Artistas

Pop art más allá del sueño americano

Ni Warhol, ni Lichtenstein, ni Wesselman están aquí. La Tate Modern propone una ambiciosa, novedosa y global visión de este movimiento en el que las mujeres jugaron un papel clave en su desarrollo

Sobre estas líneas, «El castigo», de Rafael Canogar. Arriba, «Valentine», de Evelyne Axell. A la izda., «John F. Kennedy» y «Nikita Krusciov», de Sergio Lombardo
Sobre estas líneas, «El castigo», de Rafael Canogar. Arriba, «Valentine», de Evelyne Axell. A la izda., «John F. Kennedy» y «Nikita Krusciov», de Sergio Lombardolarazon

Ni Warhol, ni Lichtenstein, ni Wesselman están aquí. La Tate Modern propone una ambiciosa, novedosa y global visión de este movimiento en el que las mujeres jugaron un papel clave en su desarrollo

Hablemos de pop art. Y hagámoslo sin mencionar a Andy Warhol, Roy Lichtenstein, Richard Hamilton o David Hockney. ¿Es posible? Lo es. La Tate ha hecho el experimento y el resultado es una exposición que, por primera vez, presenta el movimiento artístico desde una perspectiva global. A pesar de que el arte pop siempre ha estado ligado a cromosomas XY y se ha situado en Nueva York, Los Ángeles y Londres, la galería demuestra que, entre las décadas de los sesenta y los setenta, se trató de un fenómeno cultural que influyó desde Latinoamérica hasta Asia y desde Europa a Oriente Medio. «A lo largo del planeta, fue la excusa para aportar una nueva mirada sobre la política, el cuerpo humano, las revoluciones nacionales, el consumo, las protestas públicas y el folclore», asegura a este periódico Jessica Morgan, curator de la muestra. «Nunca fue solamente una celebración de la cultura occidental, sino un lenguaje de protesta internacional, en muchas ocasiones subversivo. Un lenguaje que es más relevante que nunca. Y aunque no había comunicación entre los artistas, ni siquiera entre los que estaban en el mismo continente, es muy interesante ver luego las coincidencias», afirma.

The World Goes Pop recoge los trabajos de 65 artistas menos conocidos procedentes de todas las partes del mundo. Las imágenes de Marilyn Monroe, las botellas de Coca-Cola y las latas de sopa del sueño americano no son las protagonistas, pero incluso en las piezas de los autores procedentes de regímenes comunistas dominan el color, el diseño gráfico, la intención satírica.

La exposición no sólo ofrece una perspectiva internacional sobre estilo y subversión del arte pop, sino que también proporciona un valioso correctivo a la noción de que el movimiento no fue un coto masculino. Hay 25 mujeres artistas y muchas de ellas utilizan y abusan de los propios motivos del pop art para ofrecer una crítica feminista de las normas sociales que regían aquellas décadas. Es el caso de la española Isabel Oliver, cuyas composiciones fotográficas enfatizan la lucha de las mujeres contra la discriminación en todas las esferas de la sociedad. La valenciana aseguraba que está «firmemente convencida» de lo importante que era realizar este tipo de trabajo, consciente también de que, como mujer, se encontraría «con obstáculos adicionales». Con respecto al público que encontró en aquel momento, recalca que sólo dos obras, seleccionadas por Tomás Llorens, fueron exhibidas en una exposición colectiva. «Después de eso, nada. Luego, en 1996, las revistas de arte publicaron por primera vez los estudios de las obras de esta época, y desde entonces, ha ido creciendo el interés», matiza.

- Revisión «genial»

Entre las obras de artistas femeninas también destacan las piezas de Judy Chicago, quien a sus 76 años señala que «es genial que se esté revisando este periodo desde una mirada global». «La narrativa convencional siempre había sido: artistas blancos machos, algunos de color y alguna que otra mujer, pero se ha demostrado que realidad era más amplia», dice. Como muchos otros artistas de la muestra, Chicago se siente «vinculada» al pop art, pero confiesa que jamás se consideró a sí misma «parte de la escena».

