Berlín

Walesa, retrato del hombre que encarnó la libertad

Venecia acoge el completo «biopic» de Andrzej Wajda. El octogenario director confesó en el festival que entrega sus premios el sábado, que ha sido su película más difícil

El actor polaco Robert Wieckiewicz caracteriza como el líder sindical, con quien guarda un gran parecido
El actor polaco Robert Wieckiewicz caracteriza como el líder sindical, con quien guarda un gran parecidolarazon

Si Andrezj Wajda, en su época dorada, alzó el puño contra los excesos del régimen comunista de su país, ahora, a los 87 años, se ha convertido en el portavoz oficial del Gobierno conservador polaco. Imposible quitarle méritos a un cineasta que lideró el auge de los Nuevos Cines del Este, que fue rey de las carteleras del cine de arte y ensayo en España, y que sigue en activo, ahora al servicio de producciones de prestigio –como «Katyn», que fue nominada al Oscar, o este «Walesa: Man of Hope», que se presentó ayer en la Mostra veneciana fuera de concurso– que funcionan como épicos ejercicios de memoria histórica. No es nada nuevo en la carrera de Wajda, y menos si hablamos de Lech Walesa, cuyos logros políticos formaban parte implícita de dos de sus películas más famosas, «El hombre de mármol» y «El hombre de hierro» (Palma de Oro en Cannes 81). Si Wajda había abordado al personaje, aunque fuera de manera oblicua, y a lo que representó como germen del Glasnost del comunismo que desembocó en la caída del Muro de Berlín, ¿para qué filmar un «biopic» en 2013? ¿Quizá para hacer una elegía nacionalista, para enviar un recordatorio hacia las jóvenes generaciones que no son conscientes de que deben su libertad a Walesa, el Gran Héroe del Proletariado?

Wajda, que confesó en rueda de prensa que ésta ha sido «su película más difícil», explicó que fue testigo de la huelga de los astilleros de Gdansk en 1970 donde cristalizó el liderazgo de Walesa. «Fui el primero en preguntarle qué pasaría si llegaban los tanques soviéticos y él me respondió que eso no iba a ocurrir». Esa seguridad en sí mismo, esa capacidad para movilizar a las masas, esa entrega a la causa, fueron los motivos de que un electricista sin apenas estudios, que perdió empleos como quien pierde las llaves y entró y salió de la cárcel en varias ocasiones, creara una grieta en el régimen comunista de su país, pusiera en marcha el movimiento Solidaridad y ganara el Premio Nobel de la Paz en 1983. Excepto su escasa dedicación a la vida familiar –con el apoyo incondicional de su esposa, Danuta, que se hacía cargo de sus seis hijos–, el retrato que hace Wajda es pura hagiografía. Y no ayuda que Robert Wieckiewicz lo interprete de un modo tan monocorde como caricaturesco.

Como hizo en «El hombre de mármol» y «El hombre de hierro», el cineasta polaco se sirve de un agente externo (en aquellos casos, una directora novel y una reportera; en este, Oriana Fallaci, interpretada por una paródica Maria Rosaria Omaggio, que fue «La lozana andaluza» en sus años mozos) para poner en marcha el tren de la Historia. Célebre por no morderse la lengua, la periodista italiana pregunta lo más oportuno para que los flashbacks, aderezados con algunas imágenes de archivo, pasen revista a la vida política de Walesa, pero las cuestiones incisivas, molestas o incómodas brillan por su ausencia. Extraño en la mujer que desafió al mismísimo Ayatollah Jomeini. ¿No será que Wajda la utiliza sólo como un instrumento, como un objeto que ata su «biopic» al «hecho real» pero que en verdad es sólo una trampa narrativa?

Servir a la verdad

«Quiero servir a la verdad, pero no crear nuevas imágenes de enemigos. Se trata de recuperar el recuerdo. Y de nuestro dolor. En ese sentido no es un filme político». Estas palabras, que Wajda pronunció en el estreno de «Katyn», podrían servir para explicar por qué su acercamiento a Walesa es tan decepcionante. ¿Qué quiere decir que del mármol y el hierro de los setenta y ochenta hayamos pasado a la esperanza del siglo XXI? ¿Acaso ahora Walesa es un hombre ejemplar, un santo al que imitar? Antes era materia, ahora es emoción. Antes podíamos tocarlo, ahora es una idea, un modelo. Antes era presente, ahora es ya futuro. En la época del estreno de «El hombre de hierro», el crítico Serge Daney diseccionó los problemas de lo que denominó «el proyecto patriótico» de Wajda. «El hombre de hierro» es una película complicada pero no compleja. Exigía a un cineasta un poco académico y Wajda es esa clase de cineasta. El suyo, decía, «es un cine sin misterio, un cine que se ha quedado maravillado por los logros de "Ciudadano Kane"y que no conoce nada de las aventuras terroríficas del cine moderno». Apliquen estas lúcidas palabras a «Walesa: Man of Hope» y casi con toda seguridad habrán resuelto el jeroglífico.

GARREL, EL AMOR Y OTROS DESASTRES

¿Qué ocurriría si ahora, en septiembre de 2013, se proyectara «La maman et la putain», de Jean Eustache, en un festival de cine? Es probable que recibiera los injustos abucheos que recibió ayer sin ir más lejos la magnífica película de Philippe Garrel «La jalouisie». En unos concisos setenta y siete minutos y en un hermoso blanco y negro, el hijo pródigo de la Nouvelle Vague y «enfant terrible» del «underground» francés de los setenta filma con la frescura de un principiante la vida en común de un actor (Louis Garrel, en su cuarta colaboración con su padre) con su nueva pareja, una actriz sin trabajo, de humor inestable y acusada tendencia a la infidelidad. Garrel, que se ha inspirado en la relación adúltera que su propio padre mantuvo con una actriz, saca verdad de oro puro de las «tranches de vie» que componen esta historia de amor desesperado. Un apunte para el espectador: son preciosas las secuencias de Louis Garrel con su hija en la ficción.

La rebelión pacífica

- 14 de octubre de 1980. Obreros toman los astilleros de Gdansk en rebelión contra el Gobierno comunista.

- 24 de octubre de 1980. El sindicato Solidaridad es registrado oficialmente.

- 13 de diciembre de 1981. El general Jaruzelski decreta la ley marcial y suprime el sindicato.

- 17 de abril de 1989. Solidaridad es legalizado.

- 25 de abril de 1990. Solidaridad renuncia a convertirse en partido político.

- Septiembre de 2001. El electorado polaco acaba con 20 años de influencia de Solidaridad.