Medios de Comunicación

«Ajoblanco»: Vuelve la revista para ahuyentar a los malos espíritus

La legendaria publicación resucita 17 años después con Pepe Ribas al frente, en papel, sin publicidad ni comercial ni institucional, y con el objetivo de crear debate

Foto de la ilustración de la cubierta del primer número de la nueva etapa
Foto de la ilustración de la cubierta del primer número de la nueva etapalarazon

La legendaria publicación resucita 17 años después con Pepe Ribas al frente, en papel, sin publicidad ni comercial ni institucional, y con el objetivo de crear debate.

Efecto «Ajoblanco», día uno. «Hasta las imprentas estaban oxidadas –dice Carolina Espinoza, una de de las responsables de que la emblemática publicación resucite tras 17 años cerrada–. En vez de felicitarnos, nos daban el pésame. Sin embargo, cuando vieron las páginas de la revista, se sintieron parte de ella, se emocionaron». «Los operarios discutían sobre las tintas que debían utilizar. Se convirtieron en artesanos», dijo con una vena algo más poética y ciertamente más política Pepe Ribas, alma del proyecto entonces y ahora. Antes de salir, pues, «Ajoblanco» ya había conseguido uno de sus propósitos, «cambiar la vida cotidiana, influir en las personas y generar debate», según Ribas. Ahí tienen otra misión cumplida, avivar el debate sobre la pervivencia de los medios impresos. La publicación vuelve con un órdago, 132 páginas en papel de calidad, distribución física en los quioscos, y, ojo, renunciando a la publicidad institucional y comercial para sobrevivir. Su primera tirada será de 50.000 emplares. «El ajo es un tubérculo que que pica, repite, y ahuyenta a los malos espíritus», advirtió Ribas.

Emblema de una época

El proceso de «revuelta» (de regreso) comenzó en la exposición que el Centro Conde Duque de Madrid acogió sobre la historia de la publicación en 2014. «Me dijeron que era el momento de sacarlo. Me convencieron de que había que movilizarse», dijo Ribas, que recordó la importancia del 15M, cuya acción presenció en las plazas correspondientes de Madrid, Barcelona y Valencia. Una vez la decisión estaba tomada, hace un año y medio, comenzó el proceso de constitución de una entidad sin ánimo de lucro integrada por Pepe Ribas, Fernando Mir y Carolina Espinoza, impulsores del proyecto. La financiación la obtuvieron con las aportaciones de 1.600 mecenas a través de una campaña online, que aportaron en conjunto 33.000 euros, y a través de un crédito de los fundadores de la publicación de otros 30.000. Por eso, y ante la falta de ingresos de publicidad, Ribas explicó que la pervivencia de «Ajoblanco» dependerá de los ingresos en los quioscos. «No sabemos qué va a pasar. La historia será muy diferente si vendemos 10, 20, 30 o 40.000 ejemplares», señaló. Cada número, de periodicidad cuatrimestral, tendrá un precio de 7 euros.

«Ajoblanco» fue emblema de la contracultura en España. Una revista que en su primera etapa rompió moldes y era seña de identidad de una generación del cambio social y político. Artículos de sexualidad, psicología, educación y política se daban la mano con textos provocadores y temas políticamente incorrectos, impulsados y favorecidos, además, por una amplia participación de sus lectores. De la legalización de la marihuana a la educación y de la ecología a Buenaventura Durruti, las portadas de «Ajoblanco» causaron sensación, agitación y, a veces, provocación.

La decisión de aparecer como medio impreso no era negociable, igual que la de tener una redacción física: «Queremos volver a tocarnos, a mirarnos a los ojos. Estamos hartos de pantallas. Cuando escribes en una pantalla, lo haces sin pensarlo. En cambio, para la revista hemos recibido 5 o 6 versiones del mismo artículo. Mantienes otra atención y eso es lo importante, por eso hay que volver al papel», aseguró. «En 30 años no ha habido periodismo impreso independiente y crítico porque depende de la publicidad instuitucional, y no digamos ya en Cataluña», dijo entre otras alusiones a los medios «tradicionales» que estaban en la presentación en el Teatro del Barrio de Lavapiés porque habían sido convocados para informar de ello. «Pretendemos estimular y crear debate, no crear odio, sino recuperar la pasión, porque es lo que mejor puede eliminar el miedo, el principal problema de nuestra sociedad. Tenemos miedo a decir lo que pensamos para quedar bien con el pequeño grupito al que pertenecemos, porque hoy todo sigue yendo de grupitos por más redes sociales que haya. En ‘‘Ajoblanco’’ queremos cambiar la percepción y la vida cotidiana», dijo Ribas. «Seremos un martillo de ortodoxias. Buscamos convertirnos en un revulsivo, queremos revolver. Y creo que estamos en un buen momento para perder el miedo a decir lo que pensamos. Por desgracia, nos hemos instalado en la verdad de lo políticamente correcto», comentó el que sería director de «Ajoblanco» si su espíritu ácrata no rechazase tal denominación.

La estructura de la publicación en esta tercera etapa (la primera fue 1974-80, y la segunda, 1987-99), que ya está en los quioscos, está dividida en cuatro partes. Una primera, llamada «Apuestas en blanco y negro», donde se rescatan las iniciativas culturales y sociales «invisibilizadas en los medios tradicionales». Le sigue un bloque en el que se recuperan las secciones emblemáticas de la revista: sexo, feminismo, ecología, «antipsiquiatría», memoria, salud, libros y música. A continuación, las páginas de «A fondo», con reportajes de investigación, y por último, «El muro», sección heredada de la Cloaca de los años 70, con colaboraciones de España y Latinoamérica.

Ribas, muy crítico con el periodismo actual, apostó por «recuperar el periodismo de investigación» y aseguó que «va a ser difícil, pero me gustaría llegar al fondo de los Pujol. No sé si lo conseguiremos, como no hemos logrado averiguar cuál es el sueldo conjunto de todos los directores de museos de arte contemporáneo». La cultura es el otro foco que más preocupa en la nueva etapa de «Ajoblanco». Y lo que no encontrarán en la revista, ya lo advirtió Ribas, es «ni rastro de la cultura anglosajona. La tenemos prohibida, porque necesitamos reinventarnos». Cierto que a lo largo de su trayectoria, la revista incluyó en su portada a la Banda Trapera del Río, pero también a Morrisey y a Kraftwerk. Para Ribas, la cultura y la educación son causas de que en España los ciudadanos «se hayan convertido en partes de un sistema que no comprenden». «En este sentido, lo que pasa en Cataluña es una aculturación, una domesticación, porque, sin entrar en juicios sobre la conveniencia del referéndum, han inventado una historia que no es verdad en absoluto». La sede de Ajoblanco seguirá ubicada en Barcelona: «Allí estamos un poco enfadados: los del procés, los del antiprocés, los de podemos y los de no podemos...», bromeó Ribas, de adscripción libertaria.

No es un «revival»

«Es de agradecer que fuerzas políticas alternativas estén copando espacios de poder, pero no es suficiente», lamentó Ribas, decepcionado por el desinterés hacia la cultura que ha mostrado la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. En este sentido, insistió en su espíritu libertario: «No creo en más poder que en la cultura y la educación. Tomar el poder no arregla nada», afirmó. Ribas repasó lo que ha sucedido en España en los últimos años con total pesimismo: «La Movida fue como un chotis, sin contenido político. Después llegó la corrupción, la del PSOE, la del PP... y la de Convergència, no digamos. Luego la burbuja inmobiliaria, y todo junto acabó con la educación. Por eso ahora tenemos que perder el miedo al otro. Se necesita solidaridad», afirmó. La publicación apostará por las voces jóvenes, frente a los líderes de opinión «papanatas» que opinan de todo, y se resistirá a su profesionalización. Asimismo, estará abierta a las colaboraciones de sus lectores. Este no es un «revival», sino una revuelta. Y el camino a recorrer está claro: es el que lleva directo a la utopía. «A mi edad, en este lío... Es de locos, pero aquí estoy», se resignó Ribas. El resto se escribe en los quioscos.