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Literatura

Nueva York

Autora entre géneros

La Razón
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Premiar la obra de Elena Poniatowska es premiar más de cincuenta años de trayectoria en el mundo literario y periodístico y reconocer el trabajo de una escritora comprometida con su universo y su realidad. Especialmente la realidad de las mujeres y de las de su país de adopción: México. Un libro, pero también muchos otros, en ese sentido, la distinguen del resto de escritoras del continente que empezaron a publicar a comienzos de los años sesenta: «La noche de Tlatelolco», un hito literario y periodístico sobre la matanza de estudiantes de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas.

Nacida como Helene Elizabeth Louise Amelie Paula Dolores Poniatowska en París en 1932, su familia fue heredera a la corona de Polonia, pues su padre, Jean, era descendiente del rey Estanislao II Poniatowski de Polonia. Elena llegó a México a los diez años, en un barco cargado de unos cuantos refugiados. Iban con ella su hermana, Kitzya, y su madre, Paula Amor, que también había nacido en París, pero en el seno de una familia que se había exiliado en tiempos de la revolución mexicana.

Su padre, en cambio, prefirió quedarse en una Europa en llamas y poco tiempo después viajó a México. Educada por su nana y en colegios católicos de Filadelfia y de Nueva York, en 1954, ya instalada en México de nuevo, Elena hizo sus primeras incursiones en el periodismo y enseguida se convirtió en una de las plumas destacadas de periódicos como el «Excélsior» o «Novedades» y no hubo, de hecho, figura que no escapara a su condición de entrevistadora. Juan Rulfo, Carlos Fuentes, Amalia Rodríguez y Diego Rivera fueron algunos de los que se sometieron a sus preguntas incisivas, directas, originales. Muchas de aquellas entrevistas aparecieron después en libros como «Palabras cruzadas» y «Todo México».

Junto a su labor periodística, por entonces empezó a perfilar su obra de ficción con un libro de cuentos y con «Todo empezó el domingo». El periodismo, así, y sobre todo el género de crónica, fue su plataforma de lanzamiento para una obra que le permitió ingresar en el mundo convulsionado de entonces. En 1965 viajó a Polonia con su madre, desde donde envió una serie de crónicas que cuestionaban la moral del régimen de la época.

Desde finales de la década de 1960, su obra estuvo centrada en el periodismo testimonial. «Hasta no verte, Jesús mío», una novela basada en una larga entrevista a la lavandera Josefina Bórquez –una mujer de Oaxaca que vivió casi siempre en la pobreza– prosiguió con el periodismo testimonial que había comenzado unos años antes, coronado en 1971 con «La noche de Tlatelolco».

Compuesto a partir de los testimonios directos de madres, de padres, de empleados, de soldados, de profesores, de obreros, de hermanos, de amigos de los fallecidos, el libro es un abanico de testimonios en los que también se transcriben las palabras de gente del ejército, de políticos, de maestros, de todo el espectro social que, en conjunto, es el relato de un horror y de miedo que duró mas de media hora.

Una vez acabado ese periodo periodístico, Elena Poniatowska optó por novelar la vida de mujeres cuya visión del mundo era firme y segura. Mujeres como la campesina que en «La piel del cielo», que se llevó el Premio Alfaguara de Novela 2001, se enamora del joven Lorenzo de Tena, un hombre de la alta sociedad mexicana que deberá enfrentarse a su clase.

El Premio Rómulo Gallegos 2007, otorgado por «El tren pasa primero» –una de sus obras más conocidas, donde retrata un tiempo de huelgas de ferrocarriles y se vale de testimonios de entonces para tejer un fresco de finales de la década de 1950 a través del universo laboral y de la vida de las mujeres en la familia, en la lucha cotidiana– fue quizá un regreso a su literatura de corte testimonial y el reconocimiento a una obra única cuyo último trabajo, «Leonora» (Premio Biblioteca Breve 2011), sobre la pintora surrealista Leonora Carrington (una mujer que no tuvo reparos en cuestionar las convenciones sociales, a sus antepasados, y que rompió toda atadura para ser una persona libre en todo sentido), y este Premio Cervantes de Literatura no hacen más que confirmar.