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Laura Domínguez: «Mi muestra refleja cuánto cambiaría España sin los toros»

Laura Domínguez / Artista. En su última exposición, reflexiona sobre las consecuencias culturales para nuestro país si desaparecieran las corridas

Laura Domínguez, artista
Laura Domínguez, artistalarazon

Hace unas cuantas décadas, pensar en una España sin toros era como imaginar una España sin cañas: un imposible. En este país, a los baretos no los toca ni Hacienda, pero lo de los cosos taurinos ya no está tan claro. Laura Domínguez viaja al futuro con «Piel de toro 2100», un proyecto artístico con flecos de distopía que exhibe en Art Room (Madrid) y que ha contado con la colaboración de Victorino Martín y otros taurinos de pura cepa. La muestra pretende responder a una pregunta: ¿cuál es la tarifa que pagaría España si desaparecieran los toros?

–Plantea una fecha de extinción de las corridas de toros.

–Sí, 2100. La última sería en 2080, al igual que el último San Fermín. Pero es una hipótesis de trabajo. Aunque me llevé la sorpresa y conocí taurinos que piensan que esto podría suceder bastante antes.

–¿Y este proyecto es para...?

–Los taurinos odian pensar en esta posibilidad, pero el planteamiento de la exposición es enseñar a la gente la importancia que tienen los toros en nuestro país y animarla a defenderlos. Lo que hago es mostrar cómo sería España sin ellos. A partir de esta premisa, muchas personas miran ahora los toros de manera distinta. Aquí coinciden taurinos y antitaurinos, pero no existe agresividad entre ellos. Se tienen el máximo respeto. Lo que pretendo es que se hable de los toros para que no se acaben, porque si desaparecen, nos vamos a arrepentir. La homogeneidad entre países resulta muy triste. Las tradiciones hay que respetarlas aunque sólo sea por eso. Da mucho que pensar que en Japón aprecien los toros y el flamenco... una cultura tan distinta a nosotros.

–¿Perdería identidad España si desaparecieran los toros?

–En mi opinión, cuando un español dice «olé», lo que está diciendo es algo casi inexplicable, que no se puede traducir. Pero no podremos ya decir «olé» si no existe la lidia. Habremos perdido una expresión nuestra. Si se acaban los toros, nuestra identidad será más nórdica, más robot, más de plástico, sin nada de la que tenemos ahora. Hay cien frases del idioma cotidiano que vienen de los toros. Nuestro ADN cultural está impregnado por los toros. No veo a ningún británico, por ejemplo, «poniéndose el mundo por montera». Ese concepto de salir a morir en el intento es muy latino. Y hay más expresiones, como cuando decimos que «no sabemos lidiar con un problema» o que «estamos para el arrastre». La gente sale de la exposición tocada al darse cuenta cómo nuestra cultura está tan relacionada con la tauromaquia.

–¿Qué significa el toro?

–Es la fuerza a la que uno se enfrenta para sobrevivir. El toro viene a matarte, porque sabe que es mucho más fuerte que tú; él ve alguien pequeño y débil que va a morir. El hombre sólo tiene una herramienta para luchar contra el huracán de la vida: la inteligencia. Para vivir tiene que aplicar toda la cabeza. Por eso, antes de salir al ruedo, los toreros están tan concentrados: se van a enfrentar a la muerte.

–Y la muerte no está bien vista en nuestra sociedad.

–Nos alejamos de ella. Sólo queremos la eternidad. Las grandes empresas tecnológicas están invirtiendo para lograr la inmortalidad. Las personas no van al cementerio y los muertos se incineran. Los niños, que antes acudían a los entierros, ahora no se les acerca a ellos. Cada vez nos apartamos más de la presencia de la muerte. Por eso resulta tan duro para algunos un rito, como el de las corridas de toros, que es muerte en tiempo real.

–Los niños tampoco van a las plazas.

–A raíz de este proyecto, me he enterado de que juegan a los toros en el colegio. Lo que sucede es que después, al crecer, no se los lleva a ver corridas. Las entradas, esto es cierto, son caras. Quizá habría que abaratarla, por un lado. Luego se debería explicar a los chicos que la tauromaquia es una metáfora de la vida y que la vida es dura. Cada día salimos a ella a sobrevivir, a jugárnosla. En cada momento hay que tomar decisiones importantes.

–¿Y qué será de los toros bravos?

–Si la lidia se acabara, desaparece. En este punto está de acuerdo todo el mundo de la tauromaquia. Muchos creen que no sería así, pero los ganadores no los criarían porque es carísimo. Los ecologistas se equivocan en este punto. Puede que hubiera un animal parecido, pero no bravo, desde luego.

–¿Por eso ha incluido una muestra de ADN de un Victorino?

–En la exposición hablo del sentido de pérdida. Esto es un experimento, un juego conceptual. La idea: ya no hay toros de lidia. Yo he creado, a partir de esta premisa, un animal a través de tecnología 3D que contiene ADN de toro lidia para que se pudiera usar para clonarlo siglos más tarde. En el fondo es la idea de la cápsula del tiempo. Victorino Martín cree que es inteligente. Hacer animales diminutos para que cuando no exista una especie, se replique. Esta idea me parece interesante. A muchas personas les da pena que se extinga este animal y, por eso, han comenzado a apreciar lo que tienen. Al ver ese futuro, la gente reflexiona sobre sus posturas sobre la Fiesta.

–¿Alrededor de los toros hay intereses políticos?

–Sí, pero no tiene ningún sentido. Los toros son transversales a todas las capas sociales. Gustan a personas de diferentes ideologías. Despolitizarlos es tan sencillo como asistir a la plaza. En los tendidos se juntan personas de derechas y de izquierdas. Todos, por cierto, amantes de la libertad.

El lector

«La crisis ha dañado a la Prensa. Quedan pocas personas en los medios. Se ha perdido, además, la tranquilidad para hacer informaciones. Las redes sociales están haciendo daño. Cualquier persona opina y los profesionales se dejan comer el terreno en la red. Hoy cualquiera habla sin conocimiento. Deberíamos hacer más caso de los profesionales de los diarios. Las redes están sobrevaloradas. Hay que volver a valorar a los periodistas».