Cultura

Cine

Los crímenes de Goya

Gerardo Herrero propone en «El asesino de los caprichos» un thriller policiaco que toma como referencia los grabados del pintor.

Los crímenes de Goya
Los crímenes de Goyalarazon

Desde que Goya vaticinó que el sueño de la razón producía monstruos, la creatividad de potenciales criminales se agudizó lo suficiente como para inspirar algunos de los escenarios más siniestros y bizarros posibles. La mente de Ángela Armero, guionista de la última película de Gerardo Herrero, «El asesino de los caprichos», ha configurado las bases argumentales de esta original idea para la construcción de un thriller policiaco que se inspira en los grabados del pintor español para establecer una trama de lo más peculiar.

Aura Garrido y Maribel Verdú protagonizan una cinta que en palabras de su director «retrata una sociedad muy similar a la que existía en la época de Goya», porque «la diferencia de clases es la misma y a pesar de tratarse de una película de entretenimiento, en todo thriller que se precie tiene que haber un mínimo de crítica social. Lo más sorprendente es que no hemos evolucionado tanto y que todos esos vicios que retrata en sus grabados siguen siendo los mismos que ahora».

Al mejor postor

Las calles de Madrid se convierten en una laberíntica plataforma de persecuciones y carreras a contrarreloj en busca de un sádico asesino mientras las inspectoras Carmen Cobos (Verdú) y Eva González (Garrido) intentan convivir en un ambiente profesional a ratos asfixiante, por el carácter insufrible y atormentado de la primera. Herrero asegura que desde el principio tuvo claro que las protagonistas serían dos mujeres: «Es curioso cómo desde hace tres años, justo el tiempo que hace que empecé a familiarizarme con el proyecto, la sensibilización de las mujeres ante casos de injusticia se ha vuelto mucho más palpable. El “MeToo” aparece después, por lo cual no fue una cosa oportunista. Durante el proceso he descubierto que hay muchas mujeres policías».

El creador de «Malena es un nombre de tango» destaca de forma cómplice la relación que llegaron a establecer durante el rodaje las actrices con los miembros de la comisaría durante un proceso de mimetización que describe de la siguiente manera: «Acudimos a una comisaría para inspirarnos pedimos que nos conectaran con trabajadores y trabajadoras de allí. Las chicas necesitaban ver cómo se enseña la placa, cómo se empuña un arma, cómo se mira, cómo se anda...». El mundo del coleccionismo y su funcionamiento interno plagado de sombras y dobleces morales es otro de los terrenos que explora «Es asesino de los caprichos» a través del perfil de los notables aristócratas del barrio de Salamanca que invierten su tiempo y la mayor parte de su dinero en adquirir la obra de otros. «Este mundo de las subastas es apasionante. Muy complicado de entender y de contextualizar. Y en la cinta, decidimos utilizarlo estratégicamente como un camuflaje, para construir el relato», reconoce.