Actores

Bellucci: «Sólo tu madre puede hacerte sentir como una estrella»

Con el inseparable aura de musa que parece que jamás perderá, la italiana recibió en el velódromo de Anoeta el Premio Donostia a su trayectoria, el tercero del festival

Apareció Belluci en San Sebastián y los focos se giraron hacia ella
Apareció Belluci en San Sebastián y los focos se giraron hacia ellalarazon

Con el inseparable aura de musa que parece que jamás perderá, la italiana recibió en el velódromo de Anoeta el Premio Donostia a su trayectoria, el tercero del festival.

Hay escenas que trascienden su significado. La propia carrera de Mónica Bellucci (en realidad, variopinta) puede resumirse en un fotograma: aquella imagen de la sensual «Malena» recibiendo mecheros encendidos por doquier apenas saca un cigarrillo. Es casi un cliché de la italianidad y de la carnalidad extremas que la actriz de Città di Castello representa desde sus tiempos de musa de Dolce&Gabbana. Pero es la pura esencia de Bellucci: el eterno objeto de deseo, la mujer a la que miran lo hombres. Y, después, todo lo que hay detrás de esa codicia en los ojos masculinos.

Trabajar en América

Bellucci, que ayer recibió en el enorme Velódromo de Anoeta el Premio Donostia a su trayectoria (el tercero de esta edición tras Agnès Varda y Ricardo Darín) no niega que «Malena» significó un antes y un después. «Fue una película muy italiana pero me permitió trabajar en América», asegura. Con la cinta de Giuseppe Tornatore le sucedió algo que, posteriormente, le ha acontecido a menudo: «Quise trabajar con él tras ver ‘‘Cinema Paradiso’’ y lo logré. Con ‘‘Matrix’’ me sucedió lo mismo, igual que tras ver ‘‘El tiempo de los gitanos’’, de Kusturica, con quien también he trabajado. A veces, es curioso, expresas un deseo y sucede». Así es su carrera: un algo mágico entre el cine y la moda, la iconidad y la expresividad.

A la chica modesta de la Umbría le vino el estrellato por su belleza, pero no solamente. «Eso dura cinco minutos. Si no hay nada detrás de la belleza, nada sucede. Y yo tengo 53 años y sigo trabajando». Toda su carrera posterior ha basculado entre la refutación y la asunción del cliché. Elige papeles de manera instintiva y luego encuentra el sentido: «Mi trabajo es una manera de conocerme a mí misma a través de mis elecciones y de lo que me proponen los directores». De su María Magdalena de «La Pasión de Cristo» a la primera «chica bond» madura en «Spectre», Bellucci ha consolidado con su cine y su mera presencia una idea moderna de «estrella». Por lo demás, asegura, serlo no es una condición divina y exclusivista: «Solo una persona puede hacerte sentir como una estrella: tu madre». Aunque el papel de «sex symbol» va asociado a ella, la intérprete italiana se considera una activista por los derechos de la mujer: «Creo que las cosas están cambiando. Las mujeres tienen ahora más respeto por sí mismas, más valentía y una imagen distinta a la de nuestras madres y abuelas. Y el hecho de que nos respetemos más, hace que nos respeten». No obstante, aún hay muchos retos y no únicamente en cuanto a equiparación económica: «Para muchas mujeres es más fácil ser independiente económicamente que mentalmente».

Para ella el cine no es solo una cuestión profesional. Está íntimamente ligado a su modo de vida: «Es mi pasión. Gracias a él viajo y conozco culturas». Y gracias a él ha disfrutado a menudo de San Sebastián y España, «un país que me encanta». «Si tuviera que volver en el tiempo, haría los mismos papeles que he hecho», asegura. Y, eso sí, nunca se pondrá tras la cámara: «Respeto mucho ese trabajo y me encanta ser actriz. Aunque sí puedo implicarme en el futuro en el ámbito de la producción o tal vez de escritura».