Crítica de cine

Bayona, una furtiva lágrima

La Razón
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Director: J. A. Bayona. Guión: Patrick Ness (a partir de su propia novela). Intérpretes: Sigourney Weaver, Felicity Jones, Lewis MacDougall, Liam Neeson. España, 2016. Duración: 108 minutos. Drama fantástico.

Bayona podía haber nacido en Los Ángeles, Texas, Ohio o Nueva York; pero no, qué va, vio la luz en Barcelona hace sólo 41 años, aunque la producción de este inteligente y menudito director exuda («El orfanato», «Lo imposible», tan sobrevalorada, y este «Monstruo » a estrenar hoy) admiración por el cine «made in Hollywood», algo recíproco, por otra parte, de grandes presupuestos y estrellas, de portentosos efectos especiales y argumentos un poquito menos trabajados, que el envoltorio ya lo vale. Una especie de consciente sacrificio del contenido por el continente, porque Bayona no quiere nunca perder las formas. Ahora,sin embargo, y a la vista del nuevo filme, parece que un día le atrapó sobre todo la emoción de la hermosa novela concebida por Patrick Ness sobre Conor O’Malley, que con sólo 13 años debe asumir responsabilidades impropias de un menor, ya que su madre (Felicity Jones), tras un matrimonio roto con un tipo lejano, está enferma de cáncer. Patrick, tímido, reservado, sufre asimismo acoso escolar en el colegio y una estricta y fría abuela (fantástica Sigourney Weaver) tampoco ayuda, así que Patrick, que ya no es un niño pero tampoco un hombre, sino todo lo contrario, decide crear un mundo paralelo plagado de criaturas fantásticas que le permite escapar de los miedos y el dolor. A través de la ventana de su dormitorio Patrick divisa cada noche un viejo y fantasmagórico árbol que, de pronto, cobra vida para hablar con el muchacho. Pero, lejos de parecer la mala bestia de una pesadilla infantil, el monstruo no tiene la intención de asustarlo, sólo de que se enfrente con la verdad de una vez. No resulta, entonces, baladí, que Patrick descubra dormido en unos viejos rollos de celuloide a «King Kong», aquel filme de los 30 con un gigantesco simio cuyo únido delito fue amar. Ni está, tampoco, la cinta de Bayona, o este onírico, metafórico, conmovedor y exigente despertar a la edad adulta, lejos de otro título español, de la magistral «El espíritu de la colmena» (Víctor Erice, 1973), en la que otra fabulososa criatura simbolizaba los terrores y zozobras de una época dura, la posguerra civil española, y de Ana, la de aquellos ojazos. Sí, la propuesta de Bayona, un habilidoso y caro producto de «corte y confección», funciona, pero, sobre todo, y más allá de las grandilocuentes escenas del cementerio, del aparatoso final, cuando la impotencia de Patrick desborda la pantalla y ese anciano y familiar arbusto le repite que los difíciles años de la madurez, desgraciadamente, han comenzado. A lo mejor le sucede lo mismo al cine de Bayona.