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Un «Watergate» religioso

Thomas McCarthy, en el centro, posa junto a los actores Stanley Tucci (izquierda) y Mark Ruffalo (derecha)
Thomas McCarthy, en el centro, posa junto a los actores Stanley Tucci (izquierda) y Mark Ruffalo (derecha)larazon

Tom McCarthy presenta fuera de concurso en Venecia «Spotlight», una cinta con oficio pero sin gran imaginación fílmica que narra las investigaciones del grupo de periodistas del «Boston Globe» que destaparon decenas de casos de curas pederastas

Desde este país nuestro, cada vez que el cine americano decide describir el modus operandi del periodismo de investigación en la tierra prometida se nos cae la cara de vergüenza de envidia. Es cierto: el escenario que describe la cinta «Spotlight», de Tom McCarthy, que se presentó ayer en la Mostra fuera de concurso, aún corresponde a la era pre-digital, cuando los artículos no estaban escaneados, los archivos eran carpetas físicas y los buscadores y las redes sociales no habían puesto el mundo en nuestras manos. Pero, ¿hay algún periódico español que pueda permitirse un equipo de redactores que, a tiempo completo y durante meses, desentierren la más cruda verdad de los pozos de la corrupción del sistema? Eso es lo que hizo el «Boston Globe»: tiraron del hilo de la sotana de un cura pederasta y aparecieron 80 curas pederastas. El milagro del pan y los peces en versión infernal. Los responsables, periodistas de raza, ganaron el Pullitzer e inspiraron esta película procedimental, muy bien recibida por la prensa de la Mostra, que escenifica exactamente lo que promete: un proceso con final feliz.

Corrupción en general

Asegura Tom McCarthy que «Spotlight» no es un filme sobre la corrupción de la Iglesia sino sobre «la corrupción del sistema». En efecto, la trama se despliega, en ese sentido, en varios frentes: las altas esferas de la Iglesia, muy influyentes en un ciudad tan católica como Boston, tapan bocas y ponen parches sin resolver el problema o, mejor dicho, perpetuándolo; los poderes fácticos, empezando por una legión de abogados sin escrúpulos, siguen sus órdenes sin rechistar; y los periodistas llegan tarde para destapar lo que debería haberse hecho público diez años antes. No hay, pues, un solo culpable, sino esa entelequia orwelliana que llamamos «sistema». Por eso McCarthy, que se confiesa católico no practicante, cree que la Iglesia no pondrá el grito en el cielo, sobre todo ahora, que está en marcha una eficaz, necesaria operación de lavado de imagen en manos del Papa Francisco.

McCarthy está convencido de que el cine puede cambiar el mundo. «Por eso realicé “The Visitor”, que trata sobre la inmigración, y ahora “Spotlight”», que, puntualicemos, no cambiará el mundo, pero que, al menos, confirma la necesidad de cambiarlo. Una de sus virtudes es su mirada antisentimental sobre el tema, como si los conceptos de «neutralidad», «imparcialidad» y «objetividad», tan asociados a la práctica del oficio, se hubieran contagiado al tono del relato. Lo que importa es la eficacia y la profesionalidad de los periodistas –interpretados de forma ejemplar por Michael Keaton, Mark Ruffalo y Rachel McAdams– al abordarlo. Es un cine de hechos, documentos, declaraciones, entrevistas, que se mueve rápido para tropezarse con la verdad, pero que tampoco cae en la trampa de idealizar la profesión ni de presentar a los reporteros como héroes. Son gente que sabe hacer su trabajo. Y punto.

«Spotlight» es una película de actores y de guión. Lamentablemente, Tom McCarthy es un director sin imaginación. Las comparaciones son odiosas pero irresistibles. ¿Recuerdan «Todos los hombres del presidente»? Alan J. Pakula no se dejaba intimidar por el peso de la palabra, y el filme, árido y laberíntico, estaba lleno de ideas de puesta en escena que convertían la investigación del Watergate en un viaje perturbador hacia lo oscuro. El público sabía cómo terminaba la pesquisa, y sin embargo, el proceso estaba contado de una forma tensa e inquietante. De esa tensión carece «Spotlight», que si entretiene es por la fluidez de su montaje y la lógica implacable del relato. Como si la hubiera escrito Aaron Sorkin, pero con un director para quien la imagen es una actriz secundaria.