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Jean-Jacques Annaud: «No dormí con lobos, pero nos vimos mucho tiempo»

Jean-Jacques Annaud: «No dormí con lobos, pero nos vimos mucho tiempo»
Jean-Jacques Annaud: «No dormí con lobos, pero nos vimos mucho tiempo»larazon

El cineasta francés explica cómo fue el rodaje en Mongolia de su nueva película, «El último lobo», que narra una historia de amistad entre un joven de ciudad y un animal de la estepa.

El placer por la adaptación cinematográfica de novelas sólo puede partir del gusto por la lectura, en estar inmerso en ella e imaginar que «tiene un potencial de escenas espectaculares para el cine», como le ocurrió a Jean-Jacques Annaud mientras leía «El último lobo», el segundo libro más vendido en China, sólo tras «El libro rojo» de Mao. Por ello, el director francés no dudó en incluirlo en su filmografía, o más bien en su biblioteca, ya que ha versionado obras literarias tan universales como «El nombre de la rosa» de Umberto Eco, «El amante» de Marguerite Duras, o «La gran sed» de Hans Ruesch entre otras, aunque para él «un libro pertenece a su autor y la película a su director, y sólo es una lectura de una persona que le pone imágenes y será distinta a otras». Quizá Annaud siempre ha sido un hombre de letras con una imaginación empírica y un enorme talento para plasmarla en una pantalla, y por ello la característica más valorada de sus filmes es la belleza visual. Él no lo desmiente pero le «da mucha pena que la gente no vea más allá de la estética. En su “Poética” Aristóteles dice que “el arte no es una transcripción de la vida, sino una idealización de la misma». La gente a la que le gustan las películas mal fotografiadas no forman parte del tipo de cine que me gusta hacer y ver».

El cineasta francés imprime su personalidad en sus cintas, no sólo la elegancia y el detallismo visible en la exquisitez de sus planos, sino también su espíritu aventurero, el mismo que le lleva a los rincones más desplazados del planeta para «sumergirme en la cultura de la gente que voy a poner en pantalla». La película es, en gran medida, consecuencia de ese carácter inquieto de toda una vida. Como él mismo explica, «en primer lugar, la historia la he vivido personalmente en África, donde mis amigos agrónomos talaban en el bosque plantaciones de piña. Por tanto, he conocido la misma destrucción de una naturaleza que va desapareciendo, y que será un hándicap para generaciones futuras. Además, viví dos años en Mongolia, conocí a cientos de mongoles que me hablaban de aventuras muy parecidas, he estado con el autor de la novela en los lugares que se desarrolla y he leído mucho de la cultura de los descendientes de Gengis Kan». Y añade, innecesariamente, en un gesto de modestia que «es el trabajo natural que hago con cada película, por eso tardo al menos tres años en hacerlas, es una dinámica que siempre ha ocupado el centro de mi labor. De ahí que elija mis películas por el disfrute o el placer que me puedan dar mientras las ruedo y cuando están terminadas, si no fuera así no podría soportar la vida que llevo. Me encanta el esplendor de los grandes paisajes, ir a conocer lo que yo llamo diferencia. Estoy contento de ir a una región del mundo de la que no conozco nada, de entablar una amistad con gente que es muy simple».

Retorno a Asia

La alegría por adentrarse en nuevos lugares y experiencias inéditas no siempre ha tenido efectos positivos para Annaud. Cuando quiso indagar en las costumbres asiáticas mediante el filme «Siete años en el Tíbet», el Gobierno de China no estaba dispuesto a concederle los permisos para grabar por la imagen que la película ofrecía de los oficiales chinos. Sin embargo, el director francés, que nunca, dice, tuvo la intención de ofender, olvida la polémica y perdona, pues «hay algo esencial en la cultura oriental, y es que a partir del momento en el que invitas a alguien a tu casa nunca va a estar incómodo. Por eso ya no hemos vuelto a hablar de ello».

Con todo, en «El último lobo» vuelve a dar una versión de los altos mandos chinos violenta, cruel, y, sobre todo, abusiva frente a los nómadas de la Mongolia Interior. En este apartado rincón del mundo es donde se filmó la cinta, en la que el protagonista, Chen Zhen, es un estudiante pekinés que, producto de la Revolución Cultural de Mao, vivirá con los nómadas de la Mongolia Interior para así aprender todos aquellos valores que la ciudad no le puede ofrecer.

Pero la figura que Annaud quiere destacar es la del lobo, y por eso los ha estudiado hasta la saciedad: «Evidentemente, he pasado mucho tiempo con ellos, no dormimos juntos, pero nos hemos visto mucho». Esta implicación con los animales dio como resultado una especie de reportaje fílmico por lo que él se siente orgulloso, ya que, como dijo Francois Truffaut: «No hay buenas películas si no son un buen documental». Así, vemos unos primeros planos sostenidos impactantes de los lobos, y la relación del canino con otras especies, incluida la humana, con un seguimiento exhaustivo de la cámara. Todo ello, que además se puede disfrutar en 3D, demuestra la existencia de una belleza envidiable en lo que llamamos despectivamente fieras.