mostrando una imagen mucho más esbelta, de ahí que muchos hablen de Michelle como un icono de moda.

Mucho tendrá que hacer Melania para eclipsar la imagen de esta talentosa mujer y, no lo tendrá nada fácil. Su fuerte acento esloveno no ayuda, como tampoco lo hace el hecho de que trabajara de forma ilegal en Estados Unidos, que posara desnuda como modelo o que mintiera sobre sus estudios (que no acabó). Con este curriculum, junto a sus escasas habilidades políticas, todo parece apuntar a que seguirá con un nivel de popularidad bajo. Algo similar a lo que hicieron en su día las esposas de Bush padre e hijo que, con una total discreción, pasaron por el puesto sin pena ni gloria.

Tal y como se aventuran a apostar algunos expertos, la esposa de Trump devolverá el rol de primera dama a su faceta más clásica. Sin embargo, Melania sabrá sacar partido a su portentoso físico, de ahí que algunos medios ya hayan comenzado a hablar de la nueva “Jackie”. Una first lady tradicional, cuya imagen sí se verá en cambio eclipsada por la de su hijastra Ivanka, quien sí parece mostrar un claro potencial para el mundo de la política y los negocios. Pero esto ya será otra historia a contar.