La exposición de la Tate recoge tres de sus capós de automóviles pintados con espray, en colores pastel, similares a los mismos tonos de los órganos reproductivos. Los diseños se basan en una serie que realizó como estudiante en la Universidad de California en Los Ángeles en 1965, con tutores varones. «Ellos odiaban mis colores, mi imaginación... De hecho, destruí muchas pinturas», señala. Años más tarde, encontró antiguos bocetos y en 2001 llevó a cabo su ambición juvenil y lacó sus diseños femeninos en los capós de automóviles, simbólicamente asociados siempre a lo masculino.

Según Chicago, mucha de la resistencia que encontraban las mujeres en aquella época provenía de sus propios colegas. Marisol Escobar, una de las más destacadas artistas pop femeninas, amiga por cierto de Warhol y Lichtenstein, le confesó en alguna ocasión su frustración. Aunque su obra fue elegida por el influyente galerista Leo Castelli para una muestra en Nueva Cork, Escobar se quejó de que los hombres la odiaban. «Hubo un montón de mujeres importantes, como Marisol, que realmente no estaban obteniendo el nivel de atención que se merecían. O al menos, no recibían la misma atención que los hombres», explica Chicago.

La exposición de la Tate sitúa ahora a esas mujeres en el marco que se merecen, marcos en los que ellas mismas ponían en los sesenta y setenta a otras féminas modelos para contribuir a la oleada de la segunda ola del feminismo. Ellas, no sólo ellos, utilizaron el pop art para reflexionar, criticar y burlarse de los estereotipos imperantes de la época.

- Crítica política

Aparte del sexismo, los artistas también utilizaban el movimiento conceptual para criticar la situación política que estaban viviendo. El francés Bernard Rancillac, por ejemplo, presenta un lienzo con la imagen de un soldado hundiendo la cabeza de un preso del Vietcong en una tinaja de agua. En la parte superior de la pintura aparecen invertidas las figuras de cinco mujeres exhibiendo corsés de lencería. Los horrores de la guerra del Vietnam desaparecían girando el cuadro 180 grados para deleitar al espectador con las últimas y picantes propuestas de la moda, a imitación de unos medios de comunicación que, tras relatar la cara más negra de la actualidad, invitaban inmediatamente al olvido con noticias intrascendentes.

Por su parte, los españoles Eulàlia Grau y Rafael Canogar, recrean la represión franquista a partir de materiales que abarcan desde la emulsión fotográfica al poliéster o la madera.

La rebelión de mayo del 68, el miedo del establishment occidental a la infiltración comunista en la era de la Guerra Fría o el impacto de las emergentes tecnologías protagonizan la temática de una obras que conforman la historia alternativa del pop art, un movimiento más allá del sueño americano, más allá del artista varón, más allá de las sopas Campbell ideadas por uno de sus iconos. The World Goes Pop permanecerá en la Tate hasta el 24 de enero.

Los puños de Shinohara

Sus padres, él escritor y ella pintora, le inculcaron el amor por Cézanne, Van Gogh y Gauguin. Y él aprendió bien la lección. Neodadaísta, la obra de Ushio Shinohara se ha expuesto en los museos más importantes del mundo. Ayer estuvo presente en la Tate Modern e hizo gala a sus 83 años de una envidiable forma física frente a una de sus obras más representativas que ya estuvo expuesta en Nueva York, «Festival Doll». Su particular estilo de trabajo y el uso de una amplia paleta de colores le hicieron convertirse en uno de los artistas más representativos de su generación. Y parece que tiene cuerda para rato.

- Dónde: Tate Modern (Londres).

- Cuándo: del 17 de septiembre al 24 de enero.

- Cuánto: 14,50 libras.