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Aquella generación olvidada

Cristina López Schlichting debuta como novelista con «Los días modernos», ambientada en los 70.

La periodista debuta en la novela con una historia en la que mira hacia atrás
La periodista debuta en la novela con una historia en la que mira hacia atráslarazon

Cristina López Schlichting debuta como novelista con «Los días modernos», ambientada en los 70.

«Para los niños de mi generación nuestra guerra quedaba inmensamente lejos, enterrada entre gasas sintéticas y tergales, ni siquiera sabíamos muy bien qué había pasado, nadie nos hablaba de eso», escribe Cristina López Schlichting – colaboradora de LA RAZÓN– sobre su primera novela, «Los días modernos» (Plaza & Janés), que fue presentada ayer. «He publicado libros sobre el programa de radio, recopilaciones de artículos y reportajes periodísticos, pero ésta es mi primera novela y es una experiencia completamente diferente, no tiene nada que ver», declara Schlichting. «La experiencia creativa –si se puede hablar así sin resultar pedante– es brutal. Es como parir un hijo o el primer beso. De repente me sumergía en el año 75 de tal modo, que volvía a sentir y experimentar lo mismo abducida del presente y, cuando salía, sentía una especie de satisfacción afectiva, algo rarísimo. Para mí ha sido un descubrimiento». Son los 70. Amelia, una chica de un barrio periférico de Madrid, está a punto de cumplir trece años. Alumna de EGB, su mundo se reduce al pequeño piso donde vive con su familia, su colegio de monjas y el descampado donde juega y observa fascinada a los chicos mayores. De Franco apenas sabe nada, solo que es mayor y se está muriendo.

El desconcierto

«El libro narra el paso de la niñez a la adolescencia, el despertar al mundo adulto. Habla de la pubertad de Amelia». López Schlichting dice que se trata de «una novela de iniciación donde descubre su sexualidad y la ajena, la justicia social, la injusticia, el problema de la solidaridad, de la mentira, de la verdad...Está en ese desconcierto de entrada en la pubertad».

«La idea viene de lejos –explica–. Este es un libro largamente larvado. Tengo la sensación perenne de estar desplazada generacionalmente, de no encontrarme en la literatura porque los autores, diez años mayores, hablan de otra España que yo no conocí. Durante años percibí que yo, nacida antes de morir Franco, no pensaba como gente que escribía y hablaba y también habían nacido antes de su muerte. Me preguntaba por qué. Indagué y descubrí que nada tenían que ver los nacidos antes del 60 y los de después. Hay dos franquismos, uno muy negro de la postguerra –represalias, hambre, nacional catolicismo, el de la autarquía y el aislamiento– y otro posterior. Nuestra percepción de la realidad es completamente distinta, casi antagónica. Nosotros –continúa López Schlichting–, más que aislados, nos manifestamos enamorados del exterior, de las series norteamericanas –«La casa de la pradera», «Starsky y Hutch», «Kojak», las relaciones con la UE, Eurovisión, que se vivía en familia como un vínculo con el exterior– y unas condiciones económicas y materiales completamente distintas a los años 50, que eran de miseria. Los padres ya pueden comprarse un 600, su primer piso y nosotros nos beneficiamos de este nuevo bienestar por su generosidad. Comenzamos a tener Nancy, Madelman, scalextric... Un bienestar económico que nos trajeron unas generaciones que habían trabajado duramente, que estaban, incluso, pluriempleados para darnos ese bienestar». Para la autora «somos la primera generación que tiene la sensación de que si estudias y trabajas fuerte vas a tener un futuro glorioso. Nuestra realidad no tenía nada que ver con Franco, aunque aún estuviese allí como un señor mayor siempre muriéndose, tenía que ver con los juguetes, los anuncios, las series animadas, como “La pantera rosa”, los donuts, las nuevas fibras –el tergal, el tactel del chándal–, y los nuevos inventos tecnológicos, sobre todo electrodomésticos –que por raro que suene a los jóvenes ahora, nos emocionaban–, el exprimidor, la túrmix, los televisores que se compartían con los vecinos para ver las «Galas del sábado» de Joaquín Prat y Laura Valenzuela. Todo esto –explica– se cuenta en la novela. Para nosotros, lo que llamábamos el progreso, era una fuente de sorpresa».

Para Schlichting, este fenómeno fue fruto del desarrollismo: «Es el comienzo del libro. Las grandes ciudades crecieron con emigrantes llegados de otras zonas de España. Los niños jugábamos en los descampados de esos enormes barrios de aluvión que crecieron al calor de la emigración. El campo se traslada a la ciudad de manera masiva y ésta crece desaforadamente. Igual te encontrabas un gallego, un andaluz o un asturiano. Las familias trabajaban bastante y tenían hijos a los que repetían continuamente que si estudiaban mucho llegarían muy lejos. Las clases de EGB eran de 40 y 45 alumnos. Vivimos un colegio eficaz a pesar de ser tantos por aula».

Una generación

Como cuenta en el libro la autora, «ser 42 en un aula era lo natural, pero de ellas nacieron hombres y mujeres muy enteros. Me llama la atención que las mujeres que salimos de aquellas aulas de los 70 éramos mujeres bragadas, poderosas, que se hacían respetar y cuando oigo ahora decir a las jóvenes que sus novios les pegan o las vigilan, me quedo a cuadros. Hay un nuevo machismo y una sumisión de las chicas entre los jóvenes que nos resulta inconcebible. Nosotros nos pasamos la EGB haciendo travesuras, jugando al fútbol y cuando tenían que ponerte en tu sitio, te ponían. Se educaron mujeres poderosas por-que las que tenían delante era arquetipo porque funcionaban solas. Muchos colegios los llevaban mujeres que suponían un modelo autónomo de mujer».

El libro narra la relación de Amelia con sus profesoras y compañeras, algo que determinó a una generación que llamaron «generación EGB». Afirma Cristina López Schlichting: «Amelia es una generación, no soy yo, es la niña que fuimos todas. Una niña de los años 70 que quiere ser una mujer autónoma, liberada, que quiere realizarse profesionalmente, que es muy curiosa, detective, que descubre un misterio por esa curiosidad y porque es muy valiente y atrevida. Representa a las mujeres que dejamos de ser retraídas, pudorosas, orgullosas de estar en un segundo plano y que empezamos a pisar fuerte. Son las mujeres que están ahora en primera línea de la política, como médicas, abogadas, etc. La generación EGB tiene unos rasgos distintos, es tolerante, flexible, no tiene interés en el frentismo y tiene una enorme capacidad de positividad. Amelia es el paradigma».

EL PASADO ESCRITO SIN NOSTALGIA

Cristina López Schlichting ha querido volver la mirada hacia los hombres y las mujeres que crecieron con ella. Pero sin caer, por supuesto, en el lugar común de la nostalgia. En esta novela, ella traza el paisaje de una época que estuvo marcada por un enorme cambio en diferentes aspectos, algunos singulares, desde la educación hasta la irrupción de una primera tecnología que ya vaticinaba el camino que después tomaría, aunque desde la altura de ese horizonte resultaba complicado avanzarlo. Así, este relato es casi una aventura, la de crecer en la década de los setenta, que fueron unos años que estaban entre el futuro que ya se esperaba y el pasado que todavía no se había marchado.