Crítica de cine

«Asesinato en el Orient Express»: Historia infausta de un bigote

Michelle Pfeiffer es la única con espacio para desarrollar su personaje con algo de chispa.

«Asesinato en el Orient Express»: Historia infausta de un bigote
«Asesinato en el Orient Express»: Historia infausta de un bigotelarazon

Michelle Pfeiffer es la única con espacio para desarrollar su personaje con algo de chispa. El ridículo egotismo del conjunto, con sus excesos visuales y Branagh haciéndose el profundo.

Director: Kenneth Branagh. Guión: Michael Green, según la novela de Agatha Christie. Intérpretes. K. Branagh, Johnny Depp, Michelle Pfeiffer, Penélope Cruz. EE UU -Malta, 2017 Duración: 114 min. «Thriller».

A Agatha Christie nunca le gustó el bigote de Albert Finney. Por lo demás, asistió al estreno del «Asesinato en el Orient Express» de Sidney Lumet, en 1975, sin muchas expectativas, pero salió bien satisfecha con el resultado. La película sería recompensada con seis nominaciones a los Oscar. ¿Qué pensaría del bigote de Kenneth Branagh? Si el de Finney mezclaba los aires de estrella de cine mudo con la repelencia (las puntas hacia arriba, como las antenas de una hormiga oliendo su dosis de azúcar) del sabelotodo, el de Branagh es como una cola de visón canosa, caída de un guindo para aposentarse, frondosa, sobre los labios del que fuera un portentoso Hamlet. El bigote de Poirot es, claro, una cuestión de puesta en escena: la de Lumet era austera, severa y claustrofóbica, y la de Branagh, que se dirige a sí mismo en uno de sus acostumbrados ejercicios de hinchado narcisismo, es exuberante, con grúas y planos secuencia virtuosos, escapándose del tren de lujo cuando la ocasión la pintan calva. Hay una cierta frivolidad en ese bigote de chiste, imposible en su corte y confección, que contrasta, desafortunadamente, con el tono de la película: siendo consciente de que algunos espectadores potenciales de este infausto «remake» sabrán quién es el asesino, Branagh aspira a darle a Poirot un pasado romántico, y a convertir sus pesquisas en una auténtica toma de conciencia sobre la escala de grises que separa el Bien del Mal, así, en mayúsculas. Alguien que se atreve a filmar la reunión de sospechosos definitiva como si fuera la Última Cena, después de ningunearlos durante todo el metraje (flagrante en el caso de Penélope Cruz, que viene a sustituir a la Ingrid Bergman del original, que ganó un Oscar a la mejor actriz secundaria por su papel), merecería un buen rapado al cero.

LO MEJOR

Michelle Pfeiffer es la única con espacio para desarrollar su personaje con algo de chispa

LO PEOR

El ridículo egotismo del conjunto, con sus excesos visuales y Branagh haciéndose el profundo