Papel

Almudena de Arteaga: «Si supiéramos el secreto haríamos best-sellers como rosquillas»

Almudena de Arteaga: «Si supiéramos el secreto haríamos best-sellers como rosquillas»
Almudena de Arteaga: «Si supiéramos el secreto haríamos best-sellers como rosquillas»larazon

La autora presenta su nuevo título, «La estela de un recuerdo», el drama de una familia monárquica durante la II República.

Almudena de Arteaga es una de las autoras de novela histórica más leídas en nuestro país. En 1997 publicó su primera obra literaria, «La princesa de Éboli», que alcanzó un gran éxito entre el público y se convirtió en best-seller. Desde entonces, aparcó su oficio de abogada para seguir con su camino entre las letras, firmando un legado de una veintena de obras entre ensayos y novelas. Ahora presenta «La estela de un recuerdo», una historia de amor y drama familiar que tiene su punto de partida en el convulso comienzo de la II República.

–Estrena novela, «La estela de un recuerdo». ¿Con qué se encontrará el lector?

–Se trata de una novela histórica con amor e intriga cuya voz es una mujer. Es la historia de una saga familiar de siete hijos y sus padres que arranca el 14 de abril de 1931, con el inicio de la II República. La familia es monárquica, la del duque del Infantado, en lo que creo que es una vertiente nueva del conflicto, la de un grupo minoritario. En un primer momento, prefieren no exiliarse y esperar el regreso del rey, pero están en el punto de mira de todos. El protagonista es el miembro más joven de la familia, todavía en el colegio. Además, entre los hermanos hay dos militares que participan en «La Sanjurjada» y acaban presos en Villa Cisneros, en el Sáhara. Uno de ellos escapa, y de ahí viene una de las tramas de intriga de la novela. La guerra les coge, como a tantas familias, separados. Transcurre en Madrid, Barcelona, San Sebastián, Bilbao, etc. Y sobre todo tiene sentimiento; qué es lo que pasó esta gente. La política queda en segundo término.

–¿Cómo surge la idea?

–Cuando leía documentos de la época y del conflicto siempre me preguntaba: ¿qué pasa con el otro lado? La memoria histórica está muy bien, pero debe analizarse por ambas partes. No silenciemos a una de ellas, tengamos en cuenta que los monárquicos lucharon en el Frente Nacional porque pensaron que así volvería el rey.

–¿Cuál fue el punto de partida a la hora de comenzar a escribir?

–Las cartas de miembros de mi propia familia, a muchos de los cuales conocí personalmente. Especialmente, las misivas manuscritas del protagonista que tengo en mi poder, un chico que tiene 14 años al comienzo de la novela y que fallece seisdespués en el cerco de Bilbao. El día antes de morir, sabiendo el futuro que le aguarda, escribe dos cartas de despedida: una a su novia por aquel entonces y otra a su madre. Además, cuento con otras 30 sobre lo que la familia se va contando a lo largo de la guerra y las crónicas de los diarios de aquella época, que fueron de gran ayuda.

–¿La cercanía familiar con los protagonistas supuso una dificultad añadida?

–Naturalmente. Hay que tener en cuenta que a muchos los conocí, ya muy mayores, y de otros tantos tengo la correspondencia. Eso es algo íntimo, no un documento de un archivo notarial, que muchas veces es lo que encontramos cuando escribimos sobre tiempos pasados. Una carta a un padre, a una madre, un hermano... Es una cosa mucho más personal.

–¿Cómo siente el sufrimiento de sus personajes? Más aún cuando se trata de historias reales.

–Sí. Indudablemente, cuando a ellos les duele algo, tienes que sentirlo si quieres transmitir ese dolor en una novela. Pero cuando están alegres o enamorados, exactamente lo mismo. La gente dice que la creatividad causa dolor... Tampoco creo que seamos mártires y, al igual que te puede causar dolor describir ciertos momentos, puedes estar tremendamente alegre en otros tantos.

–¿Cómo es el proceso de recrear el ambiente de II República?

–Fue una época muy convulsa, 17 gobiernos en cinco años y medio... Al final, nadie gobernó. Intento describir absolutamente todo, el Madrid de ese momento. Hablo de palacios desaparecidos; de hecho, donde viven los protagonistas lo es. Los tranvías, el famoso Chicote de la Gran Vía, las churreras, los libreros, los anticuarios, etc. Incluso los conflictos diarios en los bares, los gritos de «¡Viva la República!» y «¡Viva el Rey!», las peleas que podían surgir en un segundo.

–Premio Algaba en 2007 por «Beatriz Galindo, La Latina», Premio Zabalín en 2012 por «Capricho»... ¿Cuál es el secreto del éxito de sus novelas?

–Cuento con algún premio y algún best-seller, pero he firmado ya 20 obras escritas entre novelas y ensayos. Si los autores supiéramos el secreto haríamos best-sellers como rosquillas. Son muchas las causas exógenas que pueden influir. Por supuesto, la materia prima tiene que ser buena. Pero existe mucha buena materia prima que queda relegada al olvido sin razón aparente. Un libro no es una película ni una canción, un libro necesita una dedicación y un tiempo. En el stand de novedades de las librerías las novelas permanecen durante quince días. Si en ese tiempo el boca a boca no ha transcendido, puede que una gran obra acabe pasando desapercibida.

–Su primera novela, «La princesa de Éboli», se convirtió en best-seller. ¿Cómo vivió ese cambio de rumbo su vida?

–Con mucho valor. Yo era abogada, tenía un trabajo fijo... Pero quería hacer de una afición una profesión y me salió bien la jugada. Soy consciente de que dentro del mundo literario hoy puedes tener mucho éxito con un libro y con la siguiente publicación, todo lo contrario. Es algo que ocurre con la pintura, la escultura, el cine y cualquier otro género artístico. Supongo que tiene que ver con esa locura un poco vocacional que tenemos los artistas, de arriesgar.

–Se confiesa una defensora acérrima de la novela histórica. ¿Qué diría a los que dicen que es un género de otro tiempo?

–Nunca hablo de subgéneros. Hay novelas buenas y malas. La novela histórica, como la vida misma, tiene intriga, pasión, amor... Es mi género, donde me siento cómoda. Necesito tiempo para analizar los hechos subjetivamente. No puedo escribir sobre lo que ocurrió ayer o hace quince días. Es absurdo pensar que la novela histórica tiene un tiempo porque los que escribimos sobre ello en este instante estamos creando historia para los escritores futuros.