Crítica de cine

«Extinction»: Malditos vecinos

Dirección: Miguel Ángel Vivas. Guión: Alberto Marini y Juan de Dios Garduño. Intérpretes: Matthew Fox, Jeffrey Donovan, Quinn McColgan, Clara Lago. España-Francia-USA-Hungría, 2014. Duración: 110 min. Drama apocalíptico.

«Extinction»
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Hubo un tiempo en que las películas de serie B –por no decir las de serie Z– asumían su dimensión barriobajera desde la acritud formal, la falta de protocolos, la impúdica transgresión de las reglas gramaticales del cine estándar. Ahora las cosas han cambiado radicalmente: las películas de serie B quieren parecerse a las series de la HBO. Es una mutación astuta, porque les ayuda a camuflar su falta de presupuesto para efectos y decorados –sobre todo si hablamos de cine de género, como es el caso de «Extinction»– en aras, presuntamente, del estudio en profundidad de la psicología de sus personajes. Buscan su legitimidad artística en un medio que, en los setenta y ochenta, aún no había conseguido convertirse en paradigma de la alta costura de la cultura popular. Por supuesto, la operación tiene su contrapartida: su aspecto es pulcro y académico, como recién salido de un masaje exfoliante.

Ese es uno de los problemas de «Extinction», que empieza con una reinterpretación del arranque de «28 semanas después», esta vez situando el ataque de los infectados en un claustrofóbico autobús, para luego transformarse en un remedo a escala micro de «The Walking Dead». Sin embargo, lo que en televisión está sometido a la tensión de la serialidad, en cine necesita otro trabajo sobre el tiempo para que el auténtico conflicto ponga en marcha el relato. Aquí los infectados son el pretexto para que dos hombres y la hija de uno de ellos descubran que la unión hace la fuerza, y que hay que liberarse del peso del pasado para encontrar el camino hacia la redención. La sinopsis no es muy original, sobre todo si la primera parte de la película está dedicada a describir tediosamente cómo viven estos hombres, vecinos y residentes en Harmony (¿pillan la metáfora?), después del apocalipsis, nada que no se pueda resolver en un par de expeditivas secuencias. Miguel Ángel Vivas, que tiene predilección por los espacios cerrados («Secuestrados»), rueda con eficacia pero sin personalidad. Lo dicho: «Extinction» es demasiado tersa para estar contada al borde del abismo.