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Historia

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Beria, la mano ejecutora de Stalin

Trabajó con la Gestapo para el control de Polonia. El 5 de marzo de 1940 solicitó el asesinato de la élite de aquel país

Stalin le llamaba «nuestro Himmler» y era un incansable adulador del dictador
Stalin le llamaba «nuestro Himmler» y era un incansable adulador del dictadorlarazon

Nadie se atrevió a entrar en el dormitorio de Stalin. El dictador se había retirado con ciertas molestias tras una reunión con cuatro de sus colaboradores más cercanos, entre ellos Lavrenti Beria. Armándose de valor, uno de sus criados entró en los aposentos en la mañana del 28 de febrero de 1953. Iósif Stalin, el «Padrecito de los Pueblos», agonizaba en el suelo. Enseguida llegaron los jefes del Presidium. Saber lo que ocurrió en aquella habitación es casi imposible. Hay quien dice que Beria se agachó, le cogió la mano a Stalin, y lloró; y otros que escupió en el suelo. Stalin le llamaba «nuestro Himmler». Beria era despiadado, competente e incansable. Era un cortesano del Politburó, un adulador del dictador, a quien sirvió para eliminar a sus adversarios. Lavrenti Beria procedía de Sujumi (Georgia), donde nació en 1899. Sus padres eran humildes, pero matricularon a su hijo en una ingeniería en el instituto de Bakú. Allí le cogió la revolución de octubre de 1917.

En la Guerra Civil actuó de agente doble sirviendo a Lenin y al gobierno anticomunista de la ciudad. Una vez quedó claro el vencedor, ingresó en la Checa para reprimir los levantamientos de los mencheviques georgianos entre 1920 y 1924, y participó en la ejecución de diez mil «enemigos del pueblo» elegidos entre los hombres más destacados del país. Esto le granjeó la condecoración de la Orden de la Bandera Roja, la jefatura caucásica de la OGPU (la policía política), y que Stalin, también georgiano, se fijara en él. Beria alcanzó la secretaría general del Partido Comunista de Georgia en 1931, y al año siguiente de la zona Transcaucásica, donde inició las purgas y construyó gulags de trabajos forzados.

La Gran Purga llevada a cabo por Yezhov, director de la NKVD (antes OGPU), había dejado a la URSS sin cuadros. Stalin quiso disimular aquello y nombró en su sustitución a Beria en 1938, quien liberó a cien mil personas de los gulags, aunque los arrestos y ejecuciones continuaron. La NKVD de Beria trabajó con la Gestapo para el control de Polonia. No había diferencia entre ellos; de hecho, purgó a los judíos del cuerpo diplomático soviético. El 5 de marzo de 1940 solicitó a Stalin la ejecución de la élite polaca, unos 20.000 hombres, y la obtuvo: fue la masacre de Katyn. Tras la invasión alemana de la URSS, usó a los esclavos de los gulags en la industria de guerra. Y después de la expulsión de los nazis, eliminó a los «pueblos colaboracionistas»: chechenos, tártaros y ucranianos, entre otros.

La Guerra Fría convirtió a Beria en jefe del espionaje soviético, quien hizo que todo el personal de las embajadas de EEUU, Canadá y Gran Bretaña fuera de la NKVD, y consiguió la información necesaria para construir una bomba atómica en 1949. Al tiempo, organizó los golpes de estado comunistas en los países de influencia soviética tras 1945, y ayudó a Mao Zedong. Para entonces ya formaba parte de la corte del dictador. Nadezhda, la mujer de Stalin, le odiaba, quizá por sus costumbres. Tenía fama de pervertido y violador. Se cuenta que paseaba en su coche oficial y que secuestraba chicas en plena calle a las que luego forzaba.

La muerte de Stalin desató la carrera por la sucesión. Beria intentó hacerse con el poder liderando reformas, como una amnistía y el cambio en las relaciones exteriores. El levantamiento anticomunista en Alemania Oriental en junio de 1953 fue la excusa para derrocarlo. El 26 de junio fue detenido mientras se dirigía al Kremlin para reunirse con Nikita Khruschev y el mariscal Georgi Zhukov. Sufrió en sus propias carnes los métodos de la policía política para sacar confesiones falsas, y la Corte Suprema le condenó a muerte por traición. El 23 de diciembre fue ejecutado, aunque no se sabe si murió entonces o algún viejo colega del Presidium le disparó. Era la lógica del comunismo soviético.