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Festival de Gijón: si eres honrado, lo pagarás

El festival muestra una retrospectiva de Matteo Garrone

El cineasta italiano Matteo Garrone, durante la rueda de prensa que ha ofrecido en el Festival de Cine de Gijón, donde su obra se proyecta en una muestra retrospectiva
El cineasta italiano Matteo Garrone, durante la rueda de prensa que ha ofrecido en el Festival de Cine de Gijón, donde su obra se proyecta en una muestra retrospectivalarazon

Tres nuevas películas a concurso en la recta final del Festival de cine de Gijón.

Tres nuevas películas a concurso en la recta final del Festival de cine de Gijón. Comenzamos por la búlgara «Glory», de Kristina Grozeva y Petar Valchanov. Un film más que aceptable que muestra la corrupción a todos los niveles. La historia está centrada en un guardavías con dificultades para hablar que encuentra tirados miles de billetes. En un gesto de honradez los devuelve y se convierte en un héroe al que invitan al Ministerio de Transporte para otorgarle un diploma y regalarle un reloj.

Una comedia dramática y satírica que afecta al espectador, carga dolorosa debido a la tragedia personal que describe. El tema del reloj puede ser cómica, pero la denuncia de las corruptelas y la venganza de la funcionaria de relaciones públicas desencadena una violencia gigantesca. No entramos a desvelar el final, pero vale la pena.

Los otros dos largometrajes participaron en dos secciones diferentes del último Festival de Cannes. La sorpresa de ver una de Marco Bellocchio, quien entró en la historia del cine con la magnífica «I pugni in tasca». Ahora, «Felices sueños» es excepcional, puesto que hay una técnica, buena fotografía, buenos actores, pero la historia que nos cuenta logra hacerse insoportable con un niño que no quiere reconocer la muerte de su madre, con la buena reconstrucción de cuarenta años de la vida italiana a partir de la tragedia del accidente aéreo donde fallecieron los jugadores del equipo de fútbol del Torino.

«Ma Rosa», de Brillante Mendoza. El caso de Mendoza debería ser objeto de estudio porque lleva años con catorce películas, asistiendo a casi todos los certámenes del mundo y acumulando premios. Ésta es como todas las suyas: cámara en mano siguiendo a los personajes, en este caso para contar la corrupción policial y una cierta violencia soterrada, mostrándonos un barrio marginal y una familia enredada en todo el lío en la ciudad de Manila. El problema es la cantidad de tiempo que pierde siguiendo las espaldas de los protagonistas: de haber abreviado, duraría unos veintisiete minutos y no las más de dos horas que marcan el metraje. ¡Ah, y la película termina repentinamente tras ver en primer plano a la protagonista comiendo un pincho con cuatro cosas